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FERIA DE SAN ISIDRO

El corral de las discordias

Polémica, y maniobras no habituales en el reconocimiento de la corrida de ayer

Tres toros habían sido rechazados en la víspera de la corrida de ayer. El ganadero amenazó con retirar los que quedaban, y ayer, en el último reconocimiento, el presidente impuso su propio criterio ante el de los veterinarios y dio por bueno uno de los toros que había sido retirado el día anterior. No fue el único hecho sorprendente. Porque las maniobras que se realizaron ayer en los corrales donde se realiza el reconocimiento no fueron las habituales.

El reconocimiento de los toros, por el oscurantismo con que se celebra, es proclive a la polémica. Sólo pueden presenciarlo el presidente de la corrida, los tres veterinarios de servicio, el hombre de confianza de los matadores y el mayoral de la ganadería. La razón de que se haga a puerta cerrada es la de que "a veces se discute fuerte y que trascienda al aficionado lo que se dice ahí dentro no es bueno", dice una persona asidua a los reconocimientos. Ayer fue un buen ejemplo de ello. Solo que esta vez las discrepancias no fueron entre los veterinarios y el mayoral, que es lo normal, sino entre aquellos y el presidente. Éste, cuya profesión es comisario de policía, ignoró la decisión de sus asesores profesionales y ordenó que se lidiara un toro, el tercero de la tarde, que correspondió a César Rincón, después de que el día anterior fuera rechazado por su falta de trapío.

Entre este ir y venir, el toro perdió -o ganó, según se mire- 100 kilos. Porque en el acta que permitía la lidia de la corrida, Operario pesaba 590 kilos. Cuando salió a la plaza, el cartel que anunciaba sus características, le daba un peso de 490. El toro había engordado antes de salir a la plaza.

Hubo más hechos extraños en el reconocimiento de ayer. Porque poco después de iniciarse, dos toros ya lo habían pasado y permanecían en el corral previo al del apartado. Los dos siguientes ejemplares que se reconocieron no pasaron, en cambio, al corral que les da vía libre para su lidia.

Mientras, en otro permanecía la corrida completa del Marqués de Domecq, de la que tendrían que haber sido retirados tres toros por decisión de los veterinarios. Pero allí estaban todos juntos, tan en manada que Florito, el mayoral de la plaza, tuvo que pegarles en los lomos para separarlos y hacer entrar a cuatro en el corral del apartado para unirse a los dos ya reconocidos. No, no fue el de ayer un reconocimiento que tuviera un trámite habitual.

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