El líder que tiene más vidas que un gato
Arafat sobrevivió a mil peligros porque sólo confía en sí mismo, y en su sexto sentido
Yasir Arafat se acuesta al alba y comienza el día después de las diez, con gimnasia sueca y un desayuno -previo análisis químico- de yogur, miel y fruta fresca. Eso y las intempestivas siestas de media hora son quizá las únicas costumbres conocidas en la vida de un hombre que sobrevive gracias a su convicción de que el principal peligro es hijo de la rutina y la indiscreción.El resto es una secuencia de sorpresas y secretos, una encomiable práctica que confunde a asesinos e irrita a sus colaboradores más cercanos. Con enemigos mortales en los sórdidos extremos del viejo conflicto árabe-israelí, el líder palestino tiene buenas razones para confiar sólo en sí mismo y, a veces, en unos pocos más.
Arafat declaró una vez que, a causa de su constante trajín por el mundo árabe y el Tercer Mundo, prácticamente vive en los aviones que le ofrecen Gobiernos amigos. Según sus guardaespaldas, en el único lugar donde Abu Ammar, su nombre de guerra, duerme tranquilamente es a miles de metros de altura. A menudo, sólo él y la tripulación saben dónde van a aterrizar. Casi siempre viaja de noche. Desde que la aviación israelí derribó un avión libio con cerca de 100 pasajeros en 1973, aparentemente pensando que la plana mayor de la OLP se encontraba a bordo, Arafat jamás volvió a usar el aeropuerto de Beirut, aunque pudo hacerlo hasta 1982 en que la OLP fue expulsada de Líbano.
Sin embargo, no es sólo la devoción al secreto, lo que ha frustrado incontables tramas para asesinar al dirigente palestino. El propio Arafat atribuye su supervivencia a lo que sus íntimos colaboradores describen como un extraordinario instinto por el peligro, un sexto sentido que ha frustrado planes cuidadosamente concebidos por asesinos árabes e israelíes.
En tierra, jamás duerme dos noches seguidas en el mismo lugar. Incluso en el cuartel general de la OLP, en Túnez, Arafat es capaz de interrumpir una sesión de Al Fatah para cambiar de asiento. Abu Amrnar se siente más seguro instalado de espaldas a la pared, en un punto que ofrezca mejor visión de conjunto. Durante el asedio de Beirut, en 1982, la aviación israelí le persiguió día y noche destruyendo en su persecución innumerables edificios. A Ariel Sharon le había llegado la voz de que Abu Ammar estaba en tal o cual inmueble. La caza, a Arafat costó centenares de vidas civiles.
Enemigos implacables
Sus enemigos árabes, con el temible Abu Nidal a la cabeza, fueron igual de implacables, pero tampoco pudieron con el elusivo dirigente guerrillero.
Hasta ahora ha resultado más peligrosa su fascinación por la velocidad. Arafat estuvo a punto de perecer en más de una ocasión en accidentes de carretera. El más serio ocurrió en enero de 1969, cuando tomó el volante de su Mercedes blindado y salió de Ammán camino de Bagdad. Iba a ver a Sadam Husein y llevaba retraso. Llovía a cántaros. La falta de visibilidad le traicionó en un intento de adelantar a un camión. Dió un volantazo y el coche ,acabó descapotado por el impacto con el camión. Abu Daud, entonces comandante de los guerrilleros en Jordania y que acompañaba a Arafat en el asiento trasero, recuerda que éste se libró "por un pelo" de quedar decapitado. "Me asomé al asiento delantero. Ahí estaba, tirado sobre el asiento, en posición fetal, inmóvil, callado... pero vivo". Como muchas veces antes, y muchas otras después, Arafat se había agachado a tiempo.
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