Música y ecología
Música contemporánea de cámara, música acústica e instrumental y nueva música son algunas de las etiquetas con las que se ha intentado definir al Paul Winter Consort a lo largo de sus casi 25 años de existencia. Música ecológica también podría valer para esta formación, que ha incluido en muchas de sus obras cantos de ballenas o lobos y que ha grabado en estudios naturales como el Gran Cañón del Colorado o las orillas del lago Baikal, en Siberia. El amor por la música y la naturaleza, la idea de que ambas pueden unir a las personas como coordenadas básicas.Tres visitas en poco más de tres años es el balance en España del Paul Winter Consort, cuya presente gira está siendo grabada para un disco provisionalmente titulado Live in Spain. Por eso, la ya tradicional sesión de aullidos de los espectadores -Wolf eyes- tuvo especial trascendencia: más de uno podría aullar para la posteridad.
Paul Winter Consort
Paul Winter (saxo soprano), Paul Halley (piano), Eugene Friesen (violonchelo), Rhonda Larson (flauta), Glen Vélez (percusión) y Elliot Waldopian (contrabajo). Teatro Monumental. Madrid, 11 de marzo.
Sin disco nuevo desde su anterior concierto, era de temer una repetición de lo visto meses atrás. Pero tocaron piezas nuevas: varias del álbum de Paul Halley, Angel on a stone wall; una inédita: The man who planted trees, basada en un cuento de Jean Giono, y la recreación de Bright angel, que Eugene Friesen ha convertido en un ángel español. Otra novedad: un contrabajista que aporta, según Winter, "esas notas graves que hacía tiempo buscábamos".
Noche propicia
Y puesto que la noche era propicia a las sorpresas, el percusionista Pedro Esteban, con la Orquesta de las Nubes en su currículo, se unió por unos momentos a la celebración del Consort. Por lo demás, normalidad absoluta. Sonaron los temas clásicos (Icarus, Sun singer, Common ground ... ) y se contó con la asistencia enlatada de miembros honoríficos del Consort (ballenas, lobos, búhos ... ).De los instrumentistas, poco que contar a estas alturas: el saxo de Winter, reconocible entre mil; Larson, con su clasicismo a cuestas; Halley, impregnando con el lirismo de sus composiciones la música del sexteto; Friesen, como siempre, dando una lección magistral de libertad creativa, y Vélez, renunciando esta vez a su particular número de chamán percusivo para compartir un interesante dúo con Pedro Esteban (diría que el público salió ganando; si no en cuanto a espectáculo, sí en musicalidad).
Paul Winter no ha pretendido nunca sorprender con esquemas sonoros revolucionarios. Se trata de instrumentos clásicos, tocados con cierta libertad aprendida del jazz y con influencias de todas las culturas y criaturas del planeta. Es un discurso optimista y vital que tan sólo quiere comunicar armonía y belleza. Así de sencillo. Y así de hermoso.
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