El natural como último recurso
Desde toda la vida de Dios y hasta no hace mucho, los toreros que lo eran de verdad -o, por lo menos, querían serlo-, en cuanto se habían doblado por bajo con el toro y comprobaban que por el lado izquierdo tenía embestida buena, ya se echaban la muleta a la izquierda sin más miramientos; ya estaban toreando al natural, y si sabían hacerlo con ajuste y templanza, a los tres pases ya habían puesto la plaza boca abajo. Así era, y todos contentos. Ahora es al revés. Ahora los toreros que se creen toreros o los que van diciendo que quieren serlo, el natural lo utilizan como último recurso.En la tauromaquia moderna, lo que se lleva es pegar derechazos hasta la extenuación y, ya extenuado el toro (también el público, sólo de verlo), dan unos naturales, por compromiso y para que no se diga. Los tres novilleros de ayer lo hicieron así y sería extraño que lo hubieran hecho de otra manera, pues esa es la regla de la moderna tauromaquia, que aplican por imitación o por imperativo categórico. Una regla que han puesto de moda no los novilleros sino las figuras, naturalmente. El toreo actual, ese que es el mejor de toda la historia del toreo según los taurinos profesionales y algunos que les escuchan (los autores del nuevo reglamento, entre otros sabios) se estructura a base de derechazos. Es decir, que las faenas han de consistir en sobarle el costado derecho al toro hasta despellejárselo, y si acaba con la piel hecha tiras, esa es la faena perfecta. Después se le dan unos naturales por el lado contrario, para que no digan. Sobre todo los del tendido siete, que siempre andan diciendo.
Jaral / Muñoz, Carrasco, Rosa
Novillos de El Jaral de la Mira, bien presentados aunque algunos sospechosos de pitones, flojos, encastados y nobles.José Antonio Muñoz: pinchazo y estocada delantera (silencio); estocada atravesada y rueda de peones (silencio). Miguel Carrasco, de Huelva, nuevo en esta plaza: metisaca, bajonazo descarado y rueda de peones (silencio); pinchazo, bajonazo escandaloso, pinchazo, otro pescuecero -aviso-, pinchazo pescuecero y descabello (algunos pitos). Ángel de la Rosa: estocada trasera atravesada y siete descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda); pinchazo hondo -aviso-, pinchazo, metisaca bajo, dos pinchazos y seis descabellos (palmas). Plaza de Las Ventas, 8 de marzo. Tarde primaveral. Media entrada.
Entre los novilleros de ayer quien despertó fundadas expectativas de futuro torero fue Ángel de la Rosa, que alcanzó momentos muy cálidos en sus faenas. Sin embargo, de los tres, era el que más utilizaba los naturales como simple recurso. Si se descuida, ni como recurso: dio tres en cada faena y allá a las tantas. José Antonio Muñoz empleó algo menos este modernismo, pues a su segundo novillo le dio tempranero los naturales y por añadidura en aceptable número, lo cual parecía indicar que no recurrió a instrumentarlos para que no dijeran. Miguel Carrasco, en fin, ejercitó esta suerte fundamental del toreo con mayor convicción.
José Antonio Muñoz, donde lució, y a placer, fue en las verónicas con que recibió a sus novillos. Bien plantado, ganan do terreno, conduciendo lento y reunido el viaje del burel, cadencioso el lance. En cambio, con la muleta, se vino abajo. Sobó a derechazos (y algunos naturales) los novillos de su lote, sin temple ni inspiración y con abusiva utilización del pico
Buen corte torero
El debutante Miguel Carrasco tuvo una actuación llena de paradojas. Muleteó con muy buen corte torero, cargando la suerte y corriendo la mano según mandan los cánones, pero se hacía un lío con los terrenos y las distancias, por lo cual acababa achuchado y deslucido. Posiblemente aún está verdecillo, le falta asimilar las complejidades de la técnica torera y, en tal caso, le pusieron demasiado pronto frente al compromiso del toro de Madrid y el severo juicio crítico de la afición venteña.Por ahogar la embestida le resultó a Ángel de la Rosa desigual y un poco atropellada su primera faena. En el sexto salió decidido a triunfar y para que no hubiera dudas, saludó al serio novillo con tres faroles de rodillas. El último resultó tan ceñido que cayó al suelo, el novillo se revolvió para cogerlo y hubo entre toro, torero, cuadrillas y público una estremecedora refriega de embestidas, regates, carreras, derrotes, gritos y jaculatorias. No paso nada, y sólo lo pudieron entender aquellos que creen en los milagros de la Virgen.
La faena que realizó Ángel de la Rosa tuvo una primera parte excelente, con bien embarcados derechazos y pases de pecho hondos en perfecta ligazón, y siguió con altibajos, excesiva en número de pases, interminable y reiterativa, salvo aquellos tres desangelados naturales que dio a las tantas, como último recurso. Y no triunfó. No sólo no triunfó sino que escuchó un aviso, de poco recibe dos, y abandonó la plaza con más pena que gloria. Antes, a los que de verdad querían ser toreros, no les pasaba eso.
Babelia
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