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El baile de las lonas tensadas

Junto a los desarrollos del mobiliario urbano, la imagen emblemática de la Exposición Universal de Sevilla la proporciona el baile de las lonas tensadas y las pérgolas, los muros de agua, la forestación de naranjos, chopos, cipreses, palmeras, pinos, olivos, fresnos, moreras y jacarandas.En ese universo que continúa su vida hasta las cuatro de la madrugada, la iluminación ha corrido a cargo del estudio King y Santiago Miranda.

Santiago Miranda trabaja en Milán, pero es de origen sevillano. Su elección reproduce otras muchas decisiones de preferencia local, pero el resultado es también aquí satisfactorio. Las farolas de dos niveles, las peinetas o veletas que rodean el recinto o las tulipas que a ras del suelo son esbeltas y pulcras. Destaca el azul de sus armazones, que confiere unidad de color y se empareja en parte con los azulejos añil que cubren el lecho de las canaladuras y los senos de las piletas que han diseñado los valencianos Daniel Nebot y Nacho Lavernia.

Piletas a las que no les falta nada en su singularidad, pero que juegan mal con las papeleras de Pedro Millares, que las rebasan demasiado en estatura y las desmienten en el color. Las papeleras de Miralles, muy abundantes, responden al azul acuático de la Expo (un color que se repite en autobuses, teleférico y monorraíl), pero que chirría junto al añil. Por otra parte, parece que vayan a faltar fuentes de acuerdo con la sed que ha de asaltar a las visitas mientras las papeleras son plaga.

Lavabos bien dotados

Abundan también los lavabos dignos y bien dotados, aunqué hayan sido instalados en casetas de quita y pon. No merece el mismo juicio positivo el diseño de los barracones de souvernirs, cuyo distintivo multicolor y poco elaborado jalona los paseos.

Y la misma objeción vale para los locales de restauración, que en ocasiones se afean por la falta de control sobre los rótulos de las empresas privadas. Por ese lado, la Exposición Universal baja la calidad de manera injustificada.

Finalmente hay que, decir algo sobre los uniformes del personal que asiste al visitante. Desde el personal de seguridad, ataviado de un granate amargo, hasta las azafatas, tocadas con el casquete del anagrama Expo, y las llamadas pupis (personal uniformado polivalente de información y servicios), agraviadas con unas blusas de bandera nacional, el buen estilo se encuentra ausente.

Y esto sin contar con la baja calidad de la confección en las prendas, donde las arrugas y las puntadas sin tino disminuyen la virtual galanura de los cuerpos. El apresuramiento ha llevado, acaso, a estos defectos que sin duda se hacen más visibles en una atmósfera tratada, en general, con esmero.

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