"Cataluña es mucho más que yo"
![Xavier Vidal-Folch](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Faedae0bb-0d6e-459f-9dfe-2706e5fe4722.png?auth=a063b8a6c517022901a88a95f4c1505572e8da3a560efb661a27e9349d5e2921&width=100&height=100&smart=true)
Pregunta. Su objetivo es revalidar la mayoría absoluta de 1984, de 72 diputados. Sería la tercera. Si lo logra es un gran triunfo personal. Y si no, ¿es un fracaso?Respuesta. Éste es el objetivo, sí. Pero si lo logramos no es un triunfo personal, sino del proyecto de país que tiene Convergència i Unió. Yo soy sólo una parte de este conjunto. Una parte importante, si quiere, pero afortunadamente no agoto la capacidad de ilusión de CiU. Todos hablan hoy del riesgo de la abstención. Confío en el civismo del pueblo catalán y en que la abstención será menor de lo que se dice. Pero estoy obligado a llamar a nuestro electorado para que no se abstenga, y al pueblo, porque una alta participación es un signo de salud colectiva.
P. Las mayorías absolutas, en Barcelona o en Madrid, acaban deteriorando la función del Parlamento, primando al ejecutivo sobre el legislativo.
R. Los ingleses nos llevan mucha ventaja en experiencia y práctica democrática, ¿no? Pues Gran Bretaña funciona con régimen de mayorías y con gobiernos monocolores. Y el Parlamento británico está más vivo que cualquiera. Es un buen ejemplo. Esto tiene otra ventaja, que los gobiernos son mucho más coherentes y más eficaces.
P. 1980-¿1996? 16 años son muchos. ¿No se tiene miedo?
R. Toda persona debe vigilarse a sí misma. Es un tema moral más que político. Todos tenemos el deber de controlar nuestros propios errores, de vigilar nuestro temperamento: tener audacia, pero saberse controlar porque nuestras decisiones afectan a mucha gente. Y a más responsabilidades, más obligación.
P. Su lema es "Ara, més" (Ahora más). Sugiere continuidad. Y continuismo.
R. Decimos "Ahora más", y también "Un nuevo impulso". Si ha habido una política que durante 12 años se ha traducido en un crecimiento económico superior al promedio español y europeo; en un gran incremento de los equipamientos sociales; en un fortalecimiento de la convivencia y de la identidad catalana, ahora es lógico que debamos proponer la continuidad de este esfuerzo. Continuidad, pero no repetición. Hay que ir innovando siempre.
P. Sus adversarios le acusan de identificar Cataluña con su persona.
R. Es una crítica injusta. Quienes la hacen son incapaces de engranar bien con la realidad catalana. Yo noto en algunos de mis adversarios políticos un gran desconocimiento de lo que es Cataluña. Cataluña va mucho más lejos que cualquier persona, y evidentemente que mi persona. Yo, que amo a Cataluña, no podría de ninguna forma pretender esa identificación porque sería rebajar a Cataluña, y Cataluña es mucho más que yo.
P. Los nacionalismos europeos parecen vivir un reflujo tras la efervescencia del verano. El bullir lituano da paso a la moderación de los eslovacos, que rehúyen el referéndum que concedía el presidente Havel. Y algunos de esos movimientos del Este se asocian a conflicto y violencia.
R. No hay reflujo. Las pequeñas naciones que habían estado oprimidas y han ganado lo que han ganado, lo mantienen. Eso no retrocede, y nadie les discute sus derechos, luego no hay reflujo. El respeto por las pequeñas naciones que se han independizado, como Lituania, o por las que muy posiblemente permanezcan en su .marco estatal actual, como Eslovaquia, no retrocede. Se mantiene, se consolida. Sí es verdad que un cierto tipo de efervescencia es pasajero. Pasa el interés por la novedad. También ocurre que algunos factores de enfrentamiento en algunos países, que tenían que suceder inevitablemente una vez caída la opresión de tantos años, se superan y dejan de ser noticia. Ya se sabe que las noticias van ligadas al enfrentamiento, no a la normalidad.
P. ¿Repetiría, pues, su reflexión de septiembre sobre Lituania? ["Cataluña, como Lituania o Eslovenia, es una nación; pero no se puede comparar España con Yugoslavia ni con la URSS"].
R. Cuando acaba una situación de opresión, fácilmente puede haber excesos. En la misma España, pese a que la transición fue casi modélica, pese a que se realizó en una sociedad muy estructurada e inscrita en un contexto mucho más estable y favorable, el comunitario, tuvimos huelgas salvajes, mucha demagogia, terrorismo -aún no acabado de superar-, el intento de golpe. Y estos excesos destruyeron la economía de Portugal. Cuando hay cambios, hay algún exceso. Pero eso no quita que el cambio sea justificado y positivo. El gran peligro no es el de ahora, sino el de antes, que abocó a la destrucción de la economía, de las estructuras sociales, y de la iniciativa y la esperanza de la gente. No ha sucedido sólo en las naciones oprimidas, sino incluso en Rusia. En cuanto a mi frase de septiembre, el problema vino porque no se reprodujo completa, sino sólo su primera parte. El sentido global era que en Europa occidental, en Cataluña, esta cuestión se plantea de forma radicalmente distinta, pacífica, convivencial. Sería de mala fe establecer comparaciones subrepticias entre fenómenos tan diferentes.
P. Acabado el totalitarismo, el peligro parece cernirse en forma de nacionalismos desorbitados y fanatismo religioso.
R. El gran fanatismo era persistir contra toda lógica en un camino equivocado, opresor y muy cruel. Rechazados los excesos, hay que resaltar que disponer de la propia nación, de la propia cultura, es un derecho. Y vivir de acuerdo con las propias convicciones religiosas también. Estos derechos habían sido conculcados. No porque su restauración comporte algunos problemas hemos de considerarla peligrosa. Los nuevos problemas que aparecen están planteados sobre el hecho enorme y positivo de la recuperación de todas las libertades individuales y colectivas. De todas. La libertad es indivisible, pero es siempre conflictiva. Hay que encontrar, pues, equilibrios entre los valores: entre nacionalismo y universalismo, entre libertad individual y colectiva, entre derecho a la propiedad y justicia social. La clave de bóveda de la sociedad es, además de la libertad, el equilibrio.
P. Las aportaciones de lo nacional a la construcción europea pueden ser positivas: acercar las administraciones al ciudadano, dotar de contenido cultural al proyecto comunitario. Pero también negativas: localismos, pequeños caciquismos.
R. Me sorprende oír estos temores cuando los plantean quienes defendían y predicaban la profundización de la democracia. Profundizar la democracia significa llevarla a todos los rincones, situar muy abajo los niveles de decisión. Ello implica pérdida de poder en el centro, una mayor difusión del poder. Eso sí, en un marco más amplio.
P. Usted siempre ha apelado a la sociedad civil, a la iniciativa privada. Pero algunas prácticas de su administración aparecen como muy intervencionistas.
R. La apelación a la sociedad civil no implica la inexistencia de una estructura pública. El Estado debe estar dentro de sus límites, más modestamente que ahora: sin ahogar a lo privado. Al contrario, debe ponerse al servicio de la sociedad civil cuando se precise. Algunos predican que no haya Administración pública, salvo cuando la necesitan ellos. El Estado en Cataluña -que debe estar representado principalmente por la Generalitat-, el Estado español y la Comunidad Europea; los tres niveles requieren estructuras públicas que potencien la iniciativa de la gente.
P. Los municipios piden que las autonomías deleguen competencias al poder local.
R. Las competencias de cada uno están definidas claramente. En España, los poderes locales son los municipios y las diputaciones. Y el poder del Estado es el Gobierno central y los autónomos. Aunque se puedan delegar competencias, la delimitación es clara. Y la queremos clara porque sería grave que se empujase a las comunidades autónomas hacia el área local.
P. Con el final del franquismo, el nacionalismo tradicional español empezó a extinguirse. Sobreviven sólo residuo9 e inercias centralistas. ¿Comparte este análisis?
R. Creo que el nacionalismo español sigue y es actual y actuante. Probablemente será influido a lo largo del tiempo por el concepto que lentamente se va creando de lo que es España, cuyo carácter plurinacional, pluricultural y plurilingüístico cada vez es más evidente, y va siendo asumido. Y será influido también por la construcción europea.
P. ¿En qué se concreta ese nacionalismo? Porque usted ha defendido un nacionalismo catalán "de defensa" frente a un nacionalismo "de agresión".
R. La historia es muy diferente. Pesa en él lo que fue la Reconquista, el protagonismo en la unificación española, la proyección en América y la voluntad hegemónica en la Europa del XVI y el XVII. Todo ello configura un nacionalismo imperial de gran proyección mundial, muy diferente del nuestro, que no se ha podido basar en la fuerza y ha tenido que construir posiciones de defensa y realizarse en .la construcción económica y cultural del propio país...
P. Viene usted reclamando un "encaje" de Cataluña en España que no estaría culminado. Pero ¿no es el Estado surgido de la Constitución de 1978 el marco de ese "encaje"? ¿No se ha saldado el histórico pleito catalán con éxito? Cataluña preconizaba mercado, libertad, industria, sociedad articulada... Habría más motivo para la satisfacción que para la reivindicación.
R. Es cierto que la España moderna ha asumido, también por influencia catalana, aunque no sólo por ella, retos que la España tradicional rechazaba. Los rechazaba toda ella, no sólo la España de derechas, sino también la de izquierdas. Ahí está el "que inventen ellos". Ahí está el antieuropeísmo, de las derechas y de las izquierdas. Ahora aceptan valores que los catalanes siempre hemos defendido: la democracia europea, la modernización que pasa por la economía de mercado, el autonomismo. Yo no me quejo de esto, me quejo de que Cataluña hace de máquina de tren, pero no le dejan hacer de maquinista, al menos hasta hoy. Y de que después de nuestras contribuciones -a la República de 1931, a la democracia de hoy- quedamos muy al margen del sistema.
P. ¿No hay una distribución de responsabilidades? ¿Se aprovechan desde Cataluña las oportunidades?
R. Estos procesos nunca son culpa de uno solo. O sea que nosotros debemos también autoanalizarnos en este sentido. Es posible que empiece a haber en España la idea, que no existía hace 20 años, de que esto no debe ser así. Es posible. Pero hemos tenido tantas decepciones que debemos ser prudentes. La aportación de Cataluña a la recuperación de España, al cambio de mentalidad, ha sido muy importante. Y a ello hemos contribuido desde el presidente Tarradellas y los partidos catalanes en la transición, hasta el propio funcionamiento y peso de nuestra autonomía. No en vano el presidente González acaba de decir que Cataluña funciona mejor que el resto. Incluso una operación fallida como la Operación Reformista fue una aportación real: en más de un aspecto hoy se aplica en España más el programa reformista que el socialista. Y veremos lo que dan de sí algunas presencias políticas en Madrid: los tres ministros catalanes del período 1982-1986 arrojaron un balance muy malo desde el punto de vista catalán. Más que esas operaciones, lo importante es el peso de los hechos: ya se reconoce como ejemplar el modelo sanitario de la Generalitat, o de formación profesional, o de política deportiva.
P. El pacto autonómico, y la cooperación que comporta, es un buen escenario. Ahí hay un puesto para un maquinista.
R. No. El maquinista ya está definido. Es el ministro de turno y el partido hegemónico en Madrid. Sobre asuntos de nuestra competencia no queremos conferencias sectoriales porque limitarían nuestra autonomía. Con ellas, por ejemplo, no hubiéramos podido madurar un modelo sanitario como el que ahora tanto se alaba.
P. En el Consejo de Política Fiscal se han puesto las bases del nuevo sistema de financiación autonómica. ¿No es ése el camino?
R. No está acabado. Es cierto que el Gobierno central ha aceptado el principio de corresponsabilidad, cuya concreción se negociará en mayo-junio por el -nuevo Gobierno; vamos, en la nueva legislatura: lo negociará Macià Alavedra. Pero han aparecido nuevos datos que afectan a todo el problema: las exigencias de la convergencia europea, la aplicación de la llamada cohesión social. ¿Se modificará la política regional europea en beneficio de los Estados y en perjuicio de las regiones?
P. Con todas las discusiones pendientes, ¿no es ése el camino? Conjuga la lealtad autonómica del Gobierno central y la lealtad constitucional de las autonomías.
R. Las conferencias sectoriales del pacto autonómico no nos gustan nada porque laminan nuestras competencias. Nuestra alternativa es la relación bilateral y el reconocimiento del hecho diferencial. Nosotros venimos actuando en función de una lealtad colectiva que es más que la lealtad constitucional, porque es anterior a la Constitución, y no podemos hacer más. No debemos ser juzgados por lo que decimos, sino por lo que hacemos.
P. Frente a la corrupción, hay que dignificar la política. Pero eso exige transparencia. Populares y comunistas alegan que CiU y el PSC pactan para no perjudicarse con los casos Casinos y Renfe.
R. En el caso Casinos, hay toda la transparencia que debe haber: está en manos del juez y la prensa informa mucho -por cierto que últimamente dejando al denunciante en posición muy dudosa-. Y yo he dicho que debe haber comisión de investigación parlamentaria. No creo en la eficacia de estas comisiones, pero en este caso, si parece que eso debe aportar más transparencia, que la aporte. Por tanto, la transparencia es total.
P. La convergencia económica a que obliga la unión monetaria decidida en Maastricht implica políticas económicas restrictivas, también en lo fiscal. ¿Por dónde deben ir los recortes?
R. Antes de hablar de recortes hay que pensar en los nuevos ingresos, en qué representará el fondo de cohesión. ¿Se dotará ampliamente o no? ¿Cómo lo aplicará el Gobierno? Porque si los recortes los deben hacer unos y el fondo de cohesión se destina a otros, se producirían discriminaciones. Me preocupa este asunto. A lo mejor los recortes podrán compensarse con los nuevos ingresos. Habrá además una tendencia muy poco o nada socialista -aunque el Gobierno central la entiende y la defiende-, por la que, para ir adelante, los gobiernos deberán extraer energías de la iniciativa social. Hay capacidad para movilizar mucho dinero privado para inversiones de trascendencia pública si se moviliza a la sociedad. Necesitamos, por ejemplo, una ley de fundaciones muy generosa.
P. Donde ha habido acuerdo amplio entre los partidos (financiación autonómica) los problemas se han encaminado eficazmente. Donde hay desacuerdo, se estancan o enquistan (la polémica territorial).
R. No necesariamente ha sido así. El problema territorial se ha resuelto muy bien sin consenso. Si hubiéramos esperado el consenso para luchar contra la LOAPA [Ley de Armonización del Proceso Autonómico], nos la hubieran colado. En otros casos el consenso propendía a que rebajáramos nuestras posiciones. O sea que a veces el consenso ha sido positivo, y otras no. Depende.
P. Persisten muchas duplicaciones administrativas. En Barcelona pueden contarse hasta siete ventanillas.
R. Realmente tenemos tres administraciones: local, autonómica y central. Otra cosa son organismos derivados para cuestiones concretas. Muchos países tienen varias administraciones. Alemania y Suiza, por ejemplo, y funcionan muy bien. Si se pretende profundizar la democracia, se precisan órganos de gestión escalonados. En algunos países de etiqueta teóricamente federal todo se resuelve en la capital, hasta la entrega de un título universitario. Ése es el falso federalismo. Cuanto más real sea la difusión del poder, mayor reparto de centros de decisión. Lo necesario es que todos estos centros resuelvan los problemas y no se pasen la pelota uno al otro.
P. Pero la sensación de que con el nuevo Estado no se han simplificado procedimientos está muy extendida.
R. El servicio público al ciudadano es hoy mucho mejor que hace 15 años. El ciudadano recibe muchos más servicios, no sólo prestados por la Generalitat; también por los ayuntamientos: en sanidad, en vivienda, en subvenciones culturales y a los comercios, en servicios sociales. Ahora habrá quejas de retrasos, pero es que antes no había retraso posible porque esos servicios no existían. Cierto que hay que mejorar su eficacia y el punto de vista de facilidad de la relación con el público.
P. La Generalitat tiene ya 100.000 funcionarios. ¿Se ha aprovechado la oportunidad de innovación que representa crear una nueva Administración?
R. Esta posibilidad era limitada. De la plantilla global de funcionarios, 80.000 son médicos, enfermeras, enseñantes. El 80% se lo llevan los departamentos de Enseñanza y Sanidad, que tienen una estructura muy definida. Pero incluso en ellos hemos innovado. Es, por ejemplo, el llamado "modelo sanitario catalán", pese a las limitación de que nuestras competencias provienen de los ministerios y en parte están condicionadas por la acción estatal. Así y todo, hemos hecho cosas para modernizar la Administración, como las Oficinas de Gestión Unificada, ventanillas únicas que concentran las gestiones para crear una empresa.
P. A la primera fase de la normalización lingüística, de mucho consenso político y social, le ha sucedido otra en que algunos altos cargos parecen albergar una tentación monolingüista a lo Quebec.
R. En absoluto. Estamos en la misma línea en que estábamos.
P. El PSOE y CiU no encomendaron al Instituto Cervantes la promoción del catalán en el exterior. ¿Por qué?
R. Quizá sería aprovechable. Pero más que de eso, deberíamos preocuparnos de algo más fácil, la presencia del catalán en España. Resulta insólito y sorprendente que en las universidades de Gran Bretaña, Francia y Alemania se enseñe más el catalán que en las del resto de España.
P. Ninguna mujer ha entrado en sus gobiernos.
R. Me gustará incorporarlas. Por otra parte, lo importante es que la Generalitat está llevando a cabo en el conjunto de la sociedad una sistemática política de aplicación de la normativa de la CE sobre igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
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