Muestra excepcional del medievo portugués

Con el patrocinio conjunto del Consorcio de Madrid Capital Europea de la Cultura, el de la Fundación Central Hispano y, naturalmente, la del Gobierno portugués, se presenta ahora en Madrid, tras ser exhibida en Gante con motivo de Europalia 91 -Portugal y en el Museo Nacional Soares dos Reis de Oporto, donde fue clausurada hace un mes, la exposición Portugal en el medievo, que contiene un excepcional conjunto de 164 piezas de la naturaleza más variada, pues entre ellas hay pinturas, esculturas, manuscritos, monedas, tejidos, obras de orfebrería, cerámica, etcétera. Antes, en cualquier caso, de destacar el valor histórico-artístico de la mayor parte de lo ahora exhibido (que, desde luego, roza lo inimaginable para una exposición temporal itinerante, y, en la medida que las autoridades portuguesas han permitido que se pueda ver en España, supone un acto de generosa amistad hacia nuestro país verdaderamente emocionante), me parece importante señalar el sentido conceptual de la muestra, que no es otro que una reflexión sobre la formación de la identidad nacional de Portugal, cuya personalidad se acrisola simultáneamente a la de otros dominios de la península Ibérica, sufriendo no pocas veces vicisitudes e influencias parejas. En este sentido, la documentación gráfica y artística nos va señalando el peso vertebral que la cultura monástica tuvo allí, como en la mayor parte de la Europa Occidental, la lucha contra el islam y la fortísima huella que dejó en todos los órdenes esta epopeya y, finalmente, la delimitación política de Portugal como reino, fundamento de lo que con el tiempo sería la nación portuguesa. Dicho esto de manera forzosamente esquemática, lo que está claro es que si hay un lugar donde comparativamente cabe comprender y apreciar mejor esta historia y donde, además, superando las antiguas rencillas e incomprensiones que supone el compartir durante siglos una frontera, puede resultar más instructiva es precisamente en el nuestro.

Por otra parte, esta excursión panorámica que retrospectivamente dirige nuestra mirada hacia el pasado medieval portugués, desde el siglo XII hasta el siglo XV, es una fuente inagotable de sorpresas admirables, cuya riqueza artística comienza a deslumbrarnos con piezas románicas de primer orden, como la escultura de un ángel y la pila bautismal del siglo XII, ambas procedentes de Oporto, el hermosísimo báculo procedente de la catedral de Braga o algunos de los cálices, patenas y cruces también de este mismo siglo XII, por no hablar ya del Apocalipsis de Lorvao, tan afín a nuestro beato de Liébana, hasta las maravillosas esculturas realistas de fines de la Edad Media.

En realidad, resulta casi imposible ponerse a distinguir y a alabar singularmente el valor de estas obras, dada su abundancia, en un escrito de estas características, lo que también ocurre con el apartado diplomático, epigráfico, numismático y bibliográfico de la misma, que reúne lo que casi podríamos llamar una especie de carta magna de la identidad histórica de Portugal, por lo que, más que insistir aquí ociosamente en ello, me limitaré a declarar que es una de las mejores muestras de arte medieval que hoy se puede contemplar acerca de un país con una de las tradiciones culturales más sobresalientes de Occidente, así como que el montaje dispuesto al efecto está a la altura de las circunstancias.