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El ex ministro socialista francés Bernard Tapie, procesado por desfalco

Todo un periodo, el del culto al dinero ganado de forma rápida y fácil, el de la primacía de los empresarios sobre los políticos, los jueces y los pensadores, terminó bruscamente en Francia en la tarde de ayer cuando Bernard Tapie fue procesado por un presunto delito de desfalco. Hasta el pasado sábado, Tapie, propietario de Adidas, entre otras muchas empresas, presidente del club de fútbol Olympique de Marsella, diputado prosocialista por esa ciudad mediterránea, adalid de la lucha contra el ultraderechista Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, era miembro del nuevo Gobierno dirigido por Pierre Bérégovoy y uno de los personajes más admirados por sus compatriotas.

Con la humillación de Tapie, el hombre que en los años ochenta simbolizó en Francia la posibilidad de enriquecerse a partir de la nada, este país confirmó su entrada en una época de mayor rigor moral. Una época anunciada por el descalabro en las pasadas elecciones regionales de unos socialistas vinculados en la conciencia popular con la multiplicación de escándalos político-financieros, y confirmada por el deseo del nuevo jefe de Gobierno, Pierre Bérégovoy, de colocar la lucha contra la corrupción en el primer plano de las prioridades gubernamentales.La imagen del lujoso coche de Tapie entrando a toda velocidad en el Palacio de Justicia de París simbolizó ayer el final de los años ochenta y su ciega admiración por los tiburones del mundo de los negocios.

Decenas dé fotógrafos y cámaras de televisión asediaban las cinco puertas del palacio y un número muy superior de policías y gendarmes se esforzaban por impedir que los informadores entraran en masa en este santuario de la justicia francesa.

La entrevista entre Tapie y la juez Edith Boizette duró apenas 20 minutos, el tiempo justo para que el empresario, promotor deportivo y ex ministro tomara acta de su procesamiento por abuso de bienes sociales y falsificación de cuentas.

Días de descanso

Signo evidente del cambio de los tiempos fue que el charlatán Tapie, el favorito durante tantos años de los medios de comunicación franceses, no quisiera hacer declaraciones cuando, en libertad provisional, abandonó el Palacio de Justicia. Su abogado confirmó el procesamiento y añadió que Tapie iba a pasar unos días de descanso en el campo.

El pasado fin de semana, el poder socialista había abandonado a su suerte a Tapie, al obligarle a dejar el puesto de ministro de la ciudad al que había llegado desde hacía sólo 50 días. Bérégovoy, cuyo principal capital político es una imagen de honestidad, no quería verse salpicado por la implicación de Tapie en un turbio asunto de apropiación ilegal de unos 250 millones de pesetas. El asunto, denunciado por un ex socio de Tapie, el empresario y diputado neogaullista Georges Tranchant, remonta al año 1985, cuando Tapie y Tranchant importaban en exclusiva los productos de la firma japonesa Toshiba.

Tapie se había convertido en los últimos años en uno de los ahijados políticos de François Mitterrand. El presidente francés, seducido por la buena estrella de este hijo de obreros cuyos éxitos económicos no le impedían proclamarse de izquierdas, había convertido a Tapie en el bastión meridional de los socialistas frente al ascenso de la ultraderecha de Jean Marie Le Pen. Los casi milagrosos resultados del presidente del Olympique de Marsella en las últimas elecciones regionales le habían valido una controvertida inclusión en el Gobierno dirigido por Bérégovoy.

Pero en la tarde de ayer, el ex ministro salió del despacho de la juez Boizette en calidad de presunto delincuente. La juez estimó que la denuncia de Tranchant tiene indicios de verosimilitud, es decir, que Tapie se embolsó con mucha probabilidad los 250 millones de pesetas que pertenecían a la compañía importadora dirigida por los dos empresarios. En los días anteriores, Tapie ya había sido objeto de todo un linchamiento moral por parte de numerosos socialistas, la mayoría de la oposición y casi todos los medios de comunicación franceses.

Santo de su devoción

Los ex primeros ministros socialistas Pierre Mauroy y Laurent Fabius, que hasta ahora se enorgullecían de la amistad con Bernard Tapie, afirmaron que el empresario marsellés no había sido nunca "santo de su devoción".

Esta actitud fue denunciada como "cobarde" por la oposición, que insistió en la amistad que durante tanto tiempo había unido a Tapie con los principales dirigentes del partido del puño y la rosa, incluido el propio Mitterrand. Los comentaristas políticos subrayaban, por su parte, que la caída de Tapie marca en Francia el regreso de valores como la independencia de la justicia y la primacía de lo político sobre lo económico.

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