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La política de convergencia con Europa

La reunión celebrada por los empresarios la pasada semana ha servido, a juicio del autor, para reabrir el debate sobre la competitividad. Su conclusión es que, de atender todo lo que pide la CEOE, la convergencia hacia la que se llevaría a los trabajadores españoles no sería precisamente la de los países punteros de la CE.

Puede afirmarse que el conjunto de propuestas formuladas en la Conferencia Empresarial 1992 no contiene novedades significativas respecto de lo que han sido las reivindicaciones patronales de los últimos años. Pero su puesta en escena, tanto por la amplitud del encuentro como por el realce que añade la presencia del Jefe del Estado y varios ministros, ha tenido la virtud de potenciar ante la sociedad la importancia de lo allí dicho.Con independencia de la valoración que merecen los contenidos concretos, una segunda virtud de este encuentro es haber recuperado, siquiera momentáneamente, la atención de los ciudadanos hacia uno de los problemas más serios a los que se enfrenta nuestro país. Cuando la actividad política y el centro de los comentarios en los medios de comunicación dan la impresión de que el problema número uno está en las andanzas de algunos aprovechados y en el intento de convencernos de que hay más corrupción de la que verdaderamente, existe, es de agradecer que, a diferencia de lo que hace la derecha política, la derecha económica recuerde que, efectivamente, de que seamos o no capaces de insertarnos de manera adecuada en la Europa comunitaria, esto es, de que haya o no convergencia con los países punteros de nuestro continente, depende el tipo de futuro que nos aguarde. Y que ese futuro se presenta con tintes más que inciertos lo demuestra otro dato de enorme actualidad como son las amplísimas y continuas movilizaciones populares que los trabajadores y los sindicatos encabezamos en varias comunidades autónomas en demanda de reindustrialización y puestos de trabajo frente a un proceso de progresivo desmantelamiento industrial. Da la impresión de que, en contraste con algunas frivolidades de la oposición política, quienes están verdaderamente preocupados por los grandes y más reales problemas del país son las fuerzas sociales y económicas.

Volviendo a los contenidos de esta conferencia empresarial, hay que destacar que allí se ha repetido el canto al liberalismo duro, que no puro, pues, siguiendo con su tradicional discurso, la gran patronal continúa reivindicando mayores dosis de intervencionismo para que el Estado otorgue a los empresarios más ayudas, beneficios y ventajas.

Medidas de divergencia

Repasando los epígrafes y hasta la forma en que se han presentado los documentos, se aprecia cierto paralelismo con los textos que en 1989 y 1991, respectivamente, CC OO y UGT hicimos públicos con los títulos de Propuesta Sindical Prioritaria e Iniciativa Sindical de Progreso. Paralelismo que, obvio es decirlo, sólo se da en el enunciado. En las alternativas concretas a cada uno de ellos, la comparación oscila entre lo diametralmente opuesto y lo que quizá, en algún caso aislado, podría ser motivo de entendimiento con los sindicatos. En otras palabras, considerada globalmente, la política de la patronal para la convergencia económica es una política de radical divergencia con lo que para el mismo objetivo pretendemos los sindicatos.

Efectivamente, si, por ejemplo, todo el paquete de medidas sociales de los sindicatos -cuyo doble objetivo es mejorar la distribución de la riqueza a la par que irnos homologando con lo que como promedio existe en la Europa comunitaria- exige mayor gasto público -nuestro diferencial a la baja sobre el gasto en protección social pública respecto del PIB supera los seis puntos-, la patronal, por el contrario, plantea que se congele, e incluso, al demandar también la reducción a la mitad del déficit en relación al PIB, reclama más bien que se reduzca. En coherencia con ello está a su vez la abierta discrepancia respecto de la política fiscal y, siempre encadenado a dos lógicas opuestas, lo de la reducción a palo seco de las cuotas empresariales a la Seguridad Social.

Podrían citarse otros ejemplos de divergencias profundas. Es el caso del salario mínimo interprofesional, cuya cuantía y elevaciones anuales son causa de severa y justificada crítica de los sindicatos hacia el Gobierno, sobre el que la patronal pide lisa y llanamente que se suprima. Algo similar podría decirse sobre la temporalidad de los contratos de trabajo, la política salarial, la flexibilidad en la movilidad interna y externa de los trabajadores y otro montón de cuestiones. Por decirlo gráficamente, el modelo de convergencia que inspira a nuestra patronal tiene más semejanzas con lo que se practica en los países industrialmente emergentes del Extremo Oriente que con el que existe en los países europeos a los que, se dice, queremos alcanzar.

Está por ver cómo y en qué proporciones repercutirá en la política del Gobierno esta nueva arremetida de la derecha económica. Desde el lado sindical suele repetirse que el Gobierno es más sensible a las demandas empresariales que a las sindicales. Habrá que insistir en todo caso en que, de atender todo lo que pide la CEOE, la convergencia hacia la que se llevaría a los trabajadores españoles no sería precisamente la de los trabajadores de los países punteros de la CE.

Economía de mercado

Quizá otra de las virtudes que podría tener esta conferencia empresarial es la de inducir una reflexión sobre si es suficiente la crítica que desde la izquierda y las fuerzas sociales se hace a la política económica de la derecha, cuyo paradigina no son las oportunistas y hasta regocijantes declaraciones de los portavoces del Partido Popular, sino lo que periódicamente nos recuerda la patronal. Porque somos bastantes los que nos interrogamos si en la sociedad española hay verdadera conciencia del hecho de estar en una economía de mercado donde cuatro de cada cinco trabajadores en activo están en el sector privado. En otras palabras, nos llama la atención que quienes se llevan la parte del león en la distribución de la renta nacional; quienes abusan hasta la exasperación de la permisividad legislativa acerca de la contratación temporal de los trabajadores, e incluso cometen frecuentes fraudes sobre ella; quienes se lucran con los altos tipos de interés; quienes invierten poco y a menudo lo hacen especulativamente; quienes en una economía capitalista son los máximos responsables en la creación de empleo; quienes tienen mayor grado de culpa en que seamos el país que encabeza la lista de siniestralidad laboral; quienes tanto tienen que ver con nuestros retrasos y nuestras desindustrializaciones... nos llama la atención, repito, que apenas aparezcan ante la sociedad con la correspondiente cuota de responsabilidad social y política. Si nos atenemos a lo dicho en la conferencia que comentamos, incluso cabría decir que se presentan como víctimas.

No puede extrañar pues que, con estos mimbres y algunos otros que aporta el Gobierno, la concertación social lleve años haciendo aguas. Sin embargo, la política menos traumática y más racional para abordar los problemas industriales de hoy y la convergencia de mañana pasa precisamente por contar con la negociación entre sindicatos, patronal y Gobierno. Difícil es pensar en la vuelta a los grandes pactos socioeconómicos, pero lo es bastante menos conseguir acuerdos más o menos parciales sobre algunas grandes cuestiones. Para empezar, habría que mostrar mayor interés hacia la petición expresa de CC OO y de UGT de abrir más amplias vías de negociación sobre los problemas industriales.

Patronal y Gobierno deberían actuar en consecuencia respecto de la inviabilidad de una convergencia que no sitúe al menos en un mismo plano la dimensión económica y social del asunto. Si ese ejercicio se hace, hay razones para afirmar que habrá una respuesta positiva por parte de los trabajadores y de los sindicatos.

es miembro de la Comisión Ejecutiva de la Confederación Sindical de CC OO.

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