Detectives

Hay matrimonios o parejas que llegan hasta tal punto de desgaste en sus relaciones personales que el encono les ciega, y la sola visión del otro parece producirles un odio ardiente y colosal. Así, aborrecen vivamente las costumbres del cónyuge: cómo se lava los dientes, su modo de caminar o de sentarse; menudencias que en cualquier otra persona ni advertirían. Alcanzado este punto abisal de crispación, serían capaces de asesinar a la pareja para impedir que siga carraspeando como siempre lo hace, y terminan dedicando obsesivamente la existencia a inventar nuevos modos de fastidiar al otro. Pues bien: a este infranivel de furioso mosqueo parecen haber llegado en este momento las relaciones íntimas entre los gobernantes y los currantes.
Observen si no, como botón de muestra de esa bronca, la actitud del Ayuntamiento socialista de Aranjuez, que no ha tenido mejor idea que la de contratar a una agencia de detectives, llamada muy sutilmente Topo, para que investigue a los empleados municipales: si están verdaderamente enfermos cuando no vienen, si emplean demasiado tiempo en tomarse el carajillo de media mañana, si trabajan poco. Imagínense el tono de los informes de los detectives: "Ayer por la tarde, el sospechoso Martínez se encerró tres veces en el retrete. La repera.
Hace falta considerable inquina y ese grado de delirio que sólo se suele alcanzar en las desavenencias conyugales para que se te ocurra una medida así. Aunque quizá me esté equivocando. Quizá se trate, en realidad, de la experiencia piloto de un macroplan contra el desempleo que consistiría en convertir a la mitad de los parados en detectives, y en ponerles a vigilar a la otra mitad para ver si les pillan esos abusos a los que aludieron cuando el decretazo. En fin, habrá que estar atentos por si acaso.
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