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SEVILLA EXPO 92

Espectáculos callejeros de culturas lejanas hacen sombra en la Expo a la programación oficial

Danzas maoríes, mexicanas o de Zimbabwe llenan de emoción y exotismo la isla de la Cartuja

Andrés Fernández Rubio

Mientras muchos de los espectáculos de pago de la programación oficial de la Expo han tenido grandes claros en las butacas de teatros y auditorios, nunca faltan en las calles de la Isla de La Cartuja de Sevilla cientos de personas recreándose en los pequeños grandes espectáculos de culturas lejanas. Organizados por los pabellones, gratis y al aire libre, la emoción más libre y humana y el exotismo más caluroso llegan a través de la invocación al sol y posterior caída a la tierra de los voladores de Papantla, las danzas tradicionales maoríes e indonesias o los ritmos cazadores de la sabana.

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La caída de los hombres voladores

El Quijote de Welles no llenó; ni el de Scaparro en algunas de las representaciones. Mil quinientas entradas quedaron en la taquilla la primera noche en que actuó el ballet de la ópera de París, y también hubo claros en la primera noche de La Gallarda, 160 millones de pesetas para tres representaciones de un poema teatral intimista de Rafael Alberti.A la misma hora, ante decenas de curiosos encantados, los miembros del grupo Black Umfolosi cruzan el río Shashane.

"Cruzando el río Shashane nuestro rey desaparece. / Permanecerá vivo en nuestro corazón". En idiomas ndebele o en inglés, cantan y bailan ritmos tradicionales de Zimbabwe o composiciones dedicadas a la naturaleza, a los árboles y a los animales.

"No entienden las palabras", dice Lucky Moyo, líder del grupo, "pero ayer cantamos una canción que tenía que ver con el alma y el público guardó silencio porque captó perfectamente el sentido del ritmo".

El espectáculo, que se programa en la plaza de Africa hasta el 7 de mayo (de 21.00 a 22.00 y de 23.00 a 24.00), incluye danzas de caza en las que los hombres cubren el cuerpo con pieles de animales. Las palmas, los golpes de voz, los ritmos sincopados, las líneas melódicas entrecruzadas y las pisadas sonoras dejan, casi sin querer, el latido profundo de África.

En el pabellón de Nueva Zelanda, que ha optado por la discutible línea Disneylandia colocando una escenografía de acantilado con pájaros que mueven la cabeza, danzan todos los días un grupo de maoríes (15.00; 18.30; 19.00; 20.00 y 21.00). Unas mujeres gruesas transmiten al público su don apacible con el poi, una bola de poco peso sujeta a una cuerda que ellas saben balancear y acompañar al ritmo de las olas. Mientras, sus compañeros (uno de los cuales muestra un poder gestual que recuerda al actor japonés Toshiro Mifune), avanzan con las piernas arqueadas apoyando sus plantas con la voz. La calidez y la rudeza se confunden en el conjunto Waka Maori, creado especialmente para la Expo, con 42 miembros que se repartirán las actuaciones durante los próximos meses.

Poesía oral

La raza maorí de Nueva Zelanda lleva más de mil años de una intensa tradición folclórica que integra las relaciones del hombre con la naturaleza y con los dioses. Al carecer de lenguaje escrito, basaron su Historia y sus historias en la poesía, la oración, las canciones y la danza. "Cada movimiento de manos, pies, cabeza y brazos es un mensaje, un caleidoscopio del cuerpo combinado con palabras para ofrecer una imagen total de lo contado", explican en el pabellón.En la plaza de Asean, dos bellas jóvenes con gafas de sol y traje típico montan un caballo de cartón y cabalgan despreocupadas riéndose del tigre. Este, con una gigantesca corona de pavo real y unas fauces siniestras de tiburón, trata de acosarlas. Un hombre que lleva un turbante rojo domina la situación. El baile representa el acto de victoria del rey, con sus tropas a caballo, contra otro rey, el de los leones. Es una de las danzas tradicionales indonesias que presenta el grupo Dinas P. Dank Jawatimur a diario, hasta el 3 de junio, a partir de las 15.30. "Hubo un tiempo en que había muchos felinos en las selvas de Indonesia. El león representa el poder, y las plumas, la belleza", dice Mudjiono, productor del grupo.

La espectacularidad y el exotismo de las danzas se acentúa por la música, diferente a la que está acostumbrado el oído occidental. La trompeta, la percusión y el látigo fustigan los ritmos de aquellas selvas que poblaron aquellas fieras.

Un combo puertorriqueño, bailarinas brasileñas o grupos tradicionales europeos son otras de las muchas posibilidades que ofrece la Expo de acercarse a las músicas y las danzas del mundo. Un grupo de mariachis canta México, lindo y querido y toca Niño perdido.

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