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El Ermitage bajo amenaza de muerte

El gran museo de San Petersburgo está en peligro de sufrir el mayor expolio de su historia

El Ermitage fue un orgullo para los rusos del régimen zarista y para los soviéticos del régimen comunista. Ahora, en los comienzos de un nuevo sistema político, este museo ha empezado a convertirse en la pesadilla de los habitantes de San Petersburgo. Preocupados por el futuro de los tesoros que alberga el mayor museo de la antigua Unión Soviética, los ciudadanos transmiten su miedo: "El Ermitage se muere", dicen, intentando sensibilizar a los países occidentales. "Después de todo", añaden, "este museo es patrimonio cultural de la humanidad".

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Joyas sin garantías

El museo se levanta frente a las aguas heladas del río Neva. Los visitantes caminan eludiendo el frío viento del Báltico lo único que parece moverse esta mañana de finales de enero, cuando el termómetro marca 15 grados bajo cero. Antes, hasta finales de los años setenta, alrededor de tres millones de personas visitaban este museo, que cuenta con más de 350 salas y más de tres millones de objetos de arte. La perestroika hizo crecer la cifra de visitantes porque en esos primeros años los soviéticos se animaron a salir de casa, a ir a teatros y museos. Pero últimamente las cifras han bajado de nuevo.Sin embargo hay otras cuestiones mucho más preocupantes. Los ciudadanos de San Petersburgo han descubierto de pronto que su querido museo no está bien guardado, o que, al desconocer los tesoros que albergan sus fondos, éstos pueden desaparecer sin dejar rastro. Unos y otros males han hecho su aparición. En realidad, todos tienen el mismo origen: la orfandad en que ha quedado el Ermitage tras los avatares políticos vividos por la ex Unión Soviética.

Durante los 70 años de comunismo, el museo, que fue creado hace 240 por Catalina la Grande como museo de la corte zarista, ha vivido en hibernación. "Ahora, de pronto", dice Suslov Vitali, director actual del museo, "hemos descubierto que existe una relación entre economía y cultura, algo que antes nos parecía imposible". Este hombre, que tiene alrededor de 60 años y que se asusta cuando se le pregunta por los cargos que ocupó con anterioridad, comenta que entonces el Ermitage era un museo tranquilo, como la vida en la URSS. "Había estabilidad y tranquilidad total, creíamos que la cultura estaba por encima de la economía, por encima de todo. Ahora..., ustedes ya conocen los problemas de nuestro país, y, como es natural, se reflejan en el museo".

Gorbachov lo intentó

Y sin embargo, las cosas empezaron bien en 1985, con la perestroika. El Gobierno de Gorbachov dictó un decreto que ponía en marcha la reconstrucción del museo. Iba a durar 20 años porque las necesidades eran muchas. 'Pusimos todas nuestras esperanzas en el decreto de l985", dice Suslov. Con él se ponía en marcha una renovación total de los aspectos técnicos, incluyendo las instalaciones de iluminación y la seguridad.

Cuando se habían gastado 20 millones de dólares, la perestroika se paró y el dinero dejó de llegar. "Desapareció el Ministerio de Cultura de la URSS y fuimos trasladados al Ministerio de Cultura de Rusia, pero resulta que todavía no hay ministro. Corno comprenderá, estoy intranquilo", añade Suslov. "Este año, las autoridades sólo nos han dado la mitad de lo prometido, y así va a seguir en lo sucesivo; tengo que ganar dinero, algo nuevo para mí. De momento vamos a abrir algunas tiendas de recuerdos del Ermitage". El director del Ermitage mantiene el tipo cuando se le pregunta por la comentada ineficacia del sistema de seguridad del museo. "Eso sí que no, es mentira. Tenemos policía, custodia electrónica y guardia nacional. No recomendaría a nadie que se arriesgara a llevarse un cuadro". Suslov reconoce que los sistemas no son modernos, pero "estamos cornprando lo último que se inventa en el mundo occidental".

Robos y cuadros falsos

Anna TroGinova, historiadora de arte y empleada del museo, cree que al Ermitage le falta de todo, que no es un lugar seguro. "El sistema totalitario tenía sus propias reglas del juego que más o menos funcionaban, aunque fueran del siglo XIX; ahora selia destruido ese sistema y no se ha sustituido por nada". Y cuenta el caso de un robo de pinturas que fue descubierto en la frontera con los países bálticos. Más adelante se informó de que los cuadros recuperados no eran auténticos, sino copias.

Hay que atravesar muchas salas llenas de vasijas griegas, frisos romanos y sarcófagos egipcios para llegar hasta la zona donde trabaja Yevgueni Mavleen, jefe de la sección de escultura clásica del museo. Él tiene más que sospechas: tiene una cabeza romana esculpida en mármol que fue robada por un empleado del museo y que recientemente ha sido recuperada. "En realidad se sabe poco de lo que está sucediendo en el museo; puede suceder cualquier cosa".

Los rumores se extienden en una amplia panoplia. Desde la existencia de alguien, cuyo nombre no se sabe, a quien unos norteamericanos propusieron la compra de algunas piezas del Ermitage, a esos rumores de que se ha dado el cambiazo a determinado cuadro, sustituyéndolo por una copia. Una sospecha que se alimenta por el conocimiento (de que, en la actualidad, en el Ermitage se permite hacer copias (de tamaño real, lo que ha estado siempre prohibido.

Aunque la nebulosa de miedo se alimenta a diario de noticias sospechosas que en pocas ocasiones llegan a confirmarse, puede decirse que hay un entramado que justifica los temores, y que se asienta en dos pilares. El primer pilar es la empresa mixta que, con los auspicios del antiguo Ministerio de Cultura soviético, se formó entre el Ermitage y unos ciudadanos norteamericanos en 1989. Esta empresa, según dicen Ruslav Linkow, periodista del diario de San Petersburgo, y Anna Polamski, del diario Svena, se creó para paliar las necesidades económicas del museo. Hasta ahora, según ellos, no ha dado, que se sepa, ningún fruto, excepto la instalación de un restaurante para empleados en el museo. Pero los ciudadanos de San Petersburgo se han echado a

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