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Los ojos de la historia

El 80% de los universitarios madrileños no sabe dónde está Croacia ni el 45% Israel

El año 1991 ha dejado obsoletos todos los atlas. ¿Qué límites tendrá Serbia? ¿Cómo dibujar las fronteras interiores en la nueva Comunidad de Estados Independientes? La geografía, una materia arrinconada en los planes de estudio españoles, ha reconquistado su vieja función: servir de -ojos a la historia. De Bagdad a Vukovar, de Maastricht a Minsk, conocer la distribución de las minorias y la orografía del conflicto se ha vuelto imprescindible para comprender el presente. Periódicos y televisiones han ilustrado con cientos de mapas el vértigo de los acontecimientos, pero un sondeo -entre universitarios madrileños revela que la mayoria no sabe dónde está Croacia ni el 45% Israel.

El sondeo fue realizado a finales del - pasado diciembre mediante la distribución de mapas mudos de las repúblicas bálticas, yugoslavas y de Oriente Próximo entre los alumnos (entre 18 y 22 años) de un curso de primero de Economía de la Universidad Carlos III, primero de Químicas y quinto de Historia de la Complutense y primero de Derecho de la Autónoma. En total, fueron 125 los estudiantes que respondieron a la encuesta, que, sin afán de tener valor científico, pretende servir de muestra del interés de la sociedad española en los cambios operados en el mundo en 1991.Los datos globales del sondeo demuestran que la mayoría reconoce correctamente a Estónia, Letonia y Lituania (60%) que el 82% confunde totalmente la situación de las repúblicas yugoslavas -explicable tal vez porque aún prevalece la imagen de que es un solo país y por la indiferencia con que la opinión pública observa la actual guerra civil en aquella zona- y que el 63% identifica erróneamente los principales países de Oriente Próximo. Aquí hay que tener en cuenta que este porcentaje seria mucho más alto si se hubieran descalificado los mapas que contenían errores en la distinción de Omán, Yemen o las pequeñas monarquías petroleras del golfo Pérsico.

Potencia y territorio

En cuanto a Israel, el 45% de los consultados se equivoca al señalarlo en el mapa mudo, existiendo una marcada tendencia a situarlo en el lugar de Líbano o a concederle una extensión que ni los más duros halcones del Estado hebreo sonarían. Al igual que en el caso de Croacia, donde como competidora de Serbia muchos alumnos la colocan en Bosnia-Herzegovina, hay una propensión a identificar la idea de potencia militar con territorio.

¿Hasta qué punto es importante memorizar dónde están los diferentes países cuando hay tantos medios de consulta, corno atlas, enciclopedias o los propios periódicos que, día a día, informan con mapas de las distintas zonas del mundo? Contra este argumento existe otro: ¿exime de saber las reglas ortográficas el hecho de que abunden los diccionarios o los manuales de gramática? Algunos errores revelan no sólo desconocimiento geográfico, sino falta de cultura general. Perlas como situar a Israel en la isla de Chipre, la India en el lugar de Irán, confundir el mar Rojo con el mar Negro, citar Ucrania entre las repúblicas yugoslavas, poner a Egipto en la península arábiga o hacer frontera entre Suiza y Yugoslavia, cuando no se inventan núevas repúblicas como "Batervia" o "Beltenegro", así lo indican.

Pese a que el historiador Juan Pablo Fusi opina que "en cualquier otro colectivo se darían resultados semejantes", los datos de los estudiantes le sorprenden "negativamente, pues tras el bombardeo de mapas durante 1991 por los medios de comunicación, hay un tanto por ciento muy alto que no ha memorizado esa información, lo que parece indicar indiferencia ante unos problemas de actualidad palpitante".

Para el también historiador José Maria Jover Zamora, estos datos indican la "falta de geografía y de clases prácticas" en la enseñanza espanola, "el alto porcentaje de,alum nos, en los últimos años, que eligieron estudiar Historia en segunda o tercera opción", y el hecho de que "pese a ser cada día más europeos existe un desconocimiento absoluto de Europa oriental". Jover compara los cambios de 1991 con los años de la posguerra mundial, cuando en los mapas se utilizaban fórmulas como "territorio bajo administración..." y sugiere que un atlas de 1992 debería destacar los accidentes del terreno y los factores culturales de las zonas en litigio.

Ambos historiadores confían en que los acontecimientos de 1991 sirvan no sólo para el redescubrimiento de la importancia de la geografía, sino también para la reorientación pedagógica de esta asignatura. "Los manuales escolares son fundamentales en la forma en que se transmite la historia de generación en generación. Historiadores y periodistas tenemos una gran responsabilidad porque en el pasado hemos atizado muchas guerras", afirma Jover.

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