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Zapatos

Manuel Vicent

Cada par de zapatos tiene ya su trayecto marcado desde que sale de fábrica: en algún punto invisible de su alma lleva un programa con todo el camino que ha de recorrer hasta terminar en un basurero al final de su viaje. Tal es la fuerza de esa fatalidad que uno nada puede hacer cuando mete los pies en unos zapatos nuevos: ellos comienzan a andar y, guiados por su destino, conducen al usuario hacia el bien o hacia el mal, según un azar que está previamente determinado en las suelas. De la suma de todo el calzado que un individuo guarda en el armario se deriva la variedad de su conducta, y también la incertidumbre de todos los itinerarios que definen la existencia humana. Bajo la inspiración de los propios zapatos, la gente camina. Unos tienen muy marcada la tendencia al abismo, otros realizan siempre el mismo circuito obsesivo que es el laberinto de cada día desde casa a la oficina; algunos zapatos te llevan al lugar del crimen una y otra vez, y hay modelos que obligan a su dueño a pisar las moquetas de los altos salones, pero todos están sometidos a la ley de la gravedad, y sólo por eso no podemos volar. Unas zapatillas concretas ganarían los 100 metros libres, aunque no lle varan un atleta dentro; ciertas botas aplastarán por sí mismas la cabeza de los vencidos, y luego desfilarán solas por la avenida de la victoria sin ejercito alguno; infinitas sandalias son capaces de engendrar encima de ellas una legión de profetas, y unas sagradas pantuflas con brocados pueden desarrollarse hasta formar un Papa. Únicamente descalzos durante el sueño, las personas son libres, pero cada mañana al pie de la cama todos los zapatos del mundo esperan a que el sueño acabe. El cuerpo humano se introduce en ellos, y entonces la energía que los zapatos reciben desde el fondo de la tierra pone en acción la maquinaria de la sociedad. Nadie sabe a qué lugar le pueden llevar los zapatos ese día, a qué gloria, a qué crimen, a qué antro. Adonde quiera que vayan, tú no tendrás la culpa de nada, ya que no habrás hecho sino se guirlos.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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