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LA URSS SE DESINTEGRA

Una voladura controlada

Así nació la Comunidad de Estados Independientes

Soledad Gallego-Díaz

Mijaíl Gorbachov luchó hasta el final para sustituir la antigua Unión Soviética por una Unión de Estados Soberanos (UES), una especie de federación con un poder civil central, que se encargara no sólo del Ejército y de las armas nucleares sino también de algunas parcelas fundamentales de la economía. Su intento ha fracasado completamente y en su lugar surge la Comunidad de Estados Independientes (CEI), sin ningún tipo de estructura central, salvo el aún confuso compromiso de mantener si no un control único del Ejército, sí una autoridad encargada de las armas nucleares tanto tácticas (de corto alcance) como estratégicas.Occidente, que desde el inicio de las asombrosas transformaciones en la URSS, apoyó el proyecto de Gorbachov, creyendo que proporcionaría más estabilidad y, sobre todo, un interlocutor único en temas de control de armamento, ha decidido, por fin, aceptar la realidad: el poder central no existe ni tiene posibilidades de existir en el futuro inmediato. EE UU dió el pasado miércoles el pistoletazo de salida y firmó el acta de defunción de lo que se había convertido ya en un aborto: la UES.

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La situación económica y política se ha deteriorado a enorme velocidad desde el intento de golpe de Estado del pasado agosto. En el fondo, da igual que haya sido el caos económico el que hizo fracasar el proyecto de Gorbachov o si, por el contrario, la incapacidad de encontrar fórmulas políticas u organizativas es la responsable de la penuria a que se encuentra sometida la población. La realidad es que un país que ha sido hasta hace sólo 6 meses el primer productor de petróleo del mundo es incapaz hoy día de abastecer a su aviación comercial.

La consecuencia es que, al menos las grandes ciudades como Moscú, con casi 9 millones de habitantes, se encuentran sometidas a una especie de "estado de sitio", según la expresión del alcalde de San Petesburgo, Anatoly Sobtchak. Además, el equipo enviado por Naciones Unidas para calcular el estado productivo de la antigua Unión estima que la cosecha de trigo es la peor de los últimos diez años y que la producción de leche, básica como aporte de proteinas, ha disminuido un 10%.

La disminución de la producción no justificaría, sin embargo, la enormes demandas de ayuda alimentaria realizadas. La población está acostumbrada a realizar grandes sacrificios y a intentar abastecerse por vías indirectas.

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La extensión del caos está también provocada, según los expertos de la ONU, por el acaparamiento que realizan los agricultores dispuestos a vender sus productos en un mercado libre en el que los precios se desbocan.

Las autoridades centrales han sido incapaces de poner coto a esta situación, bien sea por falta de iniciativa bien porque han estado permanentemente desautorizadas por las autoridades de cada república y muy especialmente por Borís Yeltsin, presidente de la Federación Rusa, quien ha ido despojando a Gorbachov de todos los resortes económicos, desde el control del pertróleo a la aprobación de partidas presupuestarias imprescindibles para mantener, al menos, la apariencia de funcionamiento.

La vía abierta por Yeltsin cuenta ahora con el apoyo de Estados Unidos (y de otros países europeos occidentales hasta ayer muy reacios a abandonar a Gorbachov), no tanto por la confianza que le pueda inspirar el líder ruso como por la necesidad de poner en marcha algo que ayude a realizar la voladura controlada del antiguo edificio de la URSS.

La reacción occidental resulta más comprensible si se sabe que la Federación Rusa cuenta, según el Instituto de Estudios Estratégicos, con 1.042 misiles intercontinentales en tierra (ICBM), 940 en submarinos y 96 bombarderos con capacidad nuclear. Ucrania, que se declaró independiente este mismo mes, tiene 176 misiles de largo alcance y 21 bombaderos y Bielorrusia, 54 ICBM. Estas tres repúblicas han sido precisamente las firmantes del Acuerdo de Minsk, que creó la Comunidad de Estados Independientes.

Gorbachov sólo hubiera podido hacerle frente con el apoyo, al menos, de las repúblicas musulmanas. Pero la más importante de todas ellas, Kazajstán, dueña también de armamento nuclear, no está dispuesta a amenazar con una estructura propia que la una a las otras 4 repúblicas islámicas (Turkmenistán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán) que respaldaron inicialmente a Gorbachov pero que son las más subdesarrolladas. Por ello, las cinco han decidido cerrar filas con Yeltsin.

Las dudas se plantean ahora en el modo de funcionamiento de la nueva Comunidad que, aunque todo ha sido confusamente formulado, parece tener menos puntos de unión económica que la Unión Europea recién nacida en Maastricht. Para Occidente, sin embargo, lo más importante continúa siendo el control del arma nuclear. Como dijo François Mitterrand, en la última cumbre de la OTAN, en estos momentos puede haber cientos de cabezas nucleares viajando por las carreteras de varias repúblicas "al mando de un capitán de artillería, que no tiene órdenes concretas".

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