Voces españolas para Rossini
La noticia es ésta: el teatro Lírico Nacional ha abierto sus puertas a la joven lírica española con un segundo reparto para su montaje de El barbero de Sevilla. A la vista de los resultados, de todo punto admirables, debiéramos hablar más bien de un segundo primer reparto pues la representación del domingo en nada desmereció de la del sábado y hasta diría que el maestro Zedda pudo realizar con mayor precisión y comodidad su versión. La Rosina de Lola Casariego resultó excelente por calidad vocal, extensión, técnica, estilo y emoción. En su bella manera de decir y hacer se advierte pronto la huella de su maestra, Ángeles Chamorro, lo que signifia un gran elogio par ambas.
Figura consagrada
La Casariego no va para figura; es ya una figura. Le dio respuesta su Lindoro/Almaviva, según lo entiende el tenor cordobés Juan Luque. Y lo entiende no sólo rectamente sino con ese entusiasmo que para Amadeo Vives era "la sal del alma". Cuantas extremadas ligerezas tiene la parte, fueron resueltas con dominio detallista por Luque. No mereció menos aplausos el Fígaro del santanderino Manuel Lanza, quien a los valores de su materia y de su instinto añade un conocimiento y una actitud introspectiva del curiosísimo personaje.
Gana a Fígaro en desvergüenza el cura don Basilio del que hizo una feliz creación Miguel Ángel Zapater, ovetense como la Casariego, y superó cum laude el aria de la calumnia, uno de los puntos más altos de todo el rossinismo. Exacto el más gris personaje de don Bartolo, el donostiarra José Antonio Carril y perfectamente a tono la malagueña Isabel Monar, en Berta.
Subrayemos la perfección rarísima, incluso en teatros de campanillas, lograda en los números de conjunto. Resumen: las voces españolas continúan, la tradición ni se rompe ni se acaba y el futuro está garantizado. Evidenciar todo esto ha sido el gran gesto de Emilio Sagi, sobreintendente del Teatro de la Zarzuela y principal precursor de este proyecto.
Babelia
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