Recuperar energía con las basuras, una alternativa
FRANCISCO SERRANO MARTÍNEZEl autor del artículo argumenta que frente a la producción de residuos sólidos urbanos, uno de los principales problemas medioambientales de los países desarrollados, existe una alternativa válida como son las incineradoras capaces de recuperar energía, y considera que la oposición a ellas es fruto del desconocimiento.
Aceptando que desde tiempo inmemorial la acción del hombre ha supuesto modificaciones sobre el entorno que le rodea, convendría recordar que la conservación del medio ambiente es sólo uno de los elementos que componen nuestro nivel de bienestar o calidad de vida, del que sabemos que no puede tender indefinidamente a cero, pero cuya valoración, precisamente por estar sujeta a un proceso evolutivo, debe considerarse siempre en términos relativos.Las basuras (RSU, residuos sólidos urbanos, en la definición técnica internacional) constituyen uno de los símbolos de lo que se ha calificado como sociedad del despilfarro y uno de los principales problemas medioambientales de los países desarrollados.
El que las basuras se asocien con el medio urbano, el que estén relacionadas con una infinidad de decisiones que afectan nuestra vida cotidiana, y el que éstas en última instancia sean llevadas a cabo por la generalidad de la población, provoca seguramente una inquietud que lleva más a exorcizar el problema que a tratar de abordarlo con soluciones alternativas. .
Y sin embargo, no es lo mismo, obviamente, proponer la desaparición en el mercado de los productos de usar y tirar si nos referimos a un envase de refresco que a una jeringuilla de un solo uso; ni resulta igualmente aplicable el reciclado al papel o al vidrio que a las pilas o metales; ni presenta las mismas dificultades implantar un programa de clasificación de las basuras en origen (en las casas o en los barrios) que una campaña para sensibilizar a la población de las ventajas de acudir al comercio con la tradicional bolsa de la compra.
Plazos, costes, capacidad tecnológica e incidencia social son factores que deben tenerse en cuenta en la valoración de los problemas medioambientales, y especialmente en el de las basuras urbanas, ante los que no caben actitudes estrictamente negativas, sino que exigen la colaboración de todos y el diseño de estrategias complementarias. La posición de la CE respecto al problema de los RSU pone el acento precisamente en el carácter complementario de las distintas estrategias de reducción de la producción de residuos, reutilización y reciclaje de aquellos que sea posible y eliminación de los que no admitan ese tipo de tratamiento.
La incineración de basuras con recuperación energética no sólo está admitida como uno de los métodos de tratamiento, sino que es el más difundido en los grandes núcleos de población europeos. Precisamente por tratarse de un servicio público y por el interés en ubicar las plantas cerca de los núcleos urbanos (debido a los costes de traslado de unos residuos dispersos) la Comisión Europea publicó en junio de 1989 una directiva sobre incineración de RSU, que exige unas condiciones de combustión y unos sistemas de eliminación de partículas y tratamiento de gases enormemente rigurosos, muy superiores a los de otros procesos industriales potencialmente contaminantes.
La comparación del tratamiento de RSU en nuestro país y en el resto de los países comunitarios resulta bien expresiva. En España se producen anualmente entre 11,5 y 12 millones de toneladas de RSU (aproximadamente un kilo por habitante y día), de los que nueve millones de toneladas van destinados a vertederos (la mitad de los cuales están calificados de entrada como incontrolados), otros dos millones son objeto de reciclaje de la materia orgánica para la obtención de compost, y el resto, menos de un millón de toneladas, son eliminadas mediante incineración, en la mitad de los casos sin recuperación de energía.
El porcentaje de incineración con recuperación de energía, en las cuatro plantas existentes en nuestro país, se sitúa así en un 3% del total de RSU, frente a un 19% de la media comunitaria.
Recuperación energética
Ese porcentaje se eleva para los países más desarrollados (con mayor concentración de poblaciones urbanas), de forma que puede establecerse un paralelismo entre el grado de riqueza y bienestar social, y de preocupación por el entorno, en términos medioambientales, y el nivel de incineración: 70% Luxemburgo, 65% Dinamarca, 50% Bélgica, 31% Holanda, 29% Francia, 23% Alemania, 10% Reino Unido.
Del resto de los países sólo Italia tiene un porcentaje similar al español (3%), y no existe en absoluto en Grecia, Portugal e Irlanda. Adicionalmente hay que señalar que algunas de las principales capitales incineran el cien por cien de sus residuos, y en los últimos dos años se han construido o están en proceso de construcción plantas en París, Londres, Arnsterdam o Ginebra.
A la vista de esos datos y siguiendo los criterios comunitarios, el Ministerio de Industria viene impulsando la instalación de ese tipo de plantas con recuperación energética mediante una política de promoción que incluye una tarifa privilegiada para la electricidad producida bajo estos sistemas, así como la subvención parcial de los costes de inversión, aportando recursos con cargo a programas energéticos nacionales o comunitarios.
Dicha política ha sido recogida en el Plan Energético Nacional aprobado por el Gobierno en 1991, que prevé la instalación, de aquí al año 2000, de una serie de plantas capaces de producir en torno a 1.300 millones de kilovatios / hora (en torno al 1% de la producción bruta de electricidad), eliminando aproximadamente un 30% de los RSU que se producen al año en nuestro país.
Con ser importante el planteamiento energético (se calcula que con los residuos producidos anualmente por un hogar de cuatro personas se obtendría, mediante la incineración, entre un 15% y un 20% del consumo eléctrico de esa misma familia) es evidente que hay otras formas más baratas de producir energía, y que como en el resto de las estrategias que afectan al medioambiente su valor hay que ponerlo en relación con las distintas alternativas de tratamiento.
En este sentido hay que valorar en primer lugar el hecho de que pueda aprovecharse energéticamente un residuo, que en todo caso habría que eliminar, como opción además frente a otros combustibles con impactos también medioambientales o que constituyen recursos limitados.
Por otra parte, la teoría de que la incineración de basuras desplaza la contaminación desde el medio terrestre al aire ignora deliberadamente las posibilidades de una tecnología ya probada y en constante proceso de perfeccionamiento (que asegura el control de los gases, y que reduce los RSU a un 10% de su volumen, transformados en cenizas inertes), frente a la realidad cotidiana de unos vertederos en los que los residuos son depositados sin garantías medioambientales respecto a los riesgos de filtraciones en la tierra o en los caudales subterráneos de las aguas, de reacciones químicas indeseadas, combustiones espontáneas efectuadas al aire libre, riesgos para la salud a través de los animales y las plantas, etcétera.
Confusión
Por último, contraponer la incineración de RSU frente a otras políticas, como el reciclado o la recogida selectiva, desconoce la realidad de que son procesos que suelen darse de forma complementaria, como lo demuestra no sólo la experiencia europea, sino el hecho de que las seis plantas que actualmente se promueven (Madrid, Valencia, Cádiz, Maresme, Cantabria y Mallorca) incluyen todas ellas sistemas de reciclaje, y que es precisamente en algunos de esos municipios donde se dan algunas de las primeras experiencias piloto de clasificación en origen.
La oposición esporádica que estas plantas incineradoras están teniendo en nuestro país por parte de determinados colectivos parece, pues, fruto sobre todo del desconocimiento.
Exigir tratamientos complementarios o la mejora de los requisitos medioambientales en todo tipo de procesos, incluida la incineración de RSU, es una actitud no sólo razonable, sino seguramente digna de elogio en la medida que contribuyen a la sensibilización pública en asuntos que nos afectan a todos.
Manifestarse, sin embargo, bajo el lema de Incineradoras, no gracias, si realmente lo que se está pretendiendo decir es Residuos, no gracias, resulta cuando menos confuso. Impedir el funcionamiento de las incineradoras cuando la alternativa, en el aquí y ahora, se reduce a depositar la bolsa de basura en un vertedero, o bien constituye la política del avestruz o bien atenta claramente contra la dirección del progreso y de la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Señalar, como se ha hecho públicamente, que, en el tema de los RSU, el atraso de nuestro país puede convertirse en una ventaja para eliminar los residuos mediante otros sistemas no alcanzados todavía en ningún sitio del mundo parece más que nada una contribución a la inevitable antología del disparate nacional.
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