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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

10 años después

Hacía al menos 10 años que no estaba en Barcelona, y aprovechando una muestra de construcción en su feria, la he visitado, esta semana. He visto, como, siempre, una ciudad muy hermosa, llena de sorpresas arquitectónicas -la mayoría agradables-, sus gentes amables y corteses con el visitante, y un aire de víspera de fiesta grande que preludia los inminentes Juegos Olímpicos por todos los sitios.Me han sorprendido menos gratamente otras cosas. He visto en todas las partes, dependientes de la omnipresente Administración autonómica -calles, publicidad institucional, etcétera-, cómo el idioma común español ha desaparecido, siendo sustitui.do por rotulaciones e instrucciones exclusivamente en el idioma local, a veces. ininteligible para los forasteros, pero también para algún residente habitual, como me confesó algo resentido el sevillano conserje de mi hotel. En la feria, los stands dependientes de la Generalitat o del Ayuntamiento lucen su información de forma muy ostentosa en la lengua regional exclusivamente, a pesar de la cooficialidad del idioma que ahora llamamos castellano y que universalmente aún es conocido como español, y me ha parecido observar cómo cierto número de personas -muchas, jóvenes- parecen hablar el idioma común nacional de forma torpe o defectuosa, como haciendo un esfuerzo especial para encontrar la fluida comunicación.

Hubo un detalle final que me ha hecho reflexionar. En un puesto de la feria dedicado a la exposición de material de limpieza industrial, un operario desarrollaba su exposición práctica al público, y, mientras lo hacía, una señorita hacía la traducción simultánea de sus palabras con un sistema de megafonía que reverberaba su voz monocorde de una forma algo estridente y desagradable. Confieso que sentí una mezcla de tristeza y vergüenza ajena, pues todo aquello, con mi mentalidad quizá pretérita, me pareció simplemente grotesco, y estoy seguro de que muchos de mis amigos catalanes así lo deben de entender.

Olvidaba decir que la traducción que la señorita hacía era del castellano al idioma regional catalán. Me pareció todo un símbolo de los tiempos que corren y un aviso de los que, al parecer, quedan aún por recorrer-

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