Organizaciones empresariales y sociedad civil
Destaca el articulista el papel positivo que pueden jugar las organizaciones empresariales en la defensa de la economía de mercado, sobre todo en los países en vías de desarrollo, a la vez que defiende la coherencia y el rigor ético de dicho sistema, en contra de la mitificación del éxito especulativo a corto plazo.
Sobre el papel de las organizaciones empresariales en la perspectiva de los próximos años, hay un aspecto que me parece de interés suscitar, y que tuve la oportunidad de hacerlo en la conferencia empresarial recientemente celebrada en Madrid. Me refiero a la actuación de las organizaciones empresariales en cuanto miembros activos de la sociedad civil y, particularmente, al rol de las mismas en la defensa del modelo de sociedad libre de mercado, único en el que espontáneamente la empresa brota y se desarrolla.En los países europeos con sociedades civiles maduras, reivindicar la necesidad de defensa del modelo de sociedad libre y de mercado puede parecer a algunos innecesario. Creo yo, sin embargo, que se ciernen sobre bastantes de nuestros países, cuanto menos, dos peligros para el mantenimiento a largo plazo del sistema de mercado: el primero es el crecimiento desmesurado del sector público, en casi todos los países muy presente en la vida social y económica y que a largo plazo puede llegar a desnaturalizar el sistema de mercado, y el segundo, que tiene una dimensión ética, sobre el que querría detenerme un instante. En efecto, el buen funcionamiento de una economía de mercado exige un alto nivel de consenso social en torno a un conjunto de valores que afectan a la colectividad; me refiero al valor del trabajo en la consideración social, al aprecio por la obra bien hecha, al respeto a la palabra dada y al cumplimiento riguroso de los compromisos adquiridos, al respeto a las personas y a las propiedades ajenas, al respeto por el beneficio ajeno legítimamente obtenido,etcétera; es decir, me estoy refiriendo al conjunto de valores que de una manera paulatina fueron incorporándose, a lo largo de la historia, a la civilización occidental y que hicieron posible el nacimiento del capitalismo y han arropado y lubrificado el sistema de economía de mercado durante los últimos siglos. Pues bien, algunos de estos valores están en crisis: se está extendiendo hoy la idea en algunos de nuestros países de que todo vale si se alcanza el triunfo (la legitimación por el éxito), se admira el logro del dinero por sí y no en función de las tareas desarrolladas para obtenerlo, con frecuencia se confunde al corsario-depredador de empresas con el auténtico empresario en perjuicio de éste, no se valora adecuadamente la moral del esfuerzo y la austeridad, se incumplen a menudo los contratos verbales, etcétera. Y todos estos contravalores van minando el sistema de economía de mercado; actuando como las termitas, van destruyendo sus cimientos, ablandándolos y, en definitiva, socavándolos.
Dos peligros
Y ante estos dos peligros, el del crecimiento del sector público que puede llegar a bloquear el sistema de economía de mercado y la aparición de contravalores que están socavando el mismo, las organizaciones empresariales tienen un importante papel que jugar.
Poco cabe esperar en este terreno del sistema político, en el que entre partidos contrarios, en general, existe un consenso tácito que toma esta realidad como un dato y no como variable a modificar. Y de las otras instituciones de la sociedad civil tampoco es razonable esperar iniciativas eficaces, sobre todo por la escasa sensibilidad general ante estas cuestiones, que se deriva de la misma complejidad de los procesos económico-sociales, difíciles de entender para quienes no se ocupan de estos asuntos.
Por ello, me parece que la iniciativa en estas materias tiene que corresponder a las organizaciones empresariales, que deben trabajar de una manera continuada en defensa de la pureza del sistema frente a los dos peligros señalados y a otros varios que, disponiendo de más espacio, podríamos enumerar. Pero que deba corresponder a ellas la iniciativa no quiere decir que hayan de actuar en solitario; precisamente, la eficacia en este terreno será tanto mayor cuanto más numerosos sean los aliados con los que se cuenta, y en la estrategia de alianzas con otros segmentos de la sociedad civil creo que los sectores preferentes han de ser el mundo de la enseñanza, la literatura y las artes, las iglesias y el mundo de la comunicación, mereciendo la juventud,en este campo, una atención preferente.
Pero si estas consideraciones sobre el papel de las organizaciones empresariales en defensa del modelo de sociedad son de aplicación en los países que calificamos al principio como de sociedades civiles maduras, me parece que cobran todavía mayor trascendencia en los países con sociedades civiles emergentes. Me estoy refiriendo, sobre todo, a los países de América Latina que están estrenando el modelo de sociedad de libertades y, particularmente, a los del centro y el este de Europa, que acaban de salir del largo invierno comunista. En estos países, las asociaciones de empresarios que se organicen tendrán un papel importantísimo a jugar en la fase de definición del modelo socioeconómico y en la siembra en toda la sociedad de los valores que dan soporte a la economía de mercado, para lo cual será muy importante contar con la alianza de los principales sectores de la sociedad civil, a los que seguramente en muchos casos habrá que ayudar a organizarse.
Nuevas organizaciones
En España hemos participado, en estos pocos años de existencia de las organizaciones empresariales, de todas estas preocupaciones, porque cuando tuvieron lugar las primeras elecciones democráticas después del régimen anterior, es decir, en el año 1977, en el que nacieron también las nuevas organizaciones empresariales, existía ya el problema del crecimiento del sector público y estaba pendiente el de la definición del sistema económico, y hoy, a 15 años vista, hay que decir que el trabajo desarrollado no se ha hecho en balde en ambos terrenos. En el primero, con un éxito aparentemente menor, que yo creo que es sólo aparente, porque si nuestra batalla no se hubiera dado, el sector público habría crecido todavía más y estaría más presente en la vida social. Pero en el segundo campo, en el de la definición y defensa del modelo de sociedad, el éxito ha sido importantísimo, y, hoy, vemos consagrado en el artículo 38 de la Constitución española el sistema de "libertad de empresa en el marco de la economía de mercado, obligando a los poderes públicos a que garanticen y protejan su ejercicio", y lo que, si cabe, es más importante, asumido ello plenamente por la sociedad.
En estos asuntos, me parece que las organizaciones empresariales de Europa occidental podemos prestar un gran servicio a las sociedades de Europa oriental, pues ocasiones seguramente no nos faltarán para aconsejar a nuestros colegas de esos países en los próximos tiempos.
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