El ganadero dice que es un honor que las figuras no quieran sus toros
José Antonio Hernández Tabernilla, propietario de la ganadería cuyos toros se lidiaron ayer, estaba contento con el juego que dieron: "Han ofrecido el milagro de la casta, esa a la que tan poco acostumbrados están los toreros modernos. Por eso los rechazan las figuras actuales, lo que es un honor y un orgullo para mí". Redondeaba sus argumentos añadiendo que el día en que los pidan esas figuras significará que se ha traicionado como ganadero para criar el toro comercial: "Lo que nunca va a suceder".El propietario de esta divisa madrileña, que contempló la corrida desde una localidad alta del tendido tres y se pasó toda la tarde tomando notas sobre el comportamiento de cada uno de sus toros, no quería entrar a valorar la actuación de Frascuelo y Cámara, los dos matadores que los lidiaron: "Insisto en que hoy es muy dificil darles la lidia adecuada, por la falta de costumbre. Por lo menos se han puesto delante y se han esforzado. Es un mérito del que, lógicamente, no pueden presumir las figuras".
Para Hernández, el secreto de la casta es muy fácil, aunque poco rentable en lo económico: "Seleccionar y enviar al matadero todas las vacas que no den la talla en este aspecto". Como ejemplo, agregaba que en su última tienta sólo tres de las 29 vacas tentadas quedó con vida.
La última parte de la conversación era para tocar otro tema polémico en la actualidad, el del nuevo reglamento, sobre el que opina que reúne cosas buenas y malas. "Lo peor es que, al igual que el de 1962, al que hubiera bastado con retocar levemente, no se cumple. Y lo vemos en dos asuntos tan importantes como los caballos y los petos. Entonces, ¿para qué redactar un nuevo reglamento?"'.
La fe de Mariano Jiménez
Mariano Jiménez, que no mató ningún toro de Hernández Plá, se mostraba satisfecho de su actuación al término del festejo y explicaba que gozó de una ayuda muy especial: "Soy un gran creyente en Dios y El me lleva ayudando mucho desde que pegué el petardo en mi despedida de novillero en Valdemorillo, a principios de temporada". Después de esa tarde asegura haber sufrido un gran cambio interior.
"Tras Valdemorillo me encerré varios meses en el campo", señalaba, "y me planteé que así no podía seguir. Dios me escuchó y gracias a eso estoy tan maduro como persona y, sobre todo, como torero, porque, si no, jamás habría estado tan tranquilo delante de los dos marrajos que me tocaron". En su opinión, sometió a los dos toros consciente de jugarse la vida en cada pase, por lo que estimaba que se merecía la primera sustitución del abono, si llega a producirse.
Frascuelo no coincidía con el ganadero al valorar el juego de los toros: "Han sido mansos, peligrosos y no se han entregado nunca, por lo que no se pudo redondear la tarde". El diestro se conforma con que la empresa se acuerde de él después de la feria.
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