_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El otro riesgo nuclear

EL DESTINO de las armas nucleares almacenadas en la antigua URSS ha sido uno de los motivos de preocupación en Occidente desde el derrumbamiento mismo del poder central que, al menos teóricamente, las controlaba. El accidente ocurrido en la madrugada del pasado martes en la central nuclear de Sosnovi Bar, cerca de San Petersburgo, ha provocado una nueva alarma, esta vez en relación con la seguridad de las 61 centrales nucleares dispersas en la Europa del Este, sensibilizados aún por el recuerdo del terrible accidente de la central de Chernóbil.Al parecer, el accidente no ha sido grave, pero ha servido para llamar la atención acerca de los escasos niveles de seguridad con que las centrales en cuestión han sido diseñadas y construidas, lo que, por otra parte, era conocido de antiguo por los expertos. La poca importancia concedida en los antiguos países comunistas a las medidas de seguridad en las centrales nucleares, mezcla de confianza irresponsable y de ahorro económico, contrasta con la progresiva importancia que se ha venido concediendo a este aspecto en los países occidentales.El caso es que la propia seguridad de la población local está en peligro, y, más allá de las fronteras, que sirven para separar unos países de otros, pero no para impedir la propagación de agentes nocivos y contaminantes, también la de los países próximos, amenazados por la posibilidad de nuevos accidentes. El asunto se presenta con perfiles especialmente sombríos, dadas las dificultades económicas que están sufriendo los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), causa de insuficiencias en el mantenimiento, reparación o reforzamiento de los dispositivos de seguridad existentes, a lo que se añade el desorden organizativo en que se encuentra inmersa la sociedad entera. La prueba de que el panorama descrito no es únicamente un improbable ejercicio teórico es el patético episodio del cosmonauta al que no se pudo rescatar del espacio en el momento oportuno por esas mismas razones.

En el mismo sentido incide la diáspora, la desmoralización o el abandono de una comunidad de científicos y técnicos que se encuentran entre los más capaces del mundo, pero que, por las causas antes apuntadas, están dejando sus países de origen o trabajando en ellos en condiciones lamentables. La falta de experiencia y conocimientos técnicos disponibles para casos de posibles emergencias nucleares es un nuevo factor que podría multiplicar los efectos indeseables de un nuevo accidente.

Urge, pues, añadir a los programas de ayuda para el desmantelamiento de los misiles, ya en aplicación o en estudio por los países occidentales, la consideración específica del problema que plantean las centrales nucleares en funcionamiento, en muchos casos imprescindibles para el suministro energético de territorios considerables, pero que no cumplen los requisitos mínimos de seguridad hoy en vigor en la mayoría de los países. Ese tipo de programas debe incluir necesariamente el cierre de las instalaciones más irrecuperables, con la consiguiente sustitución por otras fuentes de energía, junto con reformas de gran envergadura en aquellas otras que pudieran ser reformadas. Las estimaciones realizadas por la Comunidad Europea cifran su coste económico en cantidades muy superiores a las necesarias para llevar a cabo el programa de desmantelamiento del arsenal nuclear.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Caro, pero necesario, pues se trata de intentar conjurar situaciones peligrosas que pueden presentarse a lo largo de prolongados periodos de tiempo y que afectarían a gran cantidad de personas. Sin olvidar que es necesario contribuir a que permanezcan en sus países de origen los científicos e ingenieros necesarios para vertebrar todo el complejo industrial, energético y sanitario, hoy en peligro de disolución. Es ciertamente hipócrita el afán por conseguir que los científicos relacionados con el armamento nuclear permanezcan en el territorio de la CEI para evitar que países supuestamente peligrosos contraten sus servicios, mientras se está produciendo un drenaje de todo tipo de profesionales y expertos hacia los países occidentales en una loca competencia por ver quién consigue más y mejores científicos ex soviéticos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_