La televisión es el presente, no el futuro
Mucha era la expectación levantada por U2 en su primera visita a Barcelona, y sin embargo el Palau Sant Jordi no se llenó. Mucho se había hablado del espectáculo, del éxito de la gira, de las buenas críticas... Incluso fuentes de la organización afirmaron que las entradas para el primer día estaban casi agotadas. Falso. A las 20. 10 horas del sábado era posible comprar en unas taquillas sin colas todas las localidades que se deseasen para el concierto que comenzaba minutos después, y el grupo irlandés acabó actuando ante unas 14.000 personas, cifra bastante lejana de un verdadero lleno.
Triquiñuelas organizativas aparte que habrá que considerar como parte del negocio, lo cierto es que la campaña publicitaria en torno a U2 acabó por perjudicar al grupo. Mucho se había escrito de Brian Eno y su concepto vanguardista de escenario, de lo! monitores de televisión, de las cámaras de vídeo, de los Trabant suspendidos en el aire y de toda la suerte de cachivaches que hacían de Zoo TV Tour un espectáculo multimedia.
U2
Bono, voz y guitarra. The Edge, guitarra. Adam Clayton, bajo. Larry Mullen, batería. Barcelona. Palau Sant Jordi, 16 de mayo.
Y sí, efectivamente, había coches, pantallas y todo un montón de trastos, pero el efecto vanguardista del montaje sólo funcionó en la publicidad. Brian Eno ha imaginado un espectáculo muy estético que nos salva de ver al cuarteto pelado en escena, con un acertado estudio de luz que juega al- claroscuro, marcando los haces de los focos y resolviendo con ingenio el uso de los coches como punto de proyección lumínica.
Sin impacto
Ahora bien, todo ello careció de impacto para quien, sin ir más lejos, haya visto el Club Super 3 de TV-3 (ahí sí hay estímulos vertiginosos) o se haya tomado unas copas frente a las pantallas de televisión del Nick Havanna (¿un bar audiovisual en terminología de Brian Eno?). En pocas palabras, que a estas alturas ya hemos visto suficiente como para que 30 monitores nos impresionen por mezclar a Luther King con frases del estilo La contradicción es el equilibrio. El caso es que el inicial efecto sorpresa se fue diluyendo poco a poco, y sólo el componente sonoro acabó por enganchar a un público que coreó con locura los estribillos más populares de la banda. Porque musicalmente la cosa funcionó bastante mejor, gracias a que U2 no permitió que la tecnología redujese su música a la condición de anécdota.
Era difícil imaginarlo, ya se sabe que es un grupo rockero y auténtico, pero sorprendió gratamente la acidez con la que interpretó las primeras piezas del concierto, todas ellas de su último disco, un álbum que le ha devuelto en gran medida la credibilidad perdida.
En cualquier modo, U2 volvió a dejar claros todos sus vicios y virtudes. Su sonido es épico, hinchado y algo truculento. Bono sigue pareciéndose a santa Teresa de Jesús en un ataque de misticismo, y buena parte de sus canciones tienen algo de buñuelo: mucho volumen y poca sustancia.
A pesar de todo, U2 hizo un concierto correcto, impactante por momentos, entregado y con un sonido general aceptable. El cuarteto funcionó sin problemas, y el hecho de que cambiase el repertorio con respecto a San Sebastián indica que el grupo no ha perdido las ganas de jugar. En otras palabras, está menos acartonado que Dire Straits y mantiene la energía suficiente como para intentar soluciones a los desafíos que hoy comporta un concierto de masas. Sólo falta que la próxima vez lo sepa vender mejor.
Babelia
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