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El aumento de la inflación enfrenta al Bundesbank con el Gobierno alemán y a Kohl con los sindicatos

Los gobiernos, el mundo financiero y los sindicatos se quejan al unísono de la decisión del Bundesbank, banco central alemán, de subir los tipos de interés. Tras ejercer de locomotora europea entre 1989 y 1991, cuando las demás economías empezaban a perder el aliento, Alemania es ahora acusada de pisar el freno sin contemplaciones con su política monetaria. ¿Cuándo bajará el Bundesbank los tipos? Los más optimistas creen que a finales de verano, mientras que los expertos flnancieros piensan que tardará mucho más.

El año acabó en Alemania con una inflación de un 4,2%, y las previsiones indican que lo peor aún no ha llegado. Antes del verano podría incluso cruzarse el temible listón del 5%. Según el Gobierno de Bonn la gran batalla se está luchando ahora, y tiene lugar en el campo de la negociación salarial.El martes pasado la banca se declaró en huelga. Los 1.300 trabajadores de la Gesellschaft für Zahlungssysteme, la institución interbancaria que controla los movimientos entre los bancos comerciales, quieren un aumento de un 10,5%, mientras que la oferta de la patronal es de un 4,5%. El sector del metal anunció también huelgas parciales para reclamar una subida similar, siendo la contraoferta de un 5,3%. La culpa de la inflación, asegura el canciller Helmut Kohl reside en las exageradas subidas salariales del año pasado, que duplicaron la cifra de inflación. Pero Kohl oculta parte de la verdad.

En primer lugar, el crecimiento de los salarlos tiene su origen en la brutal subida de impuestos -un 7,5% lineal y 16 pesetas por cada litro de gasolina, entre otras cosas- y pese a que el paquete impositivo para pagar la unificación caduca el próximo mes de julio, para entonces parece ya seguro que será sustituido por la subida de un punto en el IVA que pasará de 1.4% al 15%.

En segundo lugar, al contrario de la mayoría de los demás países de la OCDE, Alemania sufre actualmente de una excesiva liquidez monetaria, consecuencia de la decisión política del Gobierno de Bonn de cambiar los antiguos marcos de la ex RDA en relación uno por uno. En tercer lugar, no hay que olvidar a la enorme deuda pública, oficialmente en torno a un 4% del Producto Nacional Bruto (PNB), pero que, según los especialistas, alcanza el 7% si se contabilizan los préstamos a la Treuliaridanstalt, el holding público propietario de todas las ruinosas empresas que trabajaban en la ex RDA, una cifra que hace empalidecer la deuda estadounidense. Y, finalmente -y esta es la gran causa de fricción entre el banco central alemán y el Gobierno de Bonn-, el Gobierno se muestra incapaz de recortar su gasto público, especialmente los ruinosos subsidios a sectores como el carbón, la agricultura y otros, ya que para los democristianos en el poder, forman parte inseparable de los principios en que está basada "la economía social de mercado", el grito de batalla política de Kohl.

La mejor señal de que un banco central funciona correctamente es su impopularidad. Según este criterio, el Bundesbank es el paradigma de la prefección. Su Inalienable dedicación a la estabilidad monetaria ha conseguido irritar a todo el mundo. Por ley está obligado a hacerlo así. Pero no está libre de ceder a presiones políticas, si estas son lo suficientemente fuertes. Si así lo hiciera, el trabajo de 40 años luchando por la estabilidad monetaria se vendría abajo.

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