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LAS VENTAS

Aquel torito portugués de casta brava

El torito portugués se comía la muleta... El torito portugués había querido comerse antes al banderillero, que era su propio matador, Javier Vázquez. Al verlo contonearse en medio del redondel, se le arrancó como una bala. Javier Vázquez, por esquivar la bala terrorífica y prender el par de banderillas donde cayera, lo dejó floreando cerca del mismísimo. Dos palmos más atrás, y tal que en el mismísimo se lo planta. El torito portugués únicamente se había mostrado cobardica con los caballos, de los que huída despavorido al sentir el escozor de la puya. Pero una vez los caballos -sus bestias negras- hicieron mutis por el foro, se recreció y no paró de embestir con casta excepcional.El torito portugués puso a discutir a los aficionados. Unos querían premiar con vuelta al ruedo su recrecida codicia, mientras otros disentían recordando sus espantadas del primer tercio. De todas maneras, para entonces el toro ya estaba muerto y desorejado por mor de la torería de Javier Vázquez. Y esto aún tenía mayor importancia.

Peñajara / Vázquez, Pérez, Rosa

Cinco novillos de Peñajara (2º, devuelto por inválido), con trapío y variada capa, encastados; inválidos 1º, 2º y 6º; 5º derribó. 4º sobrero de Antonio José da Veiga Teixeira, con trapío y comalón, manso en varas pero de casta excepcional.Javier Vázquez: pinchazo bajo, estocada y descabello (algunas palmas y también protestas cuando saluda), pinchazo y estocada (oreja). Obdulio Pérez, de Mocejón (Toledo), nuevo en esta plaza: pinchazo y media perdiendo la muleta (palmas y también protestas cuando saluda); estocada corta trasera tendida (silencio). Ángel de la Rosa: estocada corta caída (oreja con algunas protestas); pinchazo y estocada (escasa petición y vuelta con protestas). Enfermería: asistidos el banderillero Felipe Flores, cogido por el 3º, de puntazos en el cuello y muslo, pronóstico menos grave; y el picador Diego Ortiz, derribado por el 5º, de contusión en un musmIo, leve. Plaza de Las Ventas, 29 de marzo. Más de media entrada.

Cualquiera puede entender que no es lo mismo torear un torito docilón que uno recrecido, con voraz apetito de banderilleros y de muletas. Javier Vázquez citó de rodillas y en los medios al encastado torito portugués, vació su fiera acometida en los vuelos de un afarolado, y continuó de pie, en redondo, con total dominio de la situación. Valeroso y empleando una técnica magistral, Javier Vázquez presentaba adelantada la muleta. El torito se arrancaba veloz y la perseguía codicioso, sin poder alcanzarla nunca porque el torero templaba la embestida larga y remataba donde debía rematar. Y, además, cargaba la suerte, consumando las tandas en perfecta ligazón. Al natural se acopló menos Javier Vázquez, pero repitió los derechazos añadiendo cadencia y galanura a su impecable ejecución, desplegó una hermosa teoría de ayudados y marcó limpiamente los tiempos del volapié.

Esos fueron el toro y la faena de la tarde, dentro de una tarde donde hubo muchos lances de interés. El propio Javier Vázquez lanceó bien a la verónica, dibujó la media verónicas e instrumentó quites variados. Ángel de la Rosa, por su parte, consiguió atemperar la aspereza de su primer novillo en una mandona faena de mucha entrega, más centrada cuando templó los naturales. En uno de estos el novillo le pegó un volteretón, y al incorporarse repitió la suerte, tan valiente como antes del percance. Al sexto también lo toreó reposado, aunque ahogó la escasa embestida del novillo y, salvo unos excelentes pases de pecho, dejó cortos los muletazos.

El debutante Obdulio Pérez ensayó un toreo clásico, siempre por delante los engaños, cargando la suerte. Sufrió una voltereta tremenda en el segundo y continuó la faena muy decidido, lo cual es prueba inequívoca de valor. Quizá el problema mayor de Obdulio Pérez consista en que está poco placeado y seguramente por esta razón lució poco.

Empezó la novillada con mal signo: el primero era un desvalido cornudillo, tan inválido que lidiarlo constituía un atentado a la decencia, y el segundo tampoco estaba muy católico. Sin embargo cuando salió aquel torito portugués de casta excepcional que embestía como una bala y Javier Vázquez lo toreó como Dios manda, Las Ventas se puso a presión y la fiesta volvió a ser el mayor espectáculo del mundo.

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