Carros sin alas
Metro y autobuses están vedados a los usuarios de sillas de ruedas
El primer consejo de un veterano minusválido a un joven que estrena su silla de ruedas sería: "cómprate un coche". "Lo peor es no poder moverse en transporte colectivo", dice José Rodríguez, tetrapléjico desde una mala zambullida a los 19 años. "Si tú llegas a un escalón o no subes un bordillo, le dices a alguien: ¿Me ayuda?, y ya está. Pero ¿cómo voy yo adónde tú estás en esta ciudad?". El transporte colectivo no lo es para las sillas de ruedas y para uno de cada cuatro madrileños (ancianos, niños o embarazadas) que tienen problemas de movilidad. Y la cosa no tiene solución a la vista.
De todos modos, José se hizo psicólogo yendo a clase en autobús. Le hizo una chapuza a la silla para estrecharla y así sorteaba la barra central de la puerta. Pero quien lleve una silla normal no cabe. Hay que subir al minusválido en brazos, sentarle, bajar a por la silla. En el destino, maniobra a la inversa. "Vamos, que te tiras un cuarto de hora para salir. Y los pasajeros: que si voy a llegar tarde, que si ya está bien", comenta la secretaria general de la Coordinadora de Minusválidos de Madrid, Pilar Ramiro, en silla de ruedas por poliomielitis y antigua usuaria de metro y autobús. Ramiro planea una protesta en la que los minusválidos tomarían en masa los autobuses.Valencia y Bilbao disponen de autobuses adaptados. Pero la mejor solución serían unos autobuses de plataforma baja, a 30 centímetros del suelo, que ya hacen el recorrido entre el aeropuerto de El Prat y Barcelona. "Accesibles para todos: ancianos, carritos de niños y sillas de ruedas", comenta José Carlos Baura, subdirector general de servicios técnicos del Instituto Nacional de Servicios Sociales (Inserso). Pero Madrid no tendrá este año ninguno de los 150 autobuses que podrán usar los minusválidos de ocho capitales españolas. Son 600 millones de un convenio entre la Fundación ONCE, la Federación de Municipios y Provincias y el Inserso. "En Madrid nos dijeron que quizá participarían en el 93", asegura Baura.
Dejarse los riñones
La única estación de metro a la que puede llegar un minusválido con sus propias ruedas, sin que un acompañante se deje los riñones tirándolo por las escaleras, es la de Aluche, y porque hay un intercambiador de Renfe. "¿Sabe lo que costaría adaptarlo?", pregunta asustado un portavoz de la compañía. "¿Sabe lo que invierte el metro de Barcelona en modificar sus instalaciones en 10 años? Cuatro mil millones, que no es nada", se responde José Rodríguez, presidente de la Federación de Minusválidos de Madrid.
El coche, que se encarece con la adaptación, también da problemas. Los minusválidos aseguran que los aparcamientos reservados para ellos no se respetan, y cuando se avisa a la grúa hay conductores que toman represalias.
También se quejan de que los taxistas se hacen los locos cuando les ven alzando el brazo. "Te ponen muchas pegas: que si llevo bombonas y la silla no cabe, que si en las barras del techo la silla no se sujeta.
Pilar Ramíro cuenta que ha tenido que coger taxis con un compañero-cebo.
"Yo les alecciono diciéndoles que la silla de ruedas son mis zapatos".
Cuarenta eurotaxis se pretenden poner en marcha en marzo. Son vehículos que cuestan 3.750.000 pesetas, con suelo másbajo y una rampa trasera. La Fundación ONCE subvencionará a los taxistas que quieran comprarlo con dos millones y el Ayuntamiento dará cada año 400.000 pesetas al conductor para gastos de gasolina. No obstante, los minusválidos mantienen sus reservas. De hecho, a la Concejalía de Circulación han llegado profesionales a informarse, pero ninguno hasta ahora ha decidido cambiar su vehículo por el que ofrece la ONCE, según fuentes municipales.
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