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La suspensión de pagos del gigante inmobiliario Olympia and York desata la inquietud en las bolsas

Antonio Caño

La suspensión de pagos presentada el jueves en Canadá por la mayor compañía inmobiliaria del mundo, Olympia and York, cuyos rascacielos son famosos desde hace décadas en Nueva York, Toronto y Londres, provocó un clima de incertidumbre en los principales mercados financieros internacionales, aunque los expertos anticipan que los efectos serán más psicológicos que reales. La Bolsa de Tokio perdió ayer 730 puntos, mientras que en Wall Street se impuso la cautela con un descenso de 17,16 puntos al cierre de la sesión. El gigante inmobiliario declaró deudas por valor de 18.000 millones de dólares -más de 1,8 billones de pesetas- y la suspensión de pagos afecta a más de 100 bancos en todo el mundo.

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La fuerta caída de la Bolsa de Tokio, que experimentó un descenso de 730 puntos el día de ayer, no fue seguida después en Nueva York, donde la bolsa cerró con una pérdida de sólo 17,16 puntos en el Dow Jones. La caída no fue superior al extenderse los rumores sobre un posible recorte de los tipos de interés, según los expertos. Incluso en la bajada del índice Nikei, según los expertos, el efecto de la crisis de Olympia and York parece mínimo.Pese al nerviosismo desatado por el paso dado por este gigante inmobiliario, algunos expertos consideran que la crisis del sector inmobiliario estaba ya muy asumida por todas las instituciones financieras y estaba ya decontada por los mercados financieros.

"En el negocio inmobiliario, Donald Trump fue el primero en caer, y los mayores y más respetados, como Olympia and York, han sido los últimos. Pero, en el fondo, esto es saludable porque sirve para poner punto y final a los excesos de los años ochenta. Empezamos a dejar atrás los peores problemas de esa década", afirma el economista David Jones, de una de las principales compañías inversoras de Nueva York.

"En realidad esta crisis no es una liquidación sino una reestructuración. El mercado estaba ya preparado para esto desde hacía meses. Hay que contar con un efecto psicológico que podría hacer restringir el crédito de algunos bancos que han actuado con demasiada alegría, pero las consecuencias no serán mayores", opinaba una fuente bancaria en Nueva York.

Al anunciar el jueves por la noche la suspensión de pagos, el presidente de Olympia and York, Gerald Greenwald declaró que "el procedimiento iniciado representa un camino adecuado para reestructurar la compañía y asegurar su viabilidad a largo plazo".

La medida de suspensión de pagos afecta a las 28 filiales de Olympia and York en Canadá y a los activos de la empresa en EE UU, pero no a sus propiedades en este país. Olympia and York es dueño de 12 edificios en Nueva York, nueve en Toronto y otros en Chicago, Los Angeles, Boston y San Francisco. Quizá los más famosos son el First Canadian, una preciosa torre de mármol blanco que aloja un centro comercial en Toronto, y el World Financial Center de Manhattan.

La noticia sobre la suspensión de pagos de esta compañía hizo temer una catastrófica repercusión en los mercados de valores, por lo que suponía la caída de un símbolo que le dio a sus fundadores, los hermanos Reichman, fama de reyes de Midas, capaces de convertir en oro todo lo que tocaban.

Incertidumbre

Aunque todavía existe una gran incertidumbre, los expertos creen que el daño mayor había sido ya causado el pasado mes de febrero, cuando se tuvieron las primeras informaciones sobre los problemas de Olympia and York para refinanciar sus deudas con los principales bancos. Un mes después la compañía reconoció sus "dificultades de liquidez".

En marzo pasado, Thomas Jonhson, antiguo presidente de Manufacturers Hanover, reemplazó a Paul Reichman, uno de los hermanos fundadores, de la presidencia. Apenas veinte días más tarde, Johnson fue sustituido por Gerald Greenwald y se abrieron por primera vez los libros que mostraban las deudas de la famosa firma con un centenar de bancos.

En Canadá, el país donde las dificultades de Olympia and York puede tener peores consecuencias, el Gobierno, muy debilitado por la crisis económica y por la impopularidad del primer ministro, Brian Mulroney, ha advertido que no piensa intervenir en auxilio de la compañía afectada.

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