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Crítica:ARTE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Trágicas fabulaciones

Un tanto a contracorriente y orillada con respecto a acontecimientos y líneas más o menos en auge se nos presenta esta muestra de trabajos recientes de Tatino (Barcelona, 1965), cosa, por otro lado, que en poco sorprende a quienes ya sabíamos de lo peculiar de su talante - de alguna manera sintomatizado en el empleo de un seudónimo para ejercer su tarea a la luz pública- y de su manera de entender la pintura.Un tanto a contracorriente, no menos, se nos antoja, y en pagos últimamente asustadizos en extremo, la apertura de una nueva galería -¿quién dijo miedo?- que parece firmemente decidida a tomar cartas en el asunto y apostar por sus bazas en el juego.

Aunque formado en la Facultad de Bellas Artes de esta ciudad, donde ya a algunos nos fue dado intuir lo que podría ser la concepción plástica de este artista -aún recuerdo aquellos enormes papeles elaborados con sangre de animales que Tatino hizo colgar del piso Zush, de quien fue asistente durante un par de años, fue, sin duda, decisivo en la solidificación de sus propuestas.

Tatino

Galería Senda. Pasaje Mercader, 4. Barcelona. Hasta principios de enero.

Pero lejos de que éstas pudieran convertirse en un mero trasunto epigonal de las influencias del maestro, Tatino. heredó de nuestro más celebrado y excéntrico creador contemporáneo ya no tanto estrategias facturales, sino una serie de actitudes frente al acto creativo que, aunque afines en el fondo, Tatino ha venido haciendo, progresivamente, bien suyas.

Tal es el caso, en este sentido, de ese modo de asumir el hecho pictórico como una auténtica descarga emocional, visceral, violenta incluso, a pesar de lo premeditado de cada una de las composiciones, o bien de esa original alteración de la planitud de la superficie del lienzo que el artista consigue mediante la inclusión de variados objetos entre el bastidor y la propia tela, que gradualmente ha venido incorporando a las piezas de gran formato.

Ahora Tatino, como novedad, aprovecha para deleitarnos ya no sólo con la excelencia de este tipo de trabajos pulsionales e inquietantes, sino que aprovecha la coyuntura de lo reducido de algunos de los paños de pared de la galería para darnos a conocer una serie de pinturas sobre papel donde se explaya, además de con la consabida habilidad pictórica que le caracteriza, con la inclusión de textos de ilegible contenido y apariciones figurales que, silueteadas, contribuyen a prolongar su voluntad enigmática.

Y en este acto, donde más de uno podrá entrever seguramente la sombra zushlandesa, en esta reciente intromisión en varaderos en apariencia de propiedad ajena o en terrenos más propios de la literatura y de la fabulación escrita que de lo estrictamente pictórico, Tatino logra, en mi opinión airosamente, de nuevo, espantar todo asomo de ramplona filiación.

Cómodo, según parece, en esta posición a caballo entre lo proscrito y lo mestizo, entre lo tipográfico y lo icónico, entre un informalismo regurgitado en clave de hastío y casi ultrajante, encarnizada belleza, y una candorosa ingenuidad como trasfondo narrativo, Tatino, "el tato", muestra al tiempo las dos caras, la pérfida y la inocente, de la chavalería.

Acaso por ello deba excusarse algún ejercicio de gratuidad, como el que el artista insinúa en la pieza de cantos rodados que, puestos en retahíla como soporte cada uno de ellos de un símbolo de ignoto origen, nos resultan, tal vez por inusuales en su trayectoria, inconexos con el resto de la muestra.

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