Por la puerta grande
CarmenDe Georges Bizet, sobre libreto de Meilhac y Halévy. Intérpretes principales: Teresa Berganza (Carmen), José Carreras (Don José), Justino Díaz (Escamillo), Teresa Verdera (Micaela), Stefano Palatchi (Zúñiga). Producción: Royal Opera House Covent Garden y Gran Teatro M Liceo. Dirección escénica: Nuria Espert. Escenografía: Gerardo Vera. Vestuario: Franca Squarciapino. Coreografía: Cristina Hoyos. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo. Dirección musical: Plácido Domingo. Teatro de La Maestranza. Sevilla, 24 de abirl.
Hasta 40.000 pesetas se llegaron a pagar en la reventa por una entrada (el precio oficial de la más cara era de 10.000) para ver este derroche de buen hacer teatral que constituyó el estreno sevillano de Carmen. La misma magia de las cartas de la entrañable gitana se conjuró en el espectáculo del teatro de La Maestranza. Pero esta vez para bien.
No eran injustificados los temores previos. Un pecado muy nuestro es convocar precipitadamente a la galería a base de grandes nombres y luego olvidarse de que una ópera es algo más que un cartel que se cuelga en la pared (por cierto, ni uno solo en toda la ciudad). Pues bien, no: se trabajó con seriedad en La Maestranza. Otra cosa es que para la solemne apertura de esta temporada paralela a la Expo se optara por un montaje ya estrenado y ya visto por televisión. No se echaron los suficientes pellones al asunto y fue una pena, porque la expectación se vio perjudicada. Por lo demás, el mérito del video se lo seguirán llevando los anglosajones: ni una mala cadena se llevó a su catódica boca el evento. Una vergüenza.
El espectáculo fue redondo. No hay Carmen, hoy, como la que brinda Teresa Berganza. Las habrá con más chorro de voz, más arrojadas, más propicias a la vertiente ninfómana del personaje (que no lo tiene, por cierto). La Berganza es un abuso de sabiduría: esos portamenti que suenan a desgarro y que constituyen, en realidad, la pincelada precisa del aspecto canaille del personaje; esos fraseos que buscan el apoyo exacto en la palabra exacta; esos movimientos en escena que son a la vez, pura picardía seductora y convencido grito de libertad. Ahí se vio el profundo trabajo realizado de Espert, directora de actores más que de masas.
José Carreras está en plena forma. Hizo su don José, ese que enamoró a Karajan: maltratado por las circunstancias, consciente de su nula capacidad para modificar el destino. Pudo volverse a apreciar en el tenor catalán esa capacidad, sólo suya, de que el texto quede siempre incorrupto ante los embites orquestales. En cuanto al agudo, Carreras siempre ha hecho sufrir y siempre ha salido airoso de la prueba. Y eso que molesta a algunos y a otros, qué se le va a hacer, nos seduce.
El resto del reparto, a muy alto nivel: imponente el Escamillo de Justino Díaz; segurísimo, tenso, el Zúñiga de Stefano Palatchi; menos firme la Micaela de Teresa Verdera (tiene un vibrato algo chocante), aunque bien es verdad que dio su gran aria del tercer acto con convencimiento. Capítulo aparte merece Cristina Hoyos: dos apuntes flamencos de puro arte.
En cuanto a Domingo, está claro que su determinación de proseguir su carrera musical por la vía de la dirección es seria. Ahora sólo le falta, cuando se meta en lides orquestales, olvidarse de que es cantante: respeta con escrúpulo las voces, pero eso le lleva a sacrificar en exceso dinámicas y matices. En cualquier caso, tanto la orquesta como el coro le obedecieron con esmero y profesionalidad. Un último apunte para la escenografía: realista, con la vista puesta en la iconografía de carnet de voyage de finales del XIX. Exceptuando el tercer acto, que sigue resitiéndose (se cambió para Sevilla, tras las aceradas críticas de la prensa londinense), es bella de solemnidad.
Babelia
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