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¡Adios, minero!

Los protagonistas de la larga marcha hacia Madrid, emocionados por las muestras de apoyo

"En estos 19 días hemos tenido las emociones más fuertes de toda nuestra vida". Chelu, 28 años, ayudante minero, apura su whisky JB en un vaso de plástico. Sus contertulios asienten: Vicente Valderrey, 33 años, y su hermano Joaquín, de 43, ambos entibadores; Eradio, de 29, picador... Son el "equipo de los colombianos": han marchado en el pelotón o en la cola para tirar del resto de sus compañeros en la larga caminata iniciada el pasado día 5 en Villablino (León) y que concluyó ayer en Madrid. El objetivo de la odisea: conservar sus puestos de trabajo.Vestidos con chándal, recostados sobre sus colchonetas, forman el grupo más bullicioso de las canchas de baloncesto del polideportivo de Aluche, que acoge, en su última noche fuera de casa, a los 400 mineros de la Minero Siderúrgica de Ponferrada que decidieron reventar sus pies para salvar su futuro.

Algunos, metidos en sacos, leen periódicos o dormitan bajo los potentes focos. Otros charlan quedamente. De las gradas, cuelgan toallas húmedas. Por el suelo se esparcen cascos, zapatillas desgastadas, mochilas y alguna garrota. Todos están morenos: el sol y el viento han enrojecido narices y mejillas.

Es el final de la aventura, un reto que muchos pensaron que no llegarían a culminar. Pero no es noche para "grandes timbas". Están cansados, y piensan en el regreso: en las conversaciones con la dirección de la empresa y, sobre todo, en sus ocho compañeros encerrados en el pozo Calderón desde hace 50 días. Su recuerdo les obsesiona. "Nos han dado toda la fuerza para seguir adelante".

La opinión es unánime: lo más duro ha sido la marcha en sí, sobre todo las dos primeras etapas. Y separarse de la familia. "Los mineros somos sedentarios", dicen. Pero todo ha quedado compensado con la solidaridad de la gente, sobre todo, la de los niños. Estos hombretones curtidos sonríen con ternura cuando recuerdan a seres diminutos gritándoles desde las aceras: "¡Adiós, minero!". "LLegar a los pueblos, y ver cómo los niños alargaban unas maninas tan chiquitas para que se las estrecharas ... ha sido lo más bonito", dice Joaquín. Chelu lloró con una poesía que una niña les dedicó en Bembibre (León).

Vicente dice que no olvidará el momento en que, desde el Puerto de Los Leones, vislumbró "Madrid debajo del humo". "No nos esperábamos este recibimiento", comenta Chelu. "Pozuelo ha sido el único sitio donde no nos han salido a ver".

"Esta marcha nos ha unido más que la propia lucha sindical", dice Joaquín, jugueteando con la armónica que siempre le acompaña. "En la mili hice buenos amigos, pero con el tiempo se han perdido. En este caso sé que nunca los perderé. Seguiremos fieles siempre".

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