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Nueva obra maestra de Yimou

La linterna rojaDirector: Zhang Yimou. Guión: Ni Zhen, basado en la novela de Su Tong. Fotografía: Zhao Fei. Música: Zhao Jiping. Producción: Chiu Fu-Sheng, Hong-Kong, 1991. Intérpretes: Gong Li, Ma Jingwu, He Caifei, Cao Cuifeng, Jin Shuyuan, Kong Li. Estreno en cine: Renoir Cuatro Caminos (VO).

El joven cineasta chino Zhang Yimou, uno de los más brillantes de la llamada quinta generación, saltó desde el anonimato a la celebridad con su primer filme, Sorgo rojo, película humilde que barrió en el festival de Berlín a opulentas producciones de Hollywood y a sofisticadas películas europeas, todas ellas ya olvidadas, mientras la leyenda de ésta sigue extendiéndose.

Dos años después, en el festival de Cannes, Yimou presentó Jodou o Semilla de crisantemo, que fue ignorada en la lista de premios por razones políticas -la cercanía de Tiananmen-, cuando el filme es un alegato contra lo que se esconde detrás de aquella matanza. En cambio, no ignoró al filme el -más libre y afinado- Premio de la Crítica Internacional, cuyo jurado se percató de su perfección.

Ahora, Yimou presenta La linterna roja, cuyo estreno mundial tuvo lugar en el festival de Venecia, donde ganó uno de los premios. Una nueva maravilla de este hombre de cine, que mantiene por tercera vez consecutiva la enorme altura que imprimió a su estilo desde que comenzó a componer imágenes y encadenarlas. No hay ni un fallo en el Filme, pese a estar siempre situado en los peligrosos alrededores de lo insuperable. Mediante esta última obra, Yimou, con tan escasa filmografía a sus espaldas, se ha convertido en uno de los intocables del cine mundial.

Sus tres obras contienen un permanente idilio con el rostro de una actriz, Gong Li, cuya belleza está indisolublemente unida a la de las imágenes donde este idilio quedó plasmado. Nuevamente en La linterna roja, cuyo fondo argumental, además de su inconfundible estilo, mantiene una conexión muy fluida -la de los vasos comunicantes- con los dos filmes que le precedieron, Yimou y Gong Li insisten en la condición trágica de la vida de la mujer en la China tradicional y, a través de la representación de su situación en la familia, alcanzan con su genio a representar, en forma de parábola, la propia tragedia de China.

Estamos de nuevo ante una obra bella, honda y transgresora, que golpea, con su capacidad para representar el dolor humano, en el corazón del sangriento conservadurismo del poder en la China actual. De ahí las dificultades que, como su hermana mayor, encontró para exhibirse allíse le prohibió dentro, mientras era exportada como ejemplo de la libertad china, cuando no cabe mayor negación de esa libertad que la censura interna de una obra tan libre.

Yimou se niega a salir de su país, y en él, con pacíficas armas, combate a los déspotas representando las viejas formas tribales de la tiranía soterrada de donde procede el sistema político que hoy aplasta a China. No escatima el filme belleza en sus negaciones: ése es su sello inimitable. Huye del feísmo y acepta la exquisitez de las tradiciones culturales chinas como bastidor donde trenza el dolor y el horror que estas tradiciones encubren desde tiempo inmemorial y siguen encubriendo.

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