Pánico sobre el marco
El marco está en peligro. Cuando todo parecía indicar que Alemania llegaba a Maastricht rebosante de federalismo, con una opinión pública volcada detrás del proyecto europeo, no ha sido finalmente así: a Helmut Kohl se le han puesto nerviosos los votantes.. En el último momento, los alemanes sufrieron un ataque agudo de angst (angustia), provocado por la perspectiva de tener que abandonar el marco en el cesto común de la moneda europea. Sucedió muy rápidamente. El jueves pasado por la noche, un comentarista de una de las dos cadenas públicas de televisión lanzó la voz de alarma sobre el temor generalizado a perder un bien tan preciado.El viernes por la mañana, el tabloide Bild-cercade cinco millones de ejemplares- titulaba a todo lo ancho de la primera página: Angst über die Mark. El lunes ya era un grito. La portada del semanario Der Spiegel consistía en una moneda de un marco, sobre fondo azul europeo, rodeada por estrellas amarillas que le pegaban dentelladas. El conservador Frankfurter Afigemeine, nada sospechoso de antigubernamentalismo, iniciaba un editorial afirmando: "El canciller que entregó el marco alemán. Seguro que Kohl no desea pasar a la historia con este título...".
El Gobierno de Bonn, cogido por sorpresa, reaccionaba finalmente calificando de "desinformados" e %nfundados" estos temores. Koffl y su ministro deHacienda, Theo Waigel, se veían obligados a calmar la ansiedad de sus compatriotas sobre su posible abandonismo. Pero sólo faltaba que a las profundas dudas e inseguridades que padece la política exterior alemana desde la unificación, que se concretan en una cierta incapacidad de asumir su papel preponderante en el mundo, se le uniera la presión de la opinión pública.Las diriculdades de KohlY es que Koffl no ha conseguido imponer su modelo en Maastricht. Se equivocaron los que pensaban que la imponente figura del canciller alemán sobresaliendo por encima de todos los demás sería la mejor metáfora de esta cumbre. El papel delas regiones, uno de los temas más caros a Bonn, ha quedado reducido a nada. Algo ha conseguido en la ampliación de los poderes del Parlamento Europeo, la cláusula evolutiva que ya apuntara Koffl como última alternativa.
Pero lo más duro de tragar es la fecha fija para la introducción de la moneda europea: el portavoz alemán, Dieter Vogel, con cierta reluctancia, se limitó a considerar que "Alemania podrá vivir con ello". No está claro que a su vuelta, con el tratado en la mano, Kohl lo tenga fácil, no sólo frente a la oposición socialdemócrata, que ya ha anunciado que no lo ratificará si lo considera bajo mínimos, sino frente a una opinión pública cuya angst sobre el marco siga en aumento.
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