_
_
_
_
Tribuna:AVISOS PARA EL DERRUMBE / 13
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra la prostitución y contra la pareja

9 de Mayo '92.- Queridos biznietos: era verdad que en los cimientos de la casa estaba enterrado... eso. ¿Qué? Eso a lo que. seguían llamando amor, o sexo, si les gustaba más a sus enterradores. Estaba aquí enterrado eso; y de ese entierro y esa muerte venía toda la fuerza de Ellos, la fuerza que les servía para arrasar costruyendo, para levantar este edificio de demencia que os dejábamos a vosotros, vilancitos, para sudar y penar en el derrumbe.Que algo de eso era lo que estaba pudriéndose entre las raíces iba yo descubriéndolo cada vez con más clara herida, según pasaba cada día en vano, queriendo levantárseme los ojos hacia más allá de esta ciénaga de mi muerte, hacia vosotros, nubecillas irisadas, y según iban subiendo más y más pacientes hasta este último piso de la torre y me contaban sus historias. Era verdad lo que el padre Freud entreveía, sin saber nunca si maldecir, o si aprobar la cosa: que en la muerte del amor estaba fundada toda la institución y desarrollo de la Industria, las Leyes, la Cultura. Y pensaba yo, criaturitas de mi nada, que, por más que a vosotros, con los horrores del derrumbamiento, se os haya vuelto mucho más clara la locura de lo que aquí vendían como Gobierno, la miseria de lo que aquí vendían como riqueza, la mentira de lo que aquí vendían como Ciencia, con todo, puede que todavía no hayáis podido ahondar hasta las raíces y que sigan pululando entre vosotros, viditas, entre los escombros, restos de las istituciones que habían servido para enterrar (o sublimar: ¡qué diablos más da!) eso sin nombre, que servían para seguirlo matando cada día, porque a lo mejor no estaba del todo muerto:

Así que por eso quería yo... no daros consejo (nunca consejo de viejo, ¿verdad, retoños desmadrados?, nunca consejo de la esperiencia, que no puede ser más que la confirmación de la desgracia y la mentira de una vida), pero, como decía don Antonio Machado que "tampoco es razón / desdeñar / consejo que es confesión", quería contaros los estremos a que con eso del amor estábamos llegando en este mundo, para que, con el odio de ello, no consintáis ningún resabio de esta peste entre vosotros; que no podéis consentir, angelitos peludos, monitos pelones, ningún tipo de prostitución ni de pareja; y que, si no, ya sabéis que toda vuestra labor de clara negación y borramiento de nuestra huellas va a servir de poco, y el edificio de la mentira volverá a reedificarse, porque volverá a sacar sus fuerzas de la muerte de eso que estaba en los cimientos y que no habéis desarraigado todavía.

Mirad, si no: aquí, con el progreso del Progreso, o sea el Desarrollo, la prostitución no sólo no había desaparecido para nada, sino que cada vez se la manejaba con más empeño y se la convertía en una istitución más normal y seria y respetable.

No era ya sólo que el Capital tuviera en los tratos prostitutorios una de sus minas más fecundas de recursos para moverse (ya tendréis noticia, si os ha quedado algún documento entre la basura: cadenas de saunas tailandesas, empresas de revistas y videos pornográficos o de servicios computerizados de contactos personales o de atenciones para Ejecutivos en Congresos, amén de las redes de trata al estilo más arcaico), ni era sólo que con Él, como siempre y cada vez más, el Estado sacara sus pingües ingresos de lo mismo y, con ello de paso, garantías de tranquilidad ciudadana y de seguridad; no, sino que todavía el empeño creciente de Ellos era presentar la prostitución, en sus formas más o menos disimuladas, como algo natural.

¡Coño!, en verdad, lo más natural del mundo: pues ¿no habíamos superado ya la era del Pecado, manejado por los Ejecutivos de Dios en otro tiempo? "No hay pecado, niña, en que te dejes retratar para pin-up de una revista, no, ni en que luego te dejes emplear, con todas las garantías de seriedad, pues claro, como acompa,fiante de Ejecutivos, con más o menos posibilidades, sí, hija, pero sólo cuando tú lo quieres, a tu libre voluntad, ni tampoco, qué monsergas, en que te emplees en un salón de relax, con opción de follaje con los clientes, claro, pero siempre con todas las garantías de selección, higiene, discreción, y, niña, unos ingresos que ríete tú del Salario Mínimo."

Conciencia de cuerpo

Y así venía a suceder que las propias putas declaradas habían incorporado el mecanismo, y entre cegadas por fantasmas del puterio al estilo arcaico y engañadas por la fe de sus clientes, venían a tomar conciencia de cuerpo (ya podéis entender la locución como os parezca, listillos de mis entrafias) y a reclamar ellas mismas el público beneplácito del Estado y el Capital: legal reconocimiento de su profesión, como otra cualquiera, y garantías que limitaran su esplotación, por medio de los oportunos Sindicatos, a las normas de esplotación vigentes para los esplotados de las otras profesiones.¿Podéis imaginar, pimpollos, una declaración, con los hechos mismos, más descarada de lo buena y lo indispensable que era la prostitución o venta de amor y sexo para el Estado-Capital en la forma más avanzada de su dominio? Pues bien, amiguitos de mi sombra, ya sabéis vosotros que, a falta de mejor criterio para descubrir las raíces de nuestros males, no hay más que tomar como guía al enemigo: lo que Ellos aprueben, condonen, istituyan y promocionen, ya os dice bastante lo que no podéis vosotros consentir, ni tomar como natural ni hostias, ni tratar con compasión ninguna.Y esto no quiere decir (¿hacía falta que os lo aclarase?) que os esté proponiendo normas de conducta ni contra ley ninguna, como que no os vayáis los sábados de putas, si es que las hay todavía ahí entre los escombros, o que queméis las últimas fábricas de videos, si alguna queda en marcha todavía. No, no tiene nada que ver: no hay aquí regla moral ninguna, no hay recetas; bien lo sabéis, listos como el hambre que sois vosotros, que no hay más moral que la política del pueblo m más cuento de vi da privada ya que valga.

No: lo que os quería decir era sólo esto: no dejéis que se cierre jamás la herida, que no dejéis que se olvide nunca que cualquier acto de prostitución es un crimen contra el pueblo, porque es un acto de sumisión y reconocimiento del Dinero, y ¿qué voy a deciros yo a vosotros?: ningún resto de dinero puede quedar donde el pueblo viva. Y el amor, o eso que sea, era la última y primera de las mercancías, y su venta estaba en las raíces mismas de la trampa: acaso podíais decir que todo acto de compraventa era un sostén y complemento de los actos directos de compraventa prostibularia. Pero ¡basta ya por hoy de putas y de putos! Lo que sí quería recordaros es que, al mismo tiempo, no por distinta razón, sino por la misma (pues Dinero es mi alma, y el Alma de la Persona no otra cosa que dinero), no podéis consentir tampoco ningún residuo de las istituciones conyugales, de eso que mayormente se llamaba Pareja entre nosotros.

Que eso era también en nuestros días muy bueno y provechoso para el Estado y Capital, apenas hace falta que os lo cuente: superando las viejas formas de la institución, la Pareja se había hecho tan respetable y digna de todas las promociones, que hasta para los más exigentes trámites del Estado y prestaciones del Capital bastaba con que sus objetos-sujetos demostraran ser pareja, estable al menos mientras cobro, y se resignaran en todo caso a dejarse registrar como pareja.

Y, para colmo, los llamados y llamadas homosexuales aspiraban también al reconocimiento de su dignidad y su estatuto haciéndose, lo mismo, reconocer como pareja. No hacía falta recordaros más para deciros hasta qué punto tal istitución, tan amada de los Poderosos, no puede dejar nunca entre vosotros ningún rastro, que también lo envenenaría todo.

No, no puede haber Pareja -bien lo sabéis y lo sentís vosotros: la lucha del pueblo es, en último término, una guerra contra la Persona Individual: YO MISMO, en cuanto me llamo N, soy el último enemigo del pueblo y de la vida- ya hemos machacado y seguiremos machacando sobre ello. Ahora bien, la Pareja no sólo no acaba con la Persona Individual, sino que, al reduplicarla, la ratifica.

Demasiado cortas son las vidas de hombres y mujeres para consumirlas en ese trabajo vano (tan bienquisto de Dios y sus sucesores) de conseguir que, al fin, los dos seamos uno, pasando por esa fase del "Me conoces:: Te conozco", que es la más enconada hinchazón del ser y saber de uno mismo, para al cabo, después de todas las penas, desolaciones, peleas y resignaciones, terminar consiguiendo un uno doble, tan enemigo (y más) del pueblo y de la vida como podía serlo el uno uno y la una una.

No, maravillas mías: tampoco puede caber el dos ni la pareja entre vosotros; también la Pareja, como istitución ratificadora y reduplicadora del Individuo, es una sierva del Dinero y del Poder: bien lo saben Ellos. Así que vosotros... no, no: ningún mandamiento ni receta; cuidad sencillamente de que esa herida siga también abierta, por si la razón común respira y habla por la herida. Ah, y no se os irá a ocurrir todavía (pero no, desengañitos míos) caer en arreglitos y juegos como el del tres, o cosas por el estilo. No: bien habéis sentido que el tres puede a veces servir para romper el dos, pero de ningún modo para romper el uno, que era lo que importaba.

Bueno, y ¿qué?"¿Qué os quedaréis pensando -me decía yo- al recibir una carta tan campanuda y predicadora? ¿Volveréis acaso atrás los ojos tristes un momento, que mirando para acá pregunten "Pero y nosotros ¿de dónde hemos venido?"? No, no creo: bien sabéis vosotros que habéis nacido de la equivocación y la desgracia y las ilusiones; pero por eso mismo ¿no?: ¿no está ahí vuestra fuerza para volveros contra semejantes padres?

O no vais vosotros, florecillas de la desesperación, a hacer como ésos que, a cada vez que les soltabas cosas de éstas, se ponían a decirte "Bueno: prostitución, no; pareja, no; y entonces ¿qué? ¿Qué vamos a hacer entonces?"

Vosotros no, divinos animalillos: ¡cualquiera sabe las locuras que el amor tramará con vuestras vidas y qué caminos nunca abiertos descubrirá! Pero para eso, lo primero, que no tire por los caminos ya trazados; no enterrarlo ni sublimarlo, no convertirlo en istituciones ni en dinero. Que él haga entonces lo que nosotros no sabemos.

O, bueno, él de la mano con la razón, naturalmente. Otro día os hablaré de los Intelectuales.

Por hoy, deseaba, antes, hablaros por el amor, esto es, contra lo que lo mata. ¿No me cogeréis demasiada ojeriza por tal carta? ¿Me seguiréis queriendo un poco, ya que no soy nada? Por si acaso, montones de besos, como vilanos, a vuestros cielos.

Agustín García Calvo es catedrático de Latín de la Universidad Complutense de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_