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El espejismo del 'Irangate'

EE.UU se olvida del caso de la venta de armas por rehenes

Muy pocos se interesan en EE UU por el escándalo Irangate, la venta ilegal de armas norteamericanas al Gobierno de Teherán a cambio de la libertad de rehenes estadounidenses en Líbano. Los que se preguntan por el final de aquella historia, que salpicó al presidente Ronald Reagan, se sorprenden ahora al saber que uno de los principales encausados, el ex consejero de Seguridad Nacional de Reagan, John Poindexter, ha sido liberado del proceso, como ocurrió semanas atrás con el coronel de marines Oliver North.

ALBERT MONTAGUT, El pasado viernes, cuando Poindexter conoció que su apelación había fructificado y que todos los cargos que pesaban contra él habían sido retirados, el Irangate entró en la vía muerta. El Irangate lucha ahora contra un enemigo implacable: el tiempo. Los fiscales del caso trabajan contrarreloj, y la idea de que la justicia no cuenta las horas no parece funcionar en este asunto. El escándalo tuvo mucha importancia mientras los grandes medios de comunicación mantuvieron su interés en el caso. Hoy por hoy, el Irangate es un asunto que se diluye, a pesar de que algunos demócratas sigan tratándolo como un "escándalo mucho más grave que el Watergate".El Irangate seguirá siendo un Guadiana hasta que alguien decida darlo por cerrado de forma oficial y definitiva, mientras, se repetirán situaciones como. la vivida el pasado martes, cuando Terry Waite, uno de los rehenes liberados en Líbano, volvió al Reino Unido. La prensa británica réabrió con pasión el caso, vinculando al ex rehén con North y Poindexter, mientras en EE UU la relación entre Waite y los principales implicados en el caso fue un tema colateral que el ex coronel y el propio Poindexter desmintieron categóricamente. "Waite no trabajó nunca para el Gobierno norteamericano, era un buen amigo de Estados Unidos que trató de ser útil", declaró Poindexter, y nadie puso en duda sus palabras. Hacía sólo cuatro días que el ex ayudante de Reagan había logrado demostrar ante el Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia que sus derechos habían sido vulnerados durante su declaración ante el Senado.

Garantías de inmunidad

Como sucedió con North, Poindexter había recibido toda clase de garantías del Congreso de que sus dMaraciones ante el comité del Senado que investigó el Irangate no podrían ser usadas judicialmente contra él. Posteriormente fue procesado, y el incumplimiento del legislativo le permitió apelar.

Pese a todo, el Irangate ha destruido la carrera de Poindexter. En noviembre de 1988, cuando el escándalo comenzó a ocupar las páginas de The Washington Post y los demás rotativos norteamericanos, el contraalmirante presentó su dimisión al presidente. En abril de 1990 fue condenado por cinco delitos, entre los que se incluían los de conspiración, falso testimonio y obstrucción de una investigación oficial. Sentenciado a seis meses de cárcel, su apelación frenó su envío a prisión, y ahora le ha exonerado de todas aquellas acusaciones.

La decisión judicial sobre Poindexter coincidió con la sentencia impuesta a Elliot Abrams, un antiguo ayudante del secretario de Estado, a quien se acusaba de ocultar información relacionada con el caso y no colaborar con la investigación del Senado. Abrams ha sido condenado a un periodo de libertad condicionada de dos años, a desarrollar 100 horas de trabajo comunitario y al pago de 50 dólares, que es lo que se paga por una multa de estacionamiento.

Se imputaba a Abrams el no haber facilitado al Congreso la información que poseía sobre la venta de armas ideada en la Casa Blanca con el conocimiento del propio presidente, si hay'que creer el relato que Oliver North hace en su libro Bajo el fuego. El libro, de reciente aparición, ha llegado a ocupar una magnífica posición en la lista de éxitos de ventas de The New York Times, y se bromea sobre si Reagan lo ha incluido en la biblioteca presidencial que acaba de inaugurar en California.

Durante los últimos cinco anos, nueve personas han sido relacionadas con el Irangate, pero nadie ha sido enviado a prisión, a pesar de que se ha probado su ficien temen te que los encausados vendieron armas a Irán a cambio de rehenes norteamericanos, sin que el legislativo tuviera conciencia de ello. Parte del .dinero de aquella operación, además, terminó en manos de los contras, la guerrilla nicaragüense que Reagan calificaba de luchadores de la libertad.

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