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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El milagro Brahms-Zimerman

Las Juventudes Musicales de Madrid han presentado un recital de Christian Zimerman (Zabrze, Polonia, 1956), pianista que, en plena juventud, está ya instalado en la mejor historia de la interpretativa contemporánea.El programa revelaba ya el rigor de quien lo interpretaba: las Cuatro baladas, opus 10, de Brahms; Masques, de Szymanowski, y Cuatro scherzi, de Chopin. Cuanto Zimerman hizo en Brahms raya con lo increíble. El mundo íntimo, meditativo, a veces fantástico y siempre melancólico del compositor hamburgués parecía habitáculo normal de Zimerman. Imposible expresar en palabras la calidad de su sonido, la gama infinita de su dinámica, la claridad y dominio de un juego que, como en la misma obra de Brahms, jamás se pone al servicio del virtuosismo por sí mismo.

Juventudes Musicales de Madrid

Ch. Zimerman (pianista). Obras de Brahms, Szymanowski y Chopin.Auditorio Nacional. Madrid, 3 de abril.

Música altísima, las Cuatro baladas parten de un motivo literario: Edward, de Herder, que figura en la célebre Voz de los pueblos, pero el compositor escribe pura música que no precisa alusión a su origen. La versión, a tono con la calidad de la música, produjo en el público, que llenaba la sala, una reacción emocional muy intensa, detectable en un silencio activo y expectante. Una inolvidable lección.

El polaco Karol Szymanowski (Tymoshovska, 1882-Lausana, 1937), que programara tempranamente Rubinstein y fuera luego bastante olvidado, empieza ahora a salir de ese olvido. Masques constituyen un tríptico de gran valor musical y pianístico. Datan de 1916 y se inspiran en tres grandes mitos: Scherezade y Tristán, con el nombre anagramado de Tantris y convertido en bufón según la parodia del personaje escrita por Ernst Hardt. Y la Serenata de don Juan, que el músico dedicó a Rubinstein, con el que coincidió, entre otras ocasiones, en España en el año 1933. Suprimió Zimerman la Scherezade y pronto vimos la razón, pero hizo una traducción espectacular de Tantris.

Durante los Cuatro scherzi chopinianos, el pianista no cesó de toser. Ni siquiera la concentración puesta en juego por Zimerman evitó los constantes e inútilmente contenidos accesos, lo que nos habla de la importancia de su afección. Terminó, sin embargo, su recital entre aclamaciones, pero su Chopin padeció de inquietud y dejó la plaza entera del recuerdo a su Brahms.

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