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La dimisión de Cossiga agrava la crisis institucional

Francesco Cossiga, el más inquietante y perturbador de los siete presidentes electos durante los 44 años de vida de la República Italiana, dimitió ayer "para que Italia pueda tener un Gobierno fuerte" según afirmó en un mensaje a la nación que todas las cadenas de televisión trasmitieron a las seis de la tarde. La dimisión de Cossiga da un vuelco a la crisis italiana, trayendo a primer plano el debate sobre la reforma institucional y abriendo la perspectiva de una posible repetición de las elecciones legislativas, que, el pasado 5 de abril, propiciaron un Parlamento muy fragmentado.

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Cossiga ya había advertido de esta posible dimisión en cuanto conoció el veredicto de las urnas y más aún desde que las elecciones de presidentes del Senado y de la Cámara indicaron, el pasado viernes, que democristianos, socialistas, liberales y socialdemócratas estaban dispuestos a reconstruir la misma mayoría que había salido derrotada de la convocatoria electoral. El presidente advirtió, de inmediato, que no toleraría el "intento de resucitar el quatripartito" con algún parche, como podría ser la inclusión, a cambio de carteras ministeriales, de los verdes o del ex radical Marco Panella.Jurídicamente, su dimisión se explica porque, estando en los últimos seis meses de su mandato, que hubiera concluido naturalmente el próximo 3 de julio, Cossiga no tiene la facultad de disolver de nuevo el Parlamento para facilitar la salida de una situación que considera bloqueada.

Consecuencias traumáticas

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Durante la jornada de ayer, el presidente italiano que formalizará su dimisión el próximo martes, despachó con los representantes de todas las fuerzas políticas y con los nuevos presidentes del Senado y de la Cámara. Comenzó por Giulio Andreotti, primer ministro también dimisionario de este país, que, sin haber debatido aún los tratados firmados en Maastricht, se ha quedado en 48 horas sin Gobierno y sin jefe del Estado. Cossiga reconoce que algunos de sus interlocutores le pidieron que siguiera en su puesto, porque este cese anticipado puede complicar aún más las cosas, tener "consecuencias traumáticas" para Italia.

El Gobierno dimisionario seguirá en funciones para la Administración corriente y el presidente del Senado, Giovanni Spadolini, asumirá provisionalmente la Presidencia de la República con unas facultades que la Constitución no define pero que, presumiblemente, no incluyen la convocatoria de nuevas elecciones anticipadas.

La dimisión de Cossiga ha invertido, por otra parte, el orden de los factores y, en lugar de dar la confianza a un Gobierno, lo primero que tendrá que hacer ahora el Parlamento es elegir a un nuevo presidente de la República, tarea que, por ley, debería completar en los próximos 15 días. Y no es sencilla. La elección del presidente se rige por mayoría de los dos tercios de ambas cámaras en las tres primeras vueltas y por mayoría simple, en la cuarta. Es difícil que cualquiera de los candidatos previsibles la obtenga.

El democristiano Arnaldo Forlani no puede contar ni siquiera con todos los votos de su propio partido, porque el líder de la izquierda del partido, Ciriaco, de Mita, le considera responsable del fracaso de la negociación de Gobierno con los ex comunistas.

También Andreotti pasa por momentos bajos en la Democracia Cristiana, aunque sería mejor acogido en la izquierda. El líder socialista, Bettino Craxi, no puede esperar nada del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), que ve en él al gran culpable de la ruptura del diálogo, ni de los republicanos, que le identifican con la quintaesencia de la denostada partitocracia.

En tales condiciones, se ha lanzado alguna candidatura independiente, como la del filósofo y senador vitalicio, Norberto Bobbio, que podría servir de paso a unas nuevas elecciones.

Nueva candidatura

Pero, paradójicamente, en el caos que su dimisión refleja, cobra también cuerpo la hipótesis de una nueva candidatura del propio Cossiga. Ésta traería a primer plano el debate sobre el paso a una segunda República, que Cossiga, con el apoyo de socialistas, liberales, neofascistas, de la Liga del Norte y de parte de la DC, querría presidencialista.

El eje de centro-izquierda definido en torno a Andreotti, el ala democristiana de De Mita y al PDS, propugna en cambio, el mantenimiento de la República parlamentaria, con una neta distinción entre el presidente del Gobierno y el de la República.

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