La Comunidad se empezó a construir con acero y carbón
El embrión de lo que mañana puede consagrarse como la Unión Europea nació el 16 de abril de 1950 en un pueblo francés, Montfort l'Arnaury. Allí tenía su casa de campo Jean Monnet, un exportador de coñá, sin títulos universitarios, que había adquirido una gran experiencia como organizador y diplomático durante las dos guerras mundiales, en las que puso de acuerdo a los aliados para lanzar vastos programas de cooperación industrial y de transporte.Quienes hoy están sentados a la mesa de Maastricht saben que Monnet fue el verdadero padre de Europa. Su experiencia personal le había convencido de que los países europeos no podrían alcanzar la estabilidad y el desarrollo si no creaban una unión. Monnet, extraordinario organizador y hábil diplomático aficionado, era también un hombre muy pragmático que creía que su idea era perfectamente posible si se encauzaba paso a paso.
Recién terminada la II Guerra Mundial, Monnet pensó que británicos y franceses podrían ser el núcleo duro del primer impulso a una federación europea. Pronto comprendió que era inútil pedir a los británicos que abrieran ese camino. Entonces dirigió sus ojos a la derrotada Alemania. Su, primer canciller, Konrad Adenauer, había llegado a proponer que Francia y Alemanía se fundieran en un único país: mismo Parlamento, misma economía, misma nacionalidad.
Monnet, más realista, encontró aquel 16 de abril de 1950 la fórmula mágica, la brecha por la que después se ha construido todo lo demás. Decidió proponer a Francia y a Alemania que pusieran su carbón y su acero (los dos productos que representaban la potencia industrial y la capacidad de armamento) bajo una autoridad común, que eligirían ellos mismos, pero que después actuaría de forma independiente.
Sorprendentemente, la reacción del resto de los países europeos se pareció mucho a la que ha provocado ahora la iniciativa del nuevo Tratado de la Unión Europea. Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo se unieron inmediatamente a la propuesta. El Reino Unido se opuso radicalmente. La prensa británica consideró que se trataba de una maniobra y que la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) era sólo la primera piedra hacía una federación.
A la vista de lo ocurrido, casi se puede aceptar que aquellos periodistas no iban tan descaminados. Sin embargo, 25 años después, en 1975, el Reino Unido tuvo que dar su brazo a torcer y solicitar el ingreso en la compleja estructura a que había dado lugar aquella cuartilla escrita en Montfort l'Amaury por Jean Monnet.
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