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Una enorme sombra sobre los Docklands de Londres

Enric González

La bancarrota de Olympia and York (O&Y) proyecta una enorme sombra sobre el futuro de los Docklands, la ciudad del futuro edificada en las afueras de Londres durante la euforia económica del thatcherismo. O&Y invirtió más de 800.000 millones de pesetas en la construcción del grupo de edificios de oficinas Canary Wharf, símbolo y centro de los Docklands, pero no ha conseguido que el nivel de ocupación del complejo inmobiliario supere el 50%. La Bolsa de Londres reaccionó ayer con un descenso en el índice general y fuertes caídas en las compañías inmobiliarias y los bancos Barclays y Natwest, especialmente expuestos a la deuda del gigante inmobiliario.

Un portavoz de O&Y dijo ayer en Londres que Canary Wharf quedaba al margen de la protección contra los acreedores conseguida en Canadá y Estados Unidos, y garantizó la continuidad del proyecto. "La bancarrota nos permitirá ordenar las cosas", afirmó.

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El rascacielos de Canary Wharf, de 270 metros y 59 plantas, es el más alto de Gran Bretaña. Fue planeado y edificado con la presunción de que el boom financiero de Londres no tendría fin. Sin embargo, la desregulación de la City tuvo un efecto contrario al previsto por O&Y: permitió a las compañías financieras prescindir de gran parte de su personal y reducir sus necesidades de espacio. Las previsiones de ocupación para Canary Wharf no se han cumplido ni de lejos, y los analistas opinan que el monstruo de los Docklands deprimirá el mercado inmobiliario londinense durante toda esta década.

El futuro de Canary Wharf depende casi por completo de la prevista extensión del metro que debe comunicar Westminster y la City con los Docklands, unas tres millas al este de la torre de Londres. Esta obra se ve ahora amenazada, porque O&Y se había comprometido a contribuir con unos 70.000 millones de pesetas al coste total de la obra, estimado en unos 200.000 millones. O&Y no podrá desembolsar su parte para extender la línea Jubilee, y el Gobierno británico no acometerá la inversión sin ayuda privada.

La planificación de los Docklands se hizo de acuerdo con el más puro pensamiento thatcherista: se urbanizó y construyó la zona sin otra comunicación que una línea férrea, dando por seguro que la necesidad de medios de transporte forzaría al sector privado a financiar el metro. Y las cosas han sucedido justo al revés.

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