El mueble animado
Seguramente por lo singular del talante mordaz y, hasta cierto punto, descreído de Elena Blasco (Madrid, 1950), o por causa, acaso, de las secuelas que el interiorismo como segundo ejercicio de profesionalidad han dejado en aquél, la obra de esta artista es tan personal como creíble, tan íntima como de común disfrute.En esta curiosa aleación de ironía y escepticismo, de cotidianidad y, en apariencia, inocente introspección, la que permite que el discurso de Blasco sea camaleónico, abierto y adaptativo frente a cualquier cincunstancia más o menos esencial a toda propuesta plástica, aunque, en su caso, ello se logre desde la tangencialidad de una equívoca ingenuidad.
Y es justa y únicamente desde la consideración de esos rasgos bien personales que caracterizan su trabajo desde donde todo asomo de duda crediticia hacia el mismo se muestra holgadamente conjurado.
Elena Blasco
Galería Berini. Plaza Comercial, 3. Barcelona. Hasta el 7 de diciembre.
Blascol, jugando con las palabras, nos muestra su interior amueblándolo a la luz del día, lo cual, así dicho, a la vez que justifica y comulga de esa misma operación de suplantación metafórica que todo artista que se precie lleva de continuo a cabo, sirve perfectamente a sus intereses, que no son otros que acercar, por la directa, su arte a la vida.
Así, lo que en esta tesitura se logra es que el espectador se sienta, como nunca, en su propia casa, rodeado de todo aquello que le es familiar, mediante el giro de animación estética que Blasco le otorga, abriendo los armarios del interior al exterior, dejando que corran libres los duendes que los habitan.
Por ello, buena parte de razón posee la artista cuando, tras el aserto suyo, "qué más da no entender", apunta a su propuesta como resultado de una previa desmantelación de códigos de difícil acceso, a su trabajo como legible desde la carencia de todos, aquellos manuales de instrucciones que pudieran impedir su disfrute.
Plácido hogar
De modo que, además de ofrecérsenos poco menos que confortable asiento en ese plácido y lúdico hogar en que por momentos se ha convertido la galería, se nos ofrece una copita para ver, con todo lujo de detalles, desde el diseño del papel pintado de sus paredes a la cómoda de original diseño recién adquirida.Y lo curioso es que en este bosque animado uno se acomoda desde la constatación de que en ese cobrar vida de muebles y enseres se nos alegran al tiempo los adentros a los seres muebles, y que en lo airoso de su resolución formal late, más que un correcto barajar de terrenos y facturas, la poliédrica pasión del vivir en las cosas, del vibrar en el ello.
Un extraño fermento éste que, por inusual , autoriza el guiño de ojos a lo inerte y, desde su humanización, insinuar la sabia savia de su engendrador, un auténtico alterador de percepciones diarias.
En este caso, equiparable más que a un mago, y nunca mejor dicho, a una princesita de cuento que, varita en ristre, roza con ella a diestro y siniestro a quienes, al menos, no pueden huir ni aludir una ignorada e inquietante metamorfosis en ciernes.
Y acaso en ese deseo de mutación en las cosas para que hablen de otro modo no se intuya otra cosa que cierta desazón provocada por la indisponibilidad reiterativa de quienes, en su humanidad, perseveran en no prestarse al juego.
Babelia
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