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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las caras de la música iberoamericana

Para el ciclo Hora americana vino a España la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, dirigida por Leo Brouwer y con la colaboración del guitarrista Rey Guerra y del Trío Mompou, de Madrid. Un programa no permite ni siquiera una mínima antología, y Brouwer ha preferido dar, junto a dos novedades en la capital (Marco y Brouwer), dos clásicos contemporáneos de México y Argentina: Silvestre Revueltas y Alberto Ginastera.Brouwer es habanero y nació en 1939. Trabajó la guitarra, entre otros con Emilio Pujol, y siguió los estudios de composición en Estados Unidos. La obra de Brouwer para guitarra es tan amplia como interesante y tan bien escrita como atractiva, dentro de una variedad estilística en la que no falta el aire de nuestro tiempo, ni siquiera en páginas sujetas a esquemas tradicionales. Su Concierto de Toronto, para guitarra y orquesta, que Rey Guerra ha protagonizado con primor técnico y estilístico, data de 1986 y confirma la original ideación, la sutileza acústica, el dominio de la guitarra y sus posibilidades de reflejo en una orquesta aérea y matizada. Es página muy bella que, acaso, se banaliza un tanto en el allegro final.

Leo Brower y la Orquesta Nacional de Cuba

Obras de Revueltas, Marco, Ginastera y Brouwer. Director: L. Brouwer. Solistas: Rey Guerra, guitarra, y Trío Mompou (Joan Lluís Jordá, Mariano Melguizo y Luciano G. Sarmiento). Auditorio Nacional. Madrid, 6 de junio.

Brouwer, como director, llevó con fidelidad y transmitió con claridad los mensajes diversos de Silvestre Revueltas (1899-1940) en el hermoso tríptico en Homenaje a Federico García Lorca, estrenado en Madrid el año 1937; de Alberto Ginastera (1916-1983), en una de sus composiciones básicas, las Variaciones concertantes, de 1955, un ejercicio de virtuosismo instrumental sin mengua de su significación estética, y el Triple concierto para piano, violín y violoncello, de Tomás Marco (1942), que ya comentamos con ocasión del estreno mundial en Valladolid en 1987. La partitura, excelentemente tocada y dirigida, evidenció rasgos personales del músico madrileño que, en esta ocasión, insiste en el factor rítmico y en una cierta forma de repetitivismo entendido a su manera, pues ya sabemos que Marco no se conforma con esquemas y principios dados.

Los sinfónicos cubanos respondieron con presteza en todo momento y guiados por Brouwer nos dieron un programa a través del cual pudo tomarse contacto con las distintas caras de la creación musical iberoamericana. Fueron extensamente aplaudidos y los autores Marco y Brouwer recogieron personalmente junto a sus intérpretes el homenaje de un público que, dado lo inhabitual de la programación, puede tenerse como numeroso.

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