Cartas a la familia
Marlene Dietrich confesó a Hasso pocos años antes de morir las dificultades económicas por las que atravesaba. Quería vivir en el anonimato, lejos de los periodistas, pero reconocía que tenía que seguir realizando algún tipo de actividad profesional para atender sus obligaciones. No quería fotos y evitaba al máximo las apariciones en público. En una carta a Hasso, fechada en junio de 1985, le informaba que ni siquiera había ido a la boda de su, nieto preferido, Paul Riva, en un pueblecito francés. "Mi hija María fue a la ceremonia, pero yo no porque aborrezco esos actos sociales", escribió en una de las cartas a Hasso a las que ha tenido acceso EL PAÍS."Odio a la prensa porque manipula la verdad", comunicaba a su primo en una carta, para más adelante añadir: "Pero para qué sirve el odio". "Gracias a Dios no estoy amargada. Afortunadamente, mis nietos llevan otro apellido, Riva, y por eso viven en paz. Todo esto te lo cuento para que te hagas la idea del ambiente en que paso mis días. ¡Y la Garbo tan tranquila en Suiza! Pienso que los reportajes periodísticos no tenían por qué producirme tantos disgustos. A veces tengo la impresión de estar en un purgatorio cuando veo algunas informaciones sobre mí", se lee en algunas de las cartas enviadas a su primo.
No mostraba demasiado interés por la reposición de sus películas alegando que no le reportaban beneficios económicos. "Agradezco tu carta del 13 de julio de l986", indicaba a su primo, "pero no me interesa lo que me cuentas de mis películas porque no recibo dinero y el dinero es lo que me interesa. En París si no tienes dinero las cosas se te Ponen difíciles". Un año antes había comentado por carta a su primo que tenía que "seguir trabajando a pesar de mi edad porque tengo que ayudar a muchas personas a pagar las facturas del médico".
Sentido del humor
No obstante, asegura Hasso, nunca perdió el sentido del humor. Ni siquiera cuando hablaba de la muerte. Una vez le comentó irónicamente que no era posible que todos los seres vivos subieran al cielo al morir porque no habría espacio suficiente para tal cantidad de gente. Marlene revelé¡ a Hasso en una de sus últimas cartas que había liberado a su hermana de un campo de prisioneros en la ll Guerra Mundial. La esposa de Hasso, Shirley Sondern, subraya que siempre recordaba en sus cartas su número de teléfono como si temiera que se fueran a olvidar de ella.
"Se sentía muy sola. Su madre murió cuatro años después de la guerra y más tarde su hermana. Hace unos 10 años falleció su marido. Yo era la única persona de la familia a la que podía acudir en los últimos años cuando se encontraba deprimida", declara Hasso.
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