Insumisos en ETA
ENTRE LA víctima inocente pero desconocida y el ejecutor cruel pero cercano, algunos elegirían ponerse del lado del segundo. Así ha venido ocurriendo en el País Vasco desde hace años merced a la utilización que de sus presos ha hecho ETA. Siendo su número de unos 500, pocos son los pueblos o barrios de Euskadi que no cuentan con alguno. Su situación de personas privadas de libertad por largos años, y el dolor que ello suscita en familiares y amigos, ha sido manipulada por los que se dedican a eso -Gestoras Pro Amnistía a la cabeza- para suscitar la identificación de sectores de la población con la causa que había llevado a esas personas, generalmente jóvenes, a prisión.Identificación con el actor antes que con sus acciones, pero disculpa, como mínimo, para éstas: si alguien a quien conocemos ha arriesgado tantos años de cárcel por hacer lo que ha hecho, será que hacerlo era imprescindible para su causa. De esa lógica que convierte en admirable la causa de los que matan por el hecho de que también ellos puedan caer presos o muertos viene alimentándose el mecanismo de la violencia desde hace muchos años.
Sin embargo, un indicio de que no todo sigue igual es que algunos presos se nieguen a seguir siendo utilizados para justificar lo incomprensible, Indicio significativo menos por el desmarque en sí que por las circunstancias en que se produce. Hace cinco años, la peor de las condenas de Yoyes no provino de fuera, sino de dentro: del interior de las cárceles. En un escrito firmado por el Colectivo de Presos Vascos, y que fue difundido en la comarca del Gohierri guipuzcoan o unos días, después del asesinato, se justificaba éste con el argumento de que la presencia de Yoyes en dicha zona "podría ser interpretada como que si vienen es que ya no hace falta luchar". De manera que se la condenaba a morir para evitar que alguien pudiera pensar que la lucha armada había dejado de ser imprescindible. La diferencia entre aquella terrible condena por unanimidad y el conato de insumisión que revelan las conversaciones difundidas ayer constituye, a su vez, un reflejo de la evolución producida en el conjunto de la sociedad vasca.
Hace poco más de un lustro no ya los partidos nacionalistas, sino el Gobierno vasco en cuanto tal se opuso oficialmente a las primeras extradiciones de miembros de ETA concedidas por las autoridades francesas. La del activista Iñaki Pujana, entregado a España el pasado mes de octubre, fue explícitamente apoyada por todas las fuerzas vascas (salvo Herri Batasuna). Eso ha cambiado en Euskadi: que incluso los más inclinados a comprender y justificar se sienten engañados. Esa sensación ha acabado traspasando los muros de algunas cárceles (y la cortina de sutil amenaza de aislamiento tendida por los encargados de mantener en alto la bandera de los presos). De ahí el interés de las transcripciones difundidas ayer.
No hay pruebas, con todo, de que se trate de una actitud generalizada entre los activistas encarcelados. En términos generales, el poder amedrentador de ETA sigue llegando allí donde ya no alcanza el fanaItismo de cada cual. Y la insensibilidad que reflejan sus órganos de prensa y las declaraciones de los dirigentes de HB ante cada nueva barbaridad más bien indican que sigue siendo un mundo blindado a la influencia exterior. Que algunas personas ligadas a ese mundo consideren un crimen asesinar a niños de dos años es un avance; pero es bien revelador de la clase de mundo de que se trata el que tal cosa pueda considerarse una noticia. Porque si resulta inadmisible asesinar y mutilar de por vida a niños y adolescentes, ¿qué motivo puede transformar en admisible y aun admirable la acción de convertirlos en huérfanos?
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