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Entrevista:

"Ninguna buena novela es fruto del azar"

Allan Gurganus, nacido en Carolina del Norte hace 42 años y comparado por los críticos con García Márquez, ha construido su primera novela a lo largo de siete años. La última viuda de la Confederación lo cuenta todo (Anagrama) es una obra torrencial y, sin embargo, amena. Cuenta la historia de los últimos 100 años de Estados Unidos a través de los ojos de una anciana de 99 recluida en un asilo y se ha convertido en un éxito de ventas en su país: 1,5 millones de ejemplares.

Pregunta. Usted ha dicho que le encantaría que su extensa novela fuera considerada como un clavo en el ataúd del minimalismo. ¿Realmente le revienta tanto esa manera de escribir?Respuesta. Bueno... la mayor parte de las novelas y cuentos minimalistas están protagonizados por unos personajes que no me interesan lo más mínimo. Son personas de esas que si te las cruzas en una fiesta te dedicas a darles esquinazo sin el menor rubor. Así que, ¿para qué me voy a gastar el dinero en leer historias sobre esa clase de gente? Siempre son personajes egoístas, preocupados por su pequeña realidad de divorciado o parado. Es gente que se esconde, y a mí me interesa la gente que se compromete con la realidad y que se preocupa por sus semejantes. Escribir fragmentos es muy fácil, pero no me interesa. A mí me gustan las historias con exposición, nudo y desenlace. Un escritor minimalista es alguien que ha abdicado de sus responsabilidades.

P. Esa descripción no le cuadra a Raymond Carver...

R. Claro que no. Salvemos a Carver. Era un gran escritor y un buen amigo mío. Lo que no pudo evitar el pobre, como tampoco pudo Hemingway, es que surgieran miles de imitadores tremendamente malos. Carver era un producto de la sociedad de la que hablaba, un hombre de clase obrera comprometido con su tiempo. Y como construía sus relatos con frases cortas, muchos han pensado que era fácil de imitar. Así se ha llenado América de niños bonitos de universidad que han intentado, sin éxito, asomarse a su mundo, un mundo que no es suyo y en el que se mueven a medio camino entre la figura del visitante y la del impostor. Yo estoy en contra de esa gente. A mí no me dan miedo las frases largas ni las construcciones ricas y complicadas. Por eso algunos críticos se han metido conmigo acusándome de anticuado. Pero no me importa. Soy de los que creen que los mejores escritores son los más ambiciosos. No hay una sola buena novela que sea fruto del azar.

P. ¿Por qué es tan larga su novela?

R. Porque el personaje principal, Lucy Marsden, es una anciana de 99 años que no calla nunca. Piense que esta historia empezó como una narración de 30 páginas. Luego pensé que podía llegar hasta 60. Y ya ve en qué se ha convertido la cosa: 950 páginas en la edición española. Lo que me sucedió con Lucy, con esa última viuda de la confederación, es que su espíritu se apoderó de mí y su voz fue mi voz. Me bastaba con escucharla y transcribir lo que decía.

Sur

P. ¿Qué hay de específico en el sur de EE UU?R. Allí está muy claro que se perdió una guerra. Cuando yo era un niño, ese sentimiento esta ba aún muy vivo. Crecí entre ruinas de la guerra civil y escuchando historias gloriosas, tanto que no me enteré de que habíamos perdido hasta los 14 años. El Sur está muy marcado por la presencia de los negros, que han contribuido a enriquecer nuestra realidad. Mi primer recuerdo es estar en brazos de una sirvienta negra El Sur tiene una gran tradición oral, de historias dignas de Shakespeare y Cervantes. Esa tradición me ha sido muy útil para escribir mi libro, un libro en el que, en cierta medida, pretendo comprender a mi propio país.

P. ¿Es usted de esos escritores que mantiene con su país una relación de amor-odio?

R. Absolutamente. El problema de América es que aunque te vayas la encuentras en todas partes. En España los mismos telefilmes que en Nueva York. Si me voy a una isla desierta lo primero que oiré será a Michael Jackson en la radio. Exportamos lo peor. Malos tiempos en mi país para la gente con conciencia.

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