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La larga marcha del carbón

460 mineros de Laciana recorren a pie más de 500 kilómetros para exigir soluciones para MSP

"Llevamos sangre en los pies, pero las piernas son de hierro y el corazón, de fuego", improvisa Chelu Alvarez al llegar el miércoles con sus compañeros al pabellón deportivo de Astorga. Era el final de la cuarta etapa, una de las más duras de la marcha de 500 kilómetros que los mineros de la Minero Siderúrgica de Ponferrda (MSP) empezaron el domingo y que culminará el día 25 en Madrid. El cuarto día en 10 horas de caminata traspasaron la línea divisoria de las comarcas mineras de León remontando el puerto del Manzanal a 1.230 metros de altitud.

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Un futuro incierto

Chelu es ayudante de entibador desde hace seis años en el pozo Calderón, donde ocho de sus compañeros permanecen encerrados a 300 metros de profundidad desde hace 39 días. Nació en Villablino hace 28 años, y dice que no se mete "por gusto" todos los días a cientos de metros de profundidad: "Que tengamos que hacer esto para seguir picando carbón, jugándonos la vida... Si estuviéramos preparados nos buscaríamos un puesto en el Estado, en Telefónica por ejemplo. Todo el día en una silla".En el bar El Langreano, de Torre del Bierzo, los mineros, antes de la cena, aprovechan para hablar por teléfono con sus familias. El televisor reproduce los incidentes de Acenor en Llodio. Hay un silencio asboluto. "¿Tendremos que hacer eso para que nos oigan?", se pregunta un grupo de trabajadores apoyado en la barra. "La fuerza de la marcha en un 90% nos la dan los encerrados, y el otro 10% cuando recordamos que la Guardia Civil nos dio caña en la autopista", asegura Ángel Barreiro, ayudante de artillero del pozo Paulina.

Unos 500 kilómetros separan la capital de España de la comarca leonesa de Laciana. Dicen que la distancia es el olvido, y los mineros abundan en que es la que impide que se conozcan los problemas de 18.000 personas que viven del carbón ancladas en un valle verde, salpicado de escombreras de mineral, con malas carreteras y hospitales lejanos. Por eso, 460 mineros iniciaron el domingo día 8 una marcha desde Villablino a Madrid, una peculiar cruzada de 18 etapas que está previsto que concluya el próximo día 25 ante la sede del Ministerio de Industria.

"Con el panorama que tenemos, ¿qué nos queda más que España sepa que luchamos por nuestros puestos de trabajo?", afirma el abuelo Ares mientras camina hacia Astorga con paso ligero. Ares tiene 61 años y 36 de mina. Es el mayor de los que componen la marcha. "Si yo fuera joven haría lo mismo que vosotros", grita un anciano castellano golpeando con fuerza la garrota en el suelo, mientras la comitiva desfila delante de la puerta de su casa de Astorga. "Decid en Madrid que el agricultor también está muy mal y que qué hacemos con las vacas", apunta otro vecino.

Vestidos con traje de faena, casco, cantimplora, cayado y mochila en ristre, los mineros avanzan por la meseta castellana. "Pienso que donde hay un trabajador hay un apoyo. El hombre del campo también lo está pasando crudo, y seguro que nos entiende, no como uno de los nuestros, pero sí a su manera", afirma Juan Carlos Álvarez, barrenista del grupo Orallo.

Los mineros andan 30 kilómetros de media por día. Esta noche llegarán a Villalpando, después de recorrer la distancia que separa esta localidad de Benavente, 26 kilómetros de tierra zamorana. Concluida la séptima etapa habrán andado poco más de 200 kilómetros. Las llagas en los pies curan en muchos casos de noche y se reabren de día. "Aunque sea a rastras, pero llego", dice un trabajador del pozo María con un esguince persistente desde hace seis días.

Los pabellones deportivos y escuelas públicas donde han pernoctado hasta ahora recuerdan a hospitales de campaña. Después de la ducha, los 40 voluntarios de Cruz Roja no paran de trabajar. Reflex, yodo, linimento Sloan -"el de los bigotes"-, vendas, tiritas. "Yo no podría seguir caminando con estos pies llenos de bonchas [ampollas]", dice Pilar, una joven voluntaria, al tiempo que repasa minuciosamente los dedos de los pies de un minero con un algodón empapado en un líquido calmante. Día a día, al caer la tarde, como un ritual se dan masajes a piernas agarrotadas con fuertes dolores musculares. No hay bajas.

En la escuela de Torre del Bierzo, los niños han dejado un emotivo mensaje en la pizarra. Un minero apostilla con la tiza: "Estudiad. La mina es muy negra".

Compañeros, esposas e hijos acompañan a los trabajadores parte del trayecto diario. "Dejo a los nenos con mi madre y vengo a dar un abrazo a mi marido, más que nada por dar ánimos", dice Esperanza, la esposa de uno de ellos. "Ya sé que no le falta nada de nada. Saben que nosotras estamos en casa porque es allí donde tenemos que estar, cuidando la familia. Pero aunque sólo sea verle un ratito para que no desfallezca... ", remata otra esposa, que ha acudido a La Bañeza, el punto final de la quinta etapa.

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