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La guerra sucia se instala en El Salvador

La pervivencia de las fuerzas paramilitares amenaza el proceso de paz

El Ejército y la guerrilla salvadoreña se han enseñado los dientes. Lo que parecía ser un modelo de transición hacia la convivencia en paz, solamente salpicado por problemas técnicos en la ejecución de los acuerdos de Nueva York, se ha convertido en un enfrentamiento abierto a raíz del reciente atentado contra un miembro de la seguridad de la comandancia general del FMLN. "La guerra sucia ha comenzado", denuncia la guerrilla.

VIadimir Flores, el guardaespaldas que recibió el pasado 19 de mayo cinco disparos de unos desconocidos que el frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) pronto vinculó a los paramilitares, no es un simple guerrillero. Flores, de 22 años, fue quien encabezó la toma del hotel Sheraton durante la ofensiva guerrillera de 1989.El FMLN se ha retirado de los foros donde se negocian los cambios institucionales del país y se vigila el proceso de paz. Ha reconocido que ello le supone un coste político, pero a su vez ha sentenciado, a través de sus cinco comandantes generales -más unidos que nunca-, que no va a tolerar un achicamiento ahora que está ya dentro del país. Una primera respuesta fue su autolegalización el sábado vetada por el Gobierno hasta que no entregara las armas.

La guerrilla, de momento, no se desmoviliza. Ya existía un problema anterior que impidió que el pasado 1 de mayo se desarmara un primer contingente correspondiente al 20% de sus efectivos. El Gobierno no les tenía resuelta en esa fecha una salida laboral, ya sea en la concesión de tierras o proporcionándoles acceso a la futura policía riacional civil, todavia sobre el papel.

Cristiani pide serenidad

El temor que existe a una guerra sucia supera las barreras del FMLN. El presidente Alfredo Cristiani, que ha acusado a la insurgencia de tendenciosa por acusar sin pruebas a los paramilitares y al Ejército del atentado, afirma que "nadie en el país puede descartar una guerra sucia". Ha pedido que no se tire todo por la ventana por un hecho que cree aislado, y ha reclamado serenidad ante la influencia creciente del FMLN que amenaza con provocar la suspensión de la ayuda internacional.El proceso de paz en El Salvador está en su periodo más crítico: ha llegado el momento en que la guerrilla tiene que desmilitarizarse y el Ejército afrontar a disgusto una reducción que dejará en 30.000 a sus actuales 60.000 efectivos. En este 50% van incluidos 1.500 oficiales que tendrán que colgar sus uniformes.

El Ejército no está de acuerdo internamente con esta rápida reducción y, especialmente, con una depuración que dividirá a sus oficiales, a través de una comisión compuesta por tres civiles, en aptos o no para servir a una sociedad democrática no militarizada. Tampoco se ha recibido con simpatía la disolución de los cinco temibles batallones de élite creados para combatir la insurgencia y de los que salieron los asesinos de los padres jesuitas. Al Ejército, al igual que durante la guerra, le han salido aduladores que rechazan los acuerdos de paz y consideran al país invadido por la ONU y preso de la comunidad internacional.

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Víctor Manuel Valle, secretario general del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), un pequeño partido adscrito a la Internacional Socialista, piensa que lo que está ocurriendo en El Salvador es un fuerte forcejeo entre quienes defienden la situación actual y los que la rechazan.

"Seremos respetuosos pero queremos ser respetados"

El general Mauricio Ernesto Vargas, subjefe del Estado Mayor del Ejército salvadoreño, declara a EL PAÍS que "la democracia puede sentirse tranquila" en esta república centroamericana, y advierte que "el proceso de paz es totalmente irreversible". Vargas, de familia de origen democristiano, jugó un papel decisivo en la negociación con el FMLN.

Para el Chato Vargas, como se le conoce popularmente en El Salvador, la reducción del Ejército se está desarrollando con una velocidad que supera los plazos de vencimiento de los acuerdos de Nueva York. "En la Fuerzas Armadas", según este militar, "hay conciencia de que el tamaño del Ejército es efecto y no causa, y se entiende que una nueva sociedad en paz no puede soportar económicamente un aparato que consume más allá de sus necesidades".

Dice Vargas que existe una conciencia, equivocada de que los militares continúan siendo los desestabilizadores de las democracias incipientes en América Latina. "Nadie se detiene, en cambio, en advertir que fue la institución militar, las fuerzas leales mayoritarias, las que han permitido que Carlos Andrés Pérez continúe en la presidencia de Venezuela".

En su opinión, la guerrilla salvadoreña debe replantearse su discurso revolucionario y entender que está ya dentro del recorrido hacia la institucionalidad. Vargas, en caso de que el FMLN llegue al poder, no cree que el Ejército se le interponga. "El marco institucional está ya, definido. Seremos respetuosos, pero también queremos ser respetados".

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