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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones con calma

ESTA MADRUGADA se inició la campaña para las elecciones autonómicas catalanas del 15 de marzo. La convocatoria no tiene el mordiente de la expectativa de un vuelco radical: los sondeos auguran que la coalición nacionalista de Convergència i Unió (CiU) encabezada por Jordi Pujol volverá a gobernar. Y sin embargo, los líderes de CiU desconfían de la anunciada mayoría absoluta -sería la tercera- recordando que en 1988 los márgenes de victoria eran aún superiores a los que hoy se prevén y quedaron en el fiel de los 68 escaños necesarios, y temiendo que una franja más amplia de su electorado opte por la abstención.De modo que la última y definitiva encuesta es la elección. En la campaña se juega la dimensión de la holgura de la mayoría nacionalista en un mapa electoral muy estable. Una pequeña variación en la actual correlación de fuerzas, no descartable a priori, tendría efectos psicológicos y políticos significativos sobre asuntos como las mayorías en el control de los medios de comunicación públicos (TV-3, Catalunya Ràdio), la política de consenso en las reivindicaciones pendientes de Cataluña, el estilo de gobierno imperante y el camino hacia una coalición en el Gobierno central.

También tienen interés otros elementos: el avance o retroceso del Partit dels Socialistes, liderado por Raimon Obiols, consolidará o debilitará el peso del socialismo catalán entre las familias del PSOE y servirá como examen del impacto de los numerosos problemas irresueltos por el socialismo en el poder. El estancamiento o desarrollo de los populares de Aleix Vidal Quadras laminará o reforzará al PP en su tentativa de erigirse en alternativa, y algo similar sucederá con la supervivencia del poscomunismo de Iniciativa per Catalunya. Las urnas dictaminarán democrática mente sobre el independentismo de la Esquerra Republicana que encabeza Ángel Colom, y sobre la misma existencia del CDS. Seguramente no son desafíos heroicos, pero no carecen de interés.

Por vez primera desde el funcionamiento de la democracia se van a celebrar unas elecciones en Cataluña en ausencia de un clima de agitación desmedida. En ocasiones anteriores, polémicas como las de la Ley Orgánica para la Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), asuntos como los de Banca Catalana o enfrentamientos como los suscitados por el asunto de las loterías distorsionaron la dinámica propiamente electoral para desembocar en dialécticas trágicas y estériles como las que se establecen entre binomios tan caros al nacionalismo como víctima / verdugo, los nuestros / el enemigo exterior...

Es decir, la ciudadanía podrá evaluar la gestión de Jordi Pujol por sí misma, no en función de asechanzas telúricas ni de la salvación o pérdida de la esencia nacional. En suma, del desarrollo de esta campaña tanto como de sus resultados dependerá en buena medida la modulación, los contornos del propio nacionalismo hegemónico: va a saberse qué prima el electorado, si el enfrentamiento (con Madrid) o la cooperación (con el conjunto de la España autonómica); lo que se reclama (competencias, poder) o lo que se aporta (soluciones pactadas y eficaces, en la línea del último acuerdo sobre financiación autonómica).

También por vez primera Pujol afronta unas elecciones después de haber sufrido alguna erosión de imagen a consecuencia de su acción de gobierno. Empiezan a quedar lejos los tiempos angelicales en los que la autonomía se reducía a un símbolo y se podía responder a las demandas sociales alegando insuficientes competencias o recursos: escudándose en la no responsabilidad.

Conflictos en la enseñanza, por la organización territorial, por cuestiones medioambientales, han ido germinando en estos últimos años e interiorizando en la sociedad que la Generalitat es una Administración con responsabilidades sobre la gestión de casi un billón y medio de pesetas anuales.

Finalmente, las elecciones se celebran en una coyuntura muy distinta a la de la efervescencia nacionalista importada de la Europa del Este que simbolizó el episodio lituano del pasado otoño. Algunas consecuencias de aquel clima, hoy en reflujo, pueden ser ya valoradas con perspectiva. Todo ello configura un escenario quizá poco apasionante pero significativo para otear las grandes tendencias de este país y de este rincón de Europa en tiempos de turbulencias.

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