Midori, nueva estrella del violín
La Escuela Superior de Música Reina Sofía, creada por la Fundación Isaac Albéniz, presentó el martes en el auditorio grande un concierto de la cátedra Sonny de violonchelo. Se trataba de presentar a la violinista japonesa Midori, la última estrella aparecida en el horizonte violinístico internacional.Tenía Midori 12 años cuando se presentó en Nueva York con Zubin Metha, y a los 14 y 15 realizó sus primeros registros discográficos. A estas alturas, apenas cumplidos los 21 años, Midori ha tocado con todos los grandes, en las mejores plazas musicales, y es artista exclusiva de Sonny-Classical, que la cuida hasta el exceso verbal de su literatura publicitaria. Pero esta vez, si la leyenda ha ido por delante, la realidad la confirma. Estamos ante una intérprete singularísima, de técnica depurada y excelente y criterios musicales tan flexibles como pudo comprobarse al pasar de Haendel a Beethoven (Sonata en do menor número 7) y de Beethoven a Fauré en esa suma de exquisiteces que a erga su Primera sonata en la mayor.
Escuela Superior de Música Reina Sofía
Cátedra Sonny de violonchelo. Midori (violinista) y McDonall (pianista). Obras de Haendel, Beethoven, Fauré, Ysaye y Sarasate. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de marzo.
Después, e inevitablemente, un poco de sentimentalismo que roza el estilo de salón a cuenta de Eugene Ysaye en su Réve d'enfant y el tziganismo, un tanto hispanizado, de Pablo Sarasate en los Aires bohemios. La sesión, razonada por Paloma O'Shea en el programa de mano -la música como hecho de cultura y responsabilidad de toda la sociedad-, reunió a un público amplio, con la reina Sofía en cabeza y el predominio de profesionales, estudiantes y jóvenes melómanos al lado de muchos rostros conocidos de la cultura, la política y las finanzas.
Unanimidad
Hubo unanimidad en el aplauso, no sólo a la pequeña y grande Midori, sino también a su colaborádor, el excelente pianista americano Robert McDonall, procedente del Curtis Institute y de la Manhattan School. Fue un verdadero colaborador, lo que es necesario en el género sonatístico, y tuvo el buen juicio de no amordazar el plano cerrándolo o semicerrándolo. Ya se encargó el intérprete de adecuar el sonido al tan bello, incisivo e íntimo que Midori extrae de su Guarnerius del Jesu, 1735.Sobre lo dicho posee Midori, en alto grado, el don de la comunicatividad y aun diría de la fascinación, a pesar de que la cantidad de su sonido no resulte espectacular, al menos en una sala de las dimensiones del Auditorio Nacional. Ya es bastante espectacularidad la actuación de una violinista veinteañera con un dominio que somete el virtuosismo al más exigente rigor musical. Resulta muy alegre sintetizar la noticia: una estrella luminosa ha aparecido en el horizonte musical.
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