En casa de tío James
Apareció James Taylor en el escenario, se puso las gafas, cogió su guitarra acústica, comenzó a cantar Sweet baby James y empezó la fiesta. Una fiesta tranquila y reposada, con canciones suaves, idóneas para escucharlas en una noche de verano tumbado en una praderita y no como sardinas en lata. Pero era la primera vez que James Taylor (Boston, 1948) cantaba en España y el público que atiborraba la sala no estaba dispuesto a que el recital se le fuera de las manos. Y no se le fue.
James Taylor también puso de su parte. Unas canciones sencillas, basadas en pocos acordes y con un sentido de la melodía que, por misterios de la química musical, pone los pelos de punta. Como además la voz de Taylor no ha perdido un ápice desde que en 1971 alcanzó su mayor éxito con You've got afriend —una canción compuesta por Carole King que en Madrid el público cantó de cabo a rabo-, el recital tenía todas las cartas a su favor para alcanzar el éxito, Lo alcanzó desde el primer instante.
Con su aire de profesor despistado, a medio camino entre Papaíto piernas largas y Groucho Marx sin bigote, James Taylor dio una lección de buen hacer, de elegancia y de clasicismo. Todo se acercó a la perfección. El sonido fue matizado, claro y con el volumen preciso, prefiriendo el defecto al exceso. Los nueve músicos acompañaron con la justeza y mimo que requiere el estilo del bostoniano. Y James Taylor cantó como en casa.
Ambiente
Con un acercamiento entrañable, Taylor consiguió, a pesar de las apreturas y los sudores, crear un ambiente de mesa camilla, conseguir la complicidad de un público entendido y dispuesto, y hacer de la naturalidad una puerta abierta.
Y llegaron canciones nuevas (Copperline), que apenas se diferencian de las antiguas (Country road), manteniendo vivo un estilo agridulce, que sabe extraer lo abierto a partir de lo básico y que Taylor defiende con una voz nasal y aparentemente limitada, pero que al volcarse despliega una gama de matices y de posibilidades escondidas que asombran,
Tras dos horas de canciones, un pequeño descanso incluido, James Taylor no tuvo más remedio que volver para mover al público con un dedo, convertir el auditorio en masa coral y acabar casi a capella con Close your eyes. A la mayoría de los asistentes, de tanto dolerle los pies, ni le dolían. De tanto sudar, ni sudaba. Había sido el reencuentro con un 'viejo amigo; una noche feliz en casa de tío James
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