El truco de Raimundo Lulio
"A-b-c-d, A-b-d-c, A-d-b-c, D a-b-c...". Umberto Eco repite el alarde de recitar, casi sin respirar, las 24 posibles permutaciones de cuatro elementos —"factorial de cuatro", asevera— y la actriz Mónica Vitti le sigue con toda atención desde la primera fila del pequeño salón de la Academia Española. Explica Eco la sencilla matemática en que Raimundo Lulio basó su búsqueda d un len guaje universal, filosófica y moralmente perfecto, para convertir al infiel.
Advierte enseguida que otro franciscano, Bacon, propuso la alternativa de aprender las lenguas de los infieles e incorporar así lo positivo de sus culturas a la cultura del cristianismo.
Y concluye Umberto Eco enseguida que la investigación de Raimundo Lulio tenía truco, porque el monje mallorquín no admitía todas las posibilidades que le daba la combinatoria, sino sólo aceptaba aquellas que encajaban con su concepción cristiana del mundo y el universo.
Sus ruedas y ventanas fue ron por ello, según explicó Eco, artilugios tautológicos, simples instrumentos dialécticos. Pero esos instrumentos contenían algo explosivo.
Méritos para mártir
Lulio no murió probablemente martirizado, como quiere la leyenda, aunque hizo méritos para ello de acuerdo con la mentalidad de la época. Pico della Mirandola confundió el método de Lulio con la Kábala, que sí utiliza la combinatoria para encontrar nuevos men sajes en la Torah, las escrituras sagradas judías. Y Giordano Bruno, optando por la libertad, lo aplicó sin restricciones hasta acabar en la hoguera. Leibnitz lo llevó al umbral del lenguaje informático.
Aplaude el jesuita Miguel Batllori, lulista insigne, y aplaude el director de la Academia, Jorge Lozano, ex alumno de Eco. Señoras con abrigos de pieles aprovechan el fin de la charla para que el autor de El nombre de la Rosa y El péndulo, de Foucault les firme un autógrafo.
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