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La "capilla sixtina" de Goya

La ermita de San Antonio se abre de nuevo al público tras la restauración de los frescos

La pequeña ermita neoclásica del paseo de la Florida, apodada la capilla sixtina el impresionismo español gracias a los frescos pintados por Goya en 1798, reabre sus puertas el día 13, festividad del casamentero san Antonio. Hace ahora cuatro años que el Ayuntamiento, adjudicatario por medio siglo de la gestión de la ermita, ordenó su restauración completa, y muy especialmente de los frescos pintados por Francisco de Goya y Lucientes.

Es un lugar muy especial para Madrid "y para toda la humanidad. Un pedazo del patrimonio universal", dice Pedro Ortiz, concejal de Cultura y arquitecto, repartiendo ojeadas por la cúpula del discreto edificio que construyó Felipe Fontana en tiempos de Carlos IV, otro noventa y dos de hace 200 años. El concejal se siente más que encariñado con el proyecto: "Me produce escalofríos imaginar a Goya trabajando en estas pinturas, por las que ha merecido la pena cerrar la ermita y para cuya contemplación compensa una reapertura antes de tiempo. Sabíamos que el proyecto no concluiría hasta el año 94, pero ahora mismo se puede tener una visualización bastante completa que apenas obstruye el andamio. Desde aquí", y busca el punto con manas de estratega, "puede verse prácticamente toda la cúpula".Así se defiende Pedro Ortiz de las críticas ante una apertura quizá precipitada en un año especial que no está resultando brillante para Madrid en su empleo de Capital Europea de la Cultura. "Podía haber sido durante el 92 o a finales del 93. Cuando dicte la marcha de los trabajos. Si alguien lo juzga incorrecto, no tiene más que esperar dos años más para la visita. No se trata de un cuadro que pueda trasladarse o exhibirse parcialmente en otro lugar". El método para resanar los frescos es similar al que se utilizó en la restauración de la capilla Sixtina, toda una garantía. Hasta hoy, lavarle la cara al milagro de san Antonio ha costado 60 millones de pesetas, y habrá que gastar 100. más.

La comisión de seguimiento, compuesta por el Patrimonio Nacional, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Instituto de Restauración y el propio Ayuntamiento, ha pensado para la ermita un futuro de museo: 200 pesetas por visitante y 25 personas como número total por cada turno; los miércoles por las mañanas, gratis, además de precios especiales para los colegios.

Cabellos y un autógrafo

"Habrá colas, porque se controlará mucho, pero eso será bueno. Para las pinturas y para la ermita. Todos los ingresos se invertirán en su conservación o modernización. Con el tiempo podríamos hasta instalar un sistema de auriculares que fuera dando explicaciones", planea el concejal.Juan Ruiz, director de la restauración, se siente afortunado examinando palmo a palmo una obra que tiene mucho del pintor, de su talento y de su talante. Cinco horas diarias con Goya, aupados a 10 metros de altura, forzando las cervicales, compensan sólo -por tropezar con las huellas flisicas y artísticas del genial pintor. -

La restauración en si comenzó en abril de 1990. Antes hubo un examen y diag nóstico. Y, por fin, manos a la obra, sin demasiada premura, "porque la fijación de una escamita de dos milímetros es fundamental'', cuenta Juan Ruiz.

Unas fotos del año cuarenta dejan ver al señor Grau restaurando a su estilo y según las técnicas de la época. "La ermita sufrió la guerra civil en uno de los frentes más duros. Dentro se encendieron hasta hogueras, se filtró agua... Las fotografías ultravioleta revelan desprendimientos bastante extensos. Es un verdadero milagro que el edificio entero sobreviva. Además, hemos tenido que eliminar todo lo que no era de Goya", o de cuya procedencia aún se duda.

Ahora andan estudiando la diminuta firma del pintor en uno de los frescos, tras hallar cabellos enredados en las rotundas pinceladas. Cabellos que pudieran ser de Goya o de su ayudante Ascensió Juliá, mezclados sin querer entre losmateriales por los que el droguero Manuel Ezquerra pagó más de 14.000 reales a cambio de 124 brochas, 14 arrobas de colores, resma y media de papel imperial... Una atmósfera que evoca un Goya nervioso, burlón, genial, crítico y buscador de libertad, acusando los efectos de una crisis superada a medias tras la sordera que le atacó en la mitad de su vida.

"¿Es ésta la ermita de los alfileres?", pregunta una señora refiriéndose al rito de las modistillas que van' a la otra ermita en San Antonio para buscar novio. "No, señora, es la otra. Ésta es la de los frescos de Goya", contesta un transeúnte.

Al Nobel Severo Ochoa se le ocurrió dar la voz de alarma sobre el penoso estado de las pinturas de Goya. Admiraba, la magnífica representación del milagro de san Antonio, una escena fantasmagórica dentro de lo divino, con toques muy paganos para ser religiosa, burlona y transgresora de las leyes de la hagiografía. Pintada por un Goya inquieto, como revela la técnica de rematar en seco. Un asesino que resucita, caras de asombro, ángeles con sexo femenino, que la Pardo Bazán llamaba ángelas. Ciento veinte días de la vida de Goya que merecen guardarse para la eternidad.

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