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FERIA DE SAN ISIDRO

Vaya figuras

Bayones / Manzanares, Ojeda, joselitoCinco toros de Los Bayones (uno rechazado en el reconocimiento), con trapío, en general mansos, manejables. 5o devuelto por inválido. Dos de Martínez Benavides, con trapío: lo, manso; 5% sobrero, encastado. José Mari Manzanares: pinchazo bajísimo, otro igual perdiendo la muleta, media atravesada, rueda de peones y cinco descabellos (pitos); dos pinchazos -aviso- tres pinchazos más y dos descabellos (palmas y pitos). Paco Ojeda: tres pinchazos bajos -aviso- pinchazo bajo y dos descabellos (silencio); dos pinchazos caídos, rueda de peones y cinco descabellos (bronca). Joselito: aviso antes de entrar a matar y metisaca bajísimo (silencio); dos pinchazos -aviso- y estocada (protestas), Los tres espadas fueron despedidos con protestas. Presenció la corrida desde una barrera el Rey, acompañado de su hija la infanta Doña Elena. Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 201 corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

¿Cuándo empieza la corrida?", preguntó un vozarrón desde los altos de sol. Y no es que fueran las siete de la tarde, hora anunciada para el comienzo del festejo; eran las nueve y media de la noche, Joselito estaba pegando pases destemplados y, efectivamente, la corrida aún no había empezado, como quien dice. Por lo menos no había empezado a verse nada de cuanto cabía esperar de la corrida, con tres figuras en el cartel. Tres figuras a cual más precavida, a cual más torpe y a cual más pegapases, según se pudo apreciar. Vaya figuras. Ninguna de las tres fue capaz de dar dos muletazos seguidos como Dios manda, y ya se sabe que si se dan los muletazos desarrollando los tiempos de parar, templar y mandar cargando la suerte, así es como manda Dios. Lo dice la Biblia.

Las tres figuras -¡vaya figuras, qué tarde dieron- eran la imagen viva de la incapacidad y de la incompetencia. Se ponían delante del toro tomando todas las precauciones del mundo, y en el momento de parar-templar-mandar, ni paraban, ni templaban ni mandaban. El toro traído con descarados picos, piernas contrarias escamoteadas, viajes marcados lejos de sus afigurinadas personas, huídas precipitadas al vaciar no fuera a ser que ... ; de tal guisa torearon. Dios debía de estar enfadadísimo.

Las tres figuras no acertaban a dar ni los derechazos esos de siempre. Se quitan tres vulgarcillos que instrumentó Joselito en su primera faena cargando la suerte y no hubo derechazos tampoco. Oh, sí, Paco Ojeda toreó con la derecha al segundo toro y Manzanares al cuarto, pero ni con el mayor de los optimismos se les podría llamar derechazos a eso. Los de Ojeda, porque se trataba de medios pases, resultantes de un giro bruco de muñeca después de ahogar la embestida; los de Manzanares, porque embarcaba el toro rumbo a Barcelona, y en cuanto lo había despedido apretaba a correr hacia el lado contrario (Lisboa).

A veces ni siquiera hace falta pegar derechazos para tranquilizar a la afición. A veces a la afición le basta con que los toreros tengan torería. No es mucho pedir, tratándose de toreros. Si se tratara de registradores de la propiedad, sería una exigencia excesiva. Por ejemplo, cuando Manzanares determinó abreviar en su primer toro, que tenía genio, la afición lo hubiera aceptado si llega a hacerlo con torería. Sin embargo lo hizo sin ella, azaroso y gesticulante, regateando embestidas, pegándole al toro unos trapazos horrendos, quitándole las moscas. O sea, como un registrador de la propiedad que se hubiera caído al ruedo. O como usted o como yo (mejor dicho, como usted; uno no está ya para semejantes trotes).

Cuando Paco Ojeda determinó abreviar en el quinto lo aceptaba menos la afición pues ese toro parecía noble. Ocurrió, sin embargo, que Ojeda acudió a tantearlo, mas presentó la muleta con tanta impericia que el toro se rebeló y le pegó una desenfrenada carrera ruedo a través. Ojeda ya no volvió a fiarse del toro y lo trasteó de malos modos. De este torero se llegó a afirmar que le había enmendado la plana a Juan Belmonte, nada menos. Si Belmonte llega a levantar la cabeza y ve con qué trazas ha conseguido llegar su émulo a figura, habría dicho: "Jopé".

Joselito tuvo el decoro de ensayar algunos apuntes de toreo bueno. Nada del otro jueves, desde luego, ni tampoco para herniarse. Sencillamente, intervino con diversa fortuna en quites siempre que le correspondió y ensayó media docena de redon dos cargando la suerte. Y esto es lo más lamentable del asunto: que, sabiendo hacerlo, prefiriera convertirse en un aburrido pegapases. Desde la andanada se lo reprocharon y le sentó fatal. Hacía gestos malhumorados, sí, pero lo que no hacía era torear. Ni siquiera estuvo bien con la espada y a su primer toro lo ejecutó de un infamante bajonazo. No ya el as de espadas que había venido siendo hasta hace cuatro días, sino ni siquiera la sota de bastos fue ayer Joselito. Le despidieron con una bronca, y a sus compañeros de fatigas también. Se dice pronto: después de dos horas y tres cuartos de corrida, entre las tres figuras no habían sido capaces de dar ni un pase como Dios manda.

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